miércoles, 13 de mayo de 2015

CAPITULO 96




Tres días después, estaba parado fuera del aeropuerto de Francia, esperando un taxi que lo llevara a su hotel.


Por suerte manejaba el idioma lo suficiente como para dar
indicaciones sin perderse.


Llegó, dejó sus cosas, y sin siquiera recorrer su habitación ni la ciudad, se encaminó al hotel de Paula.


Decidió no hacer caso a como le temblaban las piernas mientras entraba y subía las escaleras que lo conducían al pasillo lleno de habitaciones. Fue buscando el número y se frenó al ver el gran 32 en dorado.


Tomando aire con fuerza, tocó la puerta. No lo había pensado para nada bien. ¿Qué le diría?


Si no quería verlo estando en Argentina, si no quería ni siquiera atenderle el teléfono… ¿Qué lo hacía pensar que iba a querer verlo ahora?


De repente necesitaba cada vez más seguido tomar aire, porque se le acababa en los pulmones.


Nadie atendió.


Se apoyó contra la pared que estaba en frente de su puerta, y muy de a poco se fue deslizando hasta quedar sentado. No pensaba moverse de ahí.


Bueno, no podía tampoco.


La esperaría.


Si volvía ahora a su hotel, enloquecería… y después volver a reunir el valor para regresar… Demasiado. Era demasiado.


La esperó.


Por horas.


¿Y si estaba con alguien? ¿Y si regresaba a su habitación
acompañada? Cerró los ojos con fuerza ignorando las nauseas que sentía.


Si ese era el caso, necesitaría verlo con sus propios ojos. Ya estaba allí.


Justo entonces, escuchó unos tacones subir por la escalera y su corazón se paralizó. Había escuchado ese sonido demasiadas veces como para no reconocerlo.


Pero fue cuando la vio aparecer en el final del pasillo que todo el mundo dejó de existir.


Ahí estaba ella.


Paula.



****


Hacía ya un tiempo que estaba en Francia, y todavía no se
acostumbraba a los horarios.


Sus días con Solange, su hermana, habían sido alocados. 


La chica podía ser muchas cosas, pero algo no podía discutírsele. Sabía siempre donde eran las mejores fiestas.


Y la había pasado genial.


Se había olvidado por primera vez de sus responsabilidades, y de todo lo que había dejado atrás en Buenos Aires, para perder por absoluto el control.


Había conocido gente interesante de todas partes del mundo, que estaba de vacaciones y con la misma intención que ellas tenían. Divertirse.


Su vínculo con Solange había crecido, y de a poco habían vuelto a ser lo que alguna vez fueron cuando eran más pequeñas. No se dejaron club, ni boliche sin recorrer. Había probado todo tipo de tragos, y había disfrutado como loca de la comida francesa.


Solange estaba estudiando para ser chef, y también tenía contacto con los mejores lugares para comer.


Pero así como le había venido bien tanta locura, ahora le urgía un poco de paz.


Viajó a Paris justamente para eso.


Quería olvidarse de todo, y también aprovechar para conocer una de las ciudades más hermosas del mundo. Pero no había pensado que además era la más romántica.


Con cada paso que daba en esas calles, más extrañaba en Pedro. Más pensaba en él, en su sonrisa… en su manera de decirle “bonita” cada vez que la veía. Sus besos… lo que sentía en el estómago y en todo el cuerpo cada vez que la besaba.


Por más que pensaba que esos días de pura fiesta con su hermana habían ayudado en algo, la verdad era muy diferente.


Cuando estaba sola con ella misma, su realidad la golpeaba.


Estaba sola.


Las noches empezaban a hacérsele eternas.


Pese a que lo había intentado, no podía estar con ningún hombre.


Tenía claro que no volvería a enamorarse… pero tampoco tenía ganas de jugar. Simplemente la idea, la ponía nerviosa.


Era como si no pudiera imaginarse con otro que no fuera él.


Se había pasado todo el día paseando, con la intención de hacer algunas compras, pero no había visto nada que le gustara.


Finalmente, se había hecho de noche, y los pies la estaban matando.


Así que decidió que lo mejor era irse a descansar.


Mañana sería un día mejor, se había dicho.


Subió las escaleras pensando en que tal vez era mejor primero darse un baño, para relajarse y poder dormirse más rápido. Porque era algo que le venía costando…


Cuando de repente, dobló por el pasillo y se encontró con alguien sentado en el piso.


Sus rodillas fallaron y estuvo a punto de desmoronarse.


Pedro.


Había sido como chocar de frente contra una pared.


Al verla se paró a toda prisa, y aunque apenas perceptible, le sonrió.


¿Qué hacía acá?


Con los dedos temblorosos buscó la llave de la puerta en su
bolsillo, pero no la sacó. Necesitaba hacer algo para no desmayarse.


Su pulso se había disparado. Estaba tan lindo, que quería llorar.


Lo había extrañado tanto que cuando apenas lo vió, pensó que se lo estaba imaginando. Que de tanto pensarlo, ahora también lo veía en todas partes.


Nervioso como ella, se acercó hasta tenerla en frente.


Sentía el cuerpo tan flojo que en cualquier momento podía
derrumbarse.


Sus ojos celestes, estaban tristes, pero a la vez, llenos de algo más.


Algo más que ni quería ni decir. Dolía demasiado.


Quería salir corriendo de allí.







3 comentarios:

  1. Ayyyyyy ! me estoy comiendo las uñas ... que lindo lo que hizo Pedro, la fue a buscar, se aman tanto ❤❤ espero que se arreglen 😄

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  2. Me encantó que Pedro la buscara. Amo esta novela, me encanta!!!

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  3. Qué manera de sufrir con los primeros 4 caps. Peor menos mal que Pedro fue a París a buscarla. Dios mío, lo que va a ser ese reencuentro!!!!!!!

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