martes, 5 de mayo de 2015

CAPITULO 68





Se despertó confundida, tardando más de lo normal en recordar en donde estaba. La casa de Pedro. – movió las piernas, porque las sentía entumecidas y adoloridas… – Y la cama de Pedro.


Pero él no estaba.


Buscó una de sus remeras, y se la puso. Sonrió al notar que la tapaba hasta la mitad del muslo, y las mangas le cubrían la mitad del brazo. El no era mucho más alto que ella, pero si bastante más grandote. Su espalda era enorme.


Y su perfume… mmm…


Caminó hasta la sala y lo vió pagándole al delivery de la pizza.


El chico la miró de arriba abajo y sonrió poniéndose colorado. Ella, con algo de maldad le sonrió de vuelta y le guiñó el ojo. Tuvo que contener la risa al ver que se ponía todo torpe y casi tiraba el pedido al piso.


Era mala, y probablemente se iría al infierno…pero eso había sido gracioso.


Pedro, al notar que algo pasaba se volvió para mirar y se encontró con ella mirándolo. Frunció el ceño por un minuto y se despidió del muchacho casi golpeando la puerta en su nariz.


—Tengo pantalones también. – dijo malhumorado.


—Pero así estoy más cómoda. – se encogió de hombros. —¿Estás celoso, Pedro? – le preguntó acercándose a él muy despacio.


—Bastante. – reconoció todavía serio. —Estas casi desnuda… al pibe casi le da un infarto.


—No estoy desnuda. – dijo poniendo los ojos en blanco. —Ahora si estoy desnuda. – agregó levantándose la remera y arrojándola a otro lado. —¿Te das cuenta de la diferencia? – preguntó sonriendo con una ceja levantada.


El fue cambiando la cara hasta sonreír, aunque no quería.


—No me provoques, porque me muero de hambre. – la señaló con el dedo índice.


Ella se rió y acercándose a él lo besó.


Se alejó apenas, y abrió la caja de la pizza. Olía exquisito.


Tomó un pedazo, y como si nada se sentó a la mesa cruzando las piernas de manera sugerente.


—¿Me vas a torturar mientras como? – le preguntó mientras
clavaba la vista en su piel.


—Si te pone celoso que otro me vea desnuda… – se encogió de hombros. —Mirame vos. – le sonrió coqueta.


El negó con la cabeza divertido y se sentó frente a ella a comer.


Cada tanto cambiaba de pierna, o se rozaba “sin querer” los muslos llamándole la atención. Y él, mientras charlaban, trataba de mirarla a los ojos, pero no podía. Se perdía mirando sus pechos, con la boca entreabierta y parpadeaba cuando se daba cuenta.


Le encantaba.


La hacía sentir sexy.


Tomó de su copa mirándolo y lo vió suspirar.


Habían puesto música, y ahora mientras sonaba Curtis de
Babasónicos, lo único que quería hacer era bailar.


Se paró frente a él y lo hizo. Muy despacio, al ritmo de la música, movía sus caderas y su cabello haciéndolos reír.


Tiró de su mano poniéndolo de pie, y se abrazó a su cuerpo para bailar mejor. El la sujetó contra su pecho y se movió lentamente meciéndolos.


De a poco, lo fue buscando hasta besarse. Sus labios también la besaban con la música… Suspiró dejándose envolver por el momento y por primera vez, no tuvo miedo de reconocer que era romántico,… y le hacía sentir cosas. Muchas cosas.


Acarició su rostro escuchando la letra de la canción que hacía que su corazón fuera a mil por hora.



****


Habían terminado haciendo el amor en el piso de la sala, mientras otras canciones de fondo lo hacían todo mucho más especial. Trataba de aunque sea a través de sus letras, o a través de sus caricias, demostrarle todo eso que sentía.


Necesitaba decir todo eso que se le quedaba en el pecho sin salir.


Esa noche, la llevó a la cama alzando cuando ya se había dormido, y mientras la miraba se preguntó si alguna vez iba a poder decírselo.


Era demasiado pronto. Sonrió.


Besó su frente con cariño y apagó la luz de la mesita de noche para acostarse a su lado y dormir.






CAPITULO 67




—¿Sabés que me di cuenta? – ella lo miró curiosa. – No tengo ninguna foto tuya.


Se paró y volvió de su habitación con su cámara. Ella se rió.


—Pero no me vas a sacar ahora, ¿No? – se tapó la cara. —Estoy espantosa.


El puso los ojos en blanco, le sacó la mano y disparó. 


Apenas había alcanzado a sonreír.


Miró como había salido y se rieron.


—Ahora un poquito más alegre. – le pidió.


Ella exageró una sonrisa y él la retrató. Y así un rato más en donde la había capturado desde todos los ángulos haciendo todo tipo de gestos.


—Y ahora una de los dos. – dijo programando la máquina y
dejándola apoyada en la mesa.


Se fue hasta donde estaba y la abrazó pegando su rostro al de ella.


Tres fotos seguidas de ellos. De las cuales, para la última él se había movido para besarle la mejilla.


—Perfecto. – le dijo cuando terminaron. Ella lo miró y le sonrió.


Sin darle tiempo a mucho más, la tomó del rostro y la besó con decisión. Rozó su nariz con la suya y le dijo en un tono algo ronco después de ese acalorado beso.


—Hay otras fotos que me gustaría sacarte… – sus ojos celestes, se habían puesto oscuros de deseo, y a ella se le estremeció todo el cuerpo.


Se mordió el labio y levantó una ceja.


—¿Querés tachar ese ítem en mi lista de pendientes? – él asintió sonriendo. —¿Me vas a sacar fotos desnuda? – él volvió a asentir y ella se rió. —Tengo una condición.


—Lo que quieras. – dijo él mientras le miraba fijo la boca.


—Vos también tenés que estar desnudo. – lo desafió.


Acto seguido, se sacó los zapatos con dos patadas y ya se estaba sacando la remera a tirones por la cabeza mientras se desprendía el pantalón con una sola mano.


Ella estalló en carcajadas.


—Siempre tan obediente. – observó entre risas mientras desprendía su camisa despacio.


—Si, señora. – le contestó guiñando un ojo. Agarró la cámara y tiró de su mano hasta la habitación.


Cuando llegaron la ayudó a desnudarse y le indicó que se acostara en la cama. Levantó la persiana para que entrara luz, pero cerró las cortinas para que no se viera nada desde fuera.


Mirándola con atención, le dijo como poner las manos y comenzó a disparar.


Cada vez que sus ojos hacían contacto, podía sentir el calor que ellos desprendían. La miraba cautivado.


Seguía haciendo todas las poses que le indicaba, sintiéndose sexy, y plenamente consiente de que lo estaba enloqueciendo.


Se mordió el labio mirándolo de manera intensa y tiró de la cuerda de la cámara para que la dejara.


El se agachó y la dejó en el suelo, mientras avanzaba sobre la cama de rodillas hasta donde ella estaba, comiéndosela con los ojos.


Ella sonrió y se levantó enfrentándolo. En silencio, se besaron desesperadamente. Se tomó su tiempo para sentir su piel en contacto con la suya, acariciándola. Era demasiado.


Le mordió el labio jugando.


—¿Puedo hacer algo? – le preguntó.


Ella lo miró curiosa.


—¿Te puedo vendar los ojos? – con solo pensarlo acababa de incendiarse. Con la piel de gallina asintió y lo volvió a besar tirando de su cabello.


—Ya vengo. – le dijo levantándose, y buscando entre sus cajones.


Volvió con una corbata en la mano. —No tengo nada mejor. – se rió.


Le dio una vuelta por la parte más gruesa y la ató en su nuca con delicadeza. Se lo notaba tan concentrado en la tarea, que le hacía gracia.


Mmm…podía enseñarle tanto… pensó.


Cuando la tuvo lista, la acostó entre las almohadas y la besó
lentamente.


Ella gimió, encantada. El tener uno de sus sentidos privados, lo ponía todo mil veces más interesante.


Ellos no se comportaban como ama y sumiso, así que no sabía que podía hacerle. Todo estaba permitido. Y él siempre la sorprendía.


Le besó los ojos por sobre la corbata y eso la hizo sonreír. 


Sintió como se colocaba sobre ella de rodillas y la acariciaba los brazos con movimientos ascendentes y descendentes. 


Mmm…se sentía tan bien.


Al próximo beso lo sintió en el cuello y fue tan fuerte, que se
arqueó de placer. Trató de sostenerlo para que siguiera pero él no la dejó.


Tomó sus manos y entrelazando sus dedos con los de ella, los levantó por sobre su cabeza.


Respiró duro en donde la había besado y ella gimió. Lo escuchó reírse, y la mordió. Su cuerpo había empezado a retorcerse ansioso.


Su boca bajaba por su pecho dejándole un reguero de besitos húmedos y calientes que la enloquecían, hasta tomar uno de sus pechos y detenerse.


Lo metió en su boca muy despacio y la tentó con su lengua. 


Ella se sentía cerca de explotar. No podía quedarse quieta. 


Jadeando, comenzó a mover las caderas de manera involuntaria.


El, en medio del beso dijo.


—Mmm… – toda su piel vibró. —Me encanta.


A lo que ella por poco se viene con solo escucharlo. Volvió a
adelantar su cadera y él le apoyó una mano en el vientre.


Mientras ella se mecía hacia delante y atrás, esa mano empezó a bajar hasta perderse en su entrepierna. Con el mismo ritmo que movía su lengua, movía sus dedos, y ella su cadera. Mordiéndose el labio, sintió como uno de sus dedos entraba en ella, y se dejó ir en ese mismo momento
de manera explosiva.


Todo su cuerpo latía, y no podía parar de gemir. Había sido tan fuerte que todavía no podía recobrar sus sentidos. 


Estaba aturdida.


Fue apenas consiente de que retiraba su mano y continuaba su camino hacia el sur con su boca. Sentía su lengua cerca de su ombligo y sus manos tomando sus pechos.


Se dobló pegándose a sus manos mientras abría las piernas. 


La besaba y luego se retiraba.


Era desconcertante. Y tenía que admitir, que mil veces más
excitante, no saber en donde la besaría a continuación.


Sintió el siguiente beso en la ingle y gimió estrujando las sábanas de las almohadas.


El se rió cerca de su piel y la hizo temblar. Soltó sus pechos para agarrar con fuerza sus piernas y acariciarlas mientras retrocedía en el colchón.


Cuando sintió sus labios en su entrepierna por poco se viene abajo otra vez. Era tan delicado, y tan suave, que la estaba torturando.


Apenas roces.


Lo sentía respirar ahí, tan cerca, y su cabeza daba vueltas llena de estrellitas.


—Oh por Diosss… – se escuchó decir.


—No sabes… lo mucho que me gusta verte así. – murmuró contra su piel. —Mmm…sos hermosa. – dijo antes de besarla de lleno con toda la boca.


Tensó las piernas, mientras él con su lengua, la hacía delirar con movimientos expertos.


A veces la rozaba solo con los labios, y otras solo con la lengua, provocándola…y otras, como ahora, pegando su boca con fuerza, moviendo la cabeza… gimiendo, dejándose llevar por el momento… disfrutándola.


Tardó menos que la vez anterior en venirse a los gritos, explotando en pedazos, sintiendo que su cuerpo giraba a la deriva. Aunque tenía los ojos vendados, y no veía, los abrió.


Sus piernas se aflojaron del todo y cayeron inertes sobre la cama.


Estaba agotada.


El se separó y volvió a subir por su cuerpo. No sabía bien como estaba ubicado así que se estremeció cuando lo escuchó cerca de su oído.


—Quiero más… – le besó el lóbulo de la oreja. —Mucho más. – bajó una mano, y la tocó. Ella gimió prendida fuego. 


A pesar de que no le quedaban más energías, no podía evitarlo.


Sintió que tomaba su miembro y la acariciaba donde había estado su mano con la punta y a la vez se acariciaba él.


Ya no podía frenar.


Sus caderas se movían solas a su encuentro y él reaccionaba jadeando y agitando su mano con más velocidad.


Cuando ya no pudo más, lo escuchó gruñir con ímpetu y se hundió en ella, llenándola por completo.


Su cuerpo se tensaba encima del suyo y sabía lo cerca que estaba.


Ella misma estaba al borde.


Le tomó las piernas y las subió apoyándolas en su pecho,
incorporándose levemente, permitiéndose un ángulo cien veces más profundo. Casi doloroso.


Pero era exactamente lo que les hacía falta.


Sintió como bombeaba contra su cuerpo entre jadeos un par de veces más y nuevamente, se dejó ir.


Escuchó que él también lo hacía sujetándole las caderas y
quedándose quieto por unos segundos.


Bajó sus piernas, acariciándolas con mimo, mientras le daba besos suaves en el rostro. Ella apenas podía ya estar despierta. Le desató la corbata y le besó los párpados también.


Cuando fue capaz de abrirlos, él la estaba mirando.


—Hola, bonita. – le dijo sonriendo.


Ella se rió.


—Hola. – su respiración todavía estaba agitada, y sentía todo su cuerpo exhausto y tembloroso. Por más que lo intentaba, sus ojos se volvían a cerrar.


El la besó suavecito, y se bajó de ella, abrazándola por la espalda.


—Descansá ahora… – le mordió el cuello. —Porque a la noche no te voy a dejar dormir. – ella sonrió gimiendo mientras se movía cerca de él.


Escuchó que él decía algo más, pero ya estaba lejos.


Se iba dejando llevar por el sueño de a poco se quedó totalmente dormida.







CAPITULO 66




A la noche, le tocaron el timbre.


Paula.


La dejó pasar y la miró esperando una pelea peor, pero no fue eso lo que sucedió.


Ella le acarició la mejilla y le dijo.


—Perdón. – y lo besó en los labios. —Sé que no fue tu culpa. No estoy a favor de ese tipo de comportamientos en la empresa, pero me imagino que ninguno me dio la versión completa. – lo abrazó con cuidado y él apoyó la cabeza en su hombro. —Los tuve que suspender a los dos, porque era lo que se suponía que tenía que hacer.


—Lo entiendo Paula. – dijo apretando más su abrazo. —La
sanción no me importa, me la merezco. Estaba preocupado porque vos estuvieras enojada conmigo.


Ella lo miró y le sonrió con ternura.


—Te comería a besos. – sonrió. No solía ser tan expresiva… y las veces que demostraba cariño, él se desarmaba por completo.


Acercando su cara de repente, la interrumpió robándole un beso.


Rápido y fuerte. Los dos se rieron y ella tomándolo por el cuello le robó otro, demorándose en el labio inferior entre mordiscos.


Obviamente ese jueguito había terminado en la cama.


Se despertaron juntos, como siempre, y se abrazaron por un buen rato. Sobraban las palabras. No quería irse de ahí nunca más.


Pero ella tenía que ir al trabajo. Se despidió de él con un beso largo y profundo que le envió oleadas de calor a todo su cuerpo. Ojalá no tuviera que irse, pensó.


—Te voy a extrañar. – le dijo tirando de ella para que todavía no se fuera.


Ella se rió y se dejó abrazar.


—Yo también. – lo besó muy despacio. —Después del trabajo vuelvo y hacemos algo.


El se rió y le acarició la espalda hasta llegar a su trasero.


—Hacemos todo lo que quieras. – le dijo al oído en tono ronco.


—Eso también. – contestó ella levantando una ceja, mientras se movía de forma provocativa encima de él.


Gruñó por lo bajo y la apretó con más fuerza.


Pero ella riendo se separó de su agarre y se fue a trabajar. 


Le encantaba verla reír de esa manera.


Se volvió a acostar, sintiendo su perfume todavía en las sábanas y sonrió.



****


En la empresa nadie había hecho mención sobre lo ocurrido el día anterior. Nadie se atrevía.


Su asistente Marcos, la esperaba como todos los días en su
escritorio.


¿Pero que caraj…?


Se fue hasta donde estaba y tratando de mantenerse calma, le preguntó.


—¿Qué haces acá? Estas suspendido. – dijo apretando los dientes.


—No pensé que hablabas en serio.. – se rió nervioso. —Paula… hace tanto que trabajamos juntos y nunca… – lo interrumpió totalmente irritada.


—Recogé tus cosas de inmediato y te vas antes de que te alargue la sanción de manera indefinida. – le señaló la puerta.


—Vamos, Paula…– le insistió. —Seamos profesionales… no mezclemos tu relación con ese chico con…


—Te vas. – gritó enfurecida.


—Nunca te había visto así… te está lavando la cabeza. ¿No te das cuenta? – ¿Estaba loco o que le pasaba? Sus ojos desesperados, le hacían notar que había perdido el control, y ya no sabía ni que decía.


—No te corresponde. Por favor cállate antes de decir algo de lo que te arrepientas. – le advirtió.


—Pero con tu carrera… con todo lo que te costó estar en donde estás… ¿Cómo podes arriesgar todo por… – hizo un gesto de desprecio…


—¿Cómo te vas a rebajar… – lo cortó con un grito que salió desde el fondo de sus pulmones, haciendo que los que estaban cerca los miraran. —¡Estás despedido! – el chico se quedó pálido en silencio con la boca todavía abierta. —Te quiero fuera del edificio en diez minutos o hago que te saquen.


Entró a su oficina furiosa y azotó la puerta. Estaba tan indignada, que quería romper algo. O tal vez llorar. En vez de hacer cualquiera de las dos cosas, tomó su celular y marcó el número de Pedro.


Este atendió rápidamente.


—Hola, bonita. – dijo cariñoso. —Justo estaba pensando en vos.


De a poco, su enojo iba desapareciendo.


—¿Si? – sonrió. ¿En qué estabas pensando?


—En que me hubiera gustado que te quedaras conmigo en la cama… – dijo más bajo.


Ella se mordió el labio.


—A mí también me hubiera gustado quedarme… – suspiró. —Tuve que echar a Marcos. – le contó.


—¿Por? ¿Qué te hizo? ¿Qué te dijo? – estaba empezando a
enojarse.


—Apareció a trabajar como si nada, y después cuando lo puse en su lugar me respondió con estupideces. – cerró los ojos mientras se masajeaba la frente con una mano. Se sentía bien poder compartir ese tipo de cosas con alguien.


—Que idiota. ¿Necesitas que vaya? – preguntó preocupado. —Me cambio en cinco y estoy por allá en diez.


—No, no. – sonrió. —Nada más quería contarte… y… quería
escucharte un rato.


Lo escuchó suspirar con fuerza.


—No me digas esas cosas, bonita… si no querés que vaya y te rapte ahora… – se rió y le contestó.


—Tengo mucho trabajo… pero salgo a las cinco por si querés raptarme a esa hora. – él también se rió.


—A las cinco te rapto, entonces. – le dijo.


—Un beso, Pedro. Y gracias por escucharme… – suspiró sintiendo su corazón agitado.


—Un beso, hermosa. – bajó más aun la voz. —Te extraño. – y cortó, dejándola hecha de gelatina.


Sacudió la cabeza todavía con una sonrisa tonta en el rostro.


Era increíble como un simple llamado, le cambiaba el humor por el resto del día.


A la hora acordada, guardó todo y salió disparada a su encuentro. El la estaba esperando en la puerta con una de esas sonrisas matadoras y contagiosas que acababan con su cordura.


La tomó por la cintura y la besó en los labios. Ella sonrió y le
devolvió el beso sujetándose a sus brazos. Durante todo el día, era eso lo que le había estado haciendo falta.


Se fueron a la casa de Pedro en su auto. Le había preparado la merienda para esperarla. Había tostadas, pero también algunos productos de la panadería. Café, té, jugo… le había puesto tanto esmero…


Cerca de su plato estaba, además, su yogur favorito. Se rió
imaginándolo en el super otra vez.


—Te acordaste. – se lo señaló.


—Probablemente nunca más me olvide. – dijo riendo.


Merendaron tranquilos, mientras charlaban de cualquier cosa.


Su día no hacía otra cosa que mejorar.