jueves, 14 de mayo de 2015

CAPITULO 97





—¿Qué haces…? ¿Cómo supiste…? – decía sin sentido sin poder terminar de armar una frase.


—No aguantaba más sin vos, Paula. – contestó mirándola fijo. — Te extraño. – podía sentir de manera patente cada uno de los latidos de su corazón desbocado. —Me haces falta.


Lo quiso interrumpir negando con la cabeza… ya preparada para pedirle que se fuera, pero no se lo permitió.


—Tenías razón con Soledad. – eso la dejó sin palabras de manera efectiva. —Tenías razón, bonita. Fui muy tonto. Por creerle, por seguirle el juego… Por decirte todas las cosas que te dije. – cerró los ojos como si estuviera haciendo memoria, y le doliera.


Pedro… – lo cortó. Aun con lo de su ex solucionado, existían tantas cosas que los separaba. Ellos eran tan distintos. Ella no podía…


—No me rechaces, por favor. – le pidió. —Yo te puedo esperar todo lo que necesites, no me importa que tengas miedos, yo me quiero quedar con vos hasta que se te pasen. – el tono de súplica junto con sus ojos tristes, era demasiado. —Por favor, bonita… perdoname.


Pedro. – lo frenó. —No soy buena para vos. – su voz se quebró al final, y su estómago se contrajo ante la verdad de lo que decía.


—En eso no tenés razón. – dijo levantando una ceja. —Lo que no es bueno para mí, es estar sin vos. – la tomó con ambas manos por el rostro y la miró de cerca. —Sin vos me muero, Paula.


Su corazón se descongeló de golpe y terminó por derretirse. 


Una sensación de ternura la invadió y no pudo hacer nada más. Lo había extrañado tanto, que ahora tenerlo así, la hacía sentir tantas cosas al mismo tiempo… estaba emocionada.


La vista se le nubló con toda una laguna de lágrimas esperando por salir.


Sin poder resistirlo, puso sus manos en su rostro, imitando lo que él había hecho, y animándose a más, lo besó.


La respiración de Pedro era rápida y superficial, y a ella le temblaba todo el cuerpo.


Respondió besándola desesperadamente, tomándola con más fuerza, arrancándole suspiros…


Se habían necesitado tanto, y ahora por fin se tenían.


Se separaron un instante apenas para tomar aire, y ella lo abrazó, envolviéndose por completo en sus brazos, en su calor, su perfume…


—Te extrañé. – le susurró ella al oído.


Complacido cerró los ojos, y con una sonrisa enorme, le contestó entre besos.


—Yo más, mi amor. – rozó su nariz con la suya. —Te amo… tanto.


Y eso fue suficiente para que todo lo que venía conteniendo, saliera a flote.


Las lágrimas caían libres por sus mejillas, y sin miedo o vergüenza de demostrar lo que sentía, sonrió, y lo arrastró hacia el interior de la habitación todavía abrazada a él.


Nunca, ni en un millón de años se hubiera imaginado un
reencuentro así.


La siguió abrazando tan fuerte que casi habían perdido el equilibrio.


Entre risas, se fueron desvistiendo el uno al otro, sin dejar de
mirarse. Estaba susceptible por todo lo que había revivido al verlo, y ahora lo único que podía pensar era en cuanto lo deseaba.


El, por su parte, la besaba con tanta desesperación, con tanta pasión, que la estremecía.


Sujetándola por la cintura la acostó con delicadeza en la cama, y colocándose él encima, se detuvo a mirarla.


—No puedo creer estar así con vos otra vez… – le susurró
acariciándole el rostro suavemente. —Pensé que nunca más te iba a ver.


Ella le sonrió sintiendo el nudo de emociones en su garganta.


—Me quería olvidar de vos. – le falló la voz y sus labios temblaron. —Nunca pude. – lo tomó por el cuello para besarlo y hundió la mano en su cabello, sintiéndolo con sus dedos. Lo había extrañado tanto…


—Sos tan hermosa… – le dijo mordiendo su labio inferior y tirando despacio de él, haciéndola gemir.


—Te necesito, Pedro. – dijo sin aliento.


El asintiendo, se hizo lugar entre sus piernas, y muy lentamente entró en ella soltando el aire mientras le sostenía la mirada.


No se refería solo a eso. De verdad lo necesitaba. Era totalmente necesario en su vida. Estaba enamorada, y aunque le daba terror, cuando estaba con él todo parecía tener solución. Los miedos no la asustaban tanto ahora.


Arqueó su columna y se movió con cuidado disfrutando de la
sensación de estar por fin unidos, después de tanto tiempo.


El tenía el rostro tenso y respiraba trabajosamente de a poco
acoplándose a su ritmo.


Recorrió la piel de su espalda con ambas manos, acercándolo más a ella y él gruñó. Se dio impulso más profundo y de a poco aumentaron la velocidad mirando en los ojos del otro. Buscando ahí todo lo que necesitaban para dejarse ir.


Abrazados todavía, después de un buen rato, no quería soltarlo. Sus respiraciones volvían a la normalidad, pero ella aun se sentía como en las nubes. Cerró los ojos, dejándose envolver en su perfume, sintiendo sus labios dejándole suaves besos en el cuello.


—¿Cómo supiste que estaba acá? – le preguntó curiosa.


El se rió apenas.


—Me contó un pajarito que te habías ido de viaje… – ella frunció el ceño. —Y después lo deduje. – le tocó un mechón de pelo y se lo acarició cariñosamente. —Te queda precioso el cambio de look.


Ella sonrió entendiendo a que se refería. La lista de pendientes de la que habían estado hablando aquella vez. 


Pero sin dejársela pasar, insistió.


—¿Quién es el pajarito que te contó? – él negó con la cabeza y se cerró la boca como si tuviera cierre.


—No te puedo contar. – ella se mordió los labios y levantó una ceja.


—Puedo hacer que me cuentes. – lo dio vuelta acostándolo sobre su espalda, y se puso encima de él para mirarlo más de cerca.


—No te voy a contar. – dijo él, desafiándola.


—Vamos a ver. – se encogió de hombros y lo sorprendió tomándolo de las muñecas y colocándole las manos por encima de su cabeza.


Fue bajando por su pecho dejándole pequeñas mordidas que iban aumentando su intensidad a medida que más bajaba.


Cuando llegó a su abdomen, gritó.


Le había clavado los dientes con violencia. Pero él sabía que si se movía, o movía las manos, era peor.


Su cuerpo se tensó y aguanto el dolor apretando las mandíbulas.


Lo mordió esta vez cerca de la cadera, y lo vio contener el aire.


Otra mordida, en la ingle.


Gimió.


Esa dejaría una marca.


Estaba abriendo la boca acercándose cada vez más, cuando él la miró con los ojos como platos. Su pecho subía y bajaba rápidamente, nervioso. Tal vez preguntándose si sería capaz.


Asustado, le puso ambas manos en los hombros y dijo entre dientes.


—Gabriela me dijo. – rindiéndose y al ver que ella se sentaba alejando su boca de su miembro, respiró aliviado.


—Yo sabía. – contestó riendo. Y para ver la expresión de su rostro, agregó. —No te iba a morder ahí. – lo señaló.


—Por un segundo, me asustaste. – dijo riéndose también, aunque un poco inquieto.


—Morder no… mmm… se me ocurre otra cosa. – dijo acercándose de nuevo.


Lo vio hacer la cabeza hacia atrás y murmurar algo cuando sus labios lo tocaron.


Y se dio cuenta de algo que sentía desde un primer momento. No era el tener el control lo que tanto le gustaba. 


Era complacerlo a él.


Era lo que más quería.


Todo este tiempo pensando que ella era quien mandaba, pero no.


Era tan fuerte lo que sentía por Pedro, que no había collar de perlas, fusta o látigo que pudiera lastimar más que su ausencia.


Gimiendo, llevada por el placer de verlo deshacerse en sus manos, en su boca… siguió besándolo hasta hacerlo perder la razón.



****


Se habían pasado toda esa noche, y parte de ese día encerrados en la habitación de su hotel. Pidiendo servicio al cuarto para comer, porque no tenían ni la más mínima gana de salir todavía.


Había sido intenso, y se sentía agotado… pero aun así, le parecía que nunca tendría suficiente.


La había extrañado tanto,… tanto había pensado que lo que ellos tenía se había terminado… que todo lo que estaban viviendo ahora, le parecía un sueño.


Tenía en el pecho un cúmulo de emociones que querían salir, pero se resistía. Paula iba aceptando de a poco muchas cosas, y no quería arruinar lo bien que estaban, asustándola con su intensidad.


Quería parecer lo más cool, casual o relajado posible, pero notaba que le costaba.


Se quedaba mirándola embobado mientras dormía, y le susurraba palabras dulces al oído cuando hacían el amor.


Había necesitado tanto estar cerca de ella, que ahora quería
aprovechar cada instante, como si pudieran de alguna manera recuperar el tiempo perdido.


Mirando el reloj del celular, la despertó con suavidad dándole
besos. Eran las 6 de la tarde, pero como no tenían horarios, y se habían pasado casi toda la noche despiertos, Paula parecía agotada.


Abrió un solo ojo y mirándolo como si recién se acordara que
estaba con ella, le sonrió. No cualquier sonrisa. La mejor sonrisa del mundo. Estaba genuinamente contenta de verlo, y el corazón se le calentó en el pecho.


—Hola, bonita. – la saludó devolviéndole la sonrisa. —¿Salgamos a comer?


Ella se movió apenas y arrastrándolo de nuevo a su lado, lo
envolvió en un abrazo.


—Mmm… nos quedemos acá. – sugirió casi ronroneando.


El sonrió todavía con más ganas.


—Tengo una sorpresa para vos. – le dijo tratando de no sonar demasiado emocionado.


—¿Una sorpresa? – preguntó curiosa.


El asintió sonriente, y haciéndola reír, la alzó en brazos y se la llevó al baño para darse una ducha juntos.






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