domingo, 3 de mayo de 2015

CAPITULO 62






Se despertaron bastante temprano, y se pusieron a charlar.


—No puedo creer que me haya pasado esto de verdad. – dijo Gaby con la mirada perdida. —Parece que hubiera sido un sueño. – se tapó la cara por un momento.


—Te estuvo llamando toda la noche. – dijo Mury alcanzándole el celular.


La chica tomó el aparato y lo reventó contra la pared.


—No quiero hablar con él. – apretó los puños. —Nunca más.


—Lo agarraría a patadas. – comentó Caro llena de bronca.


—Podríamos ir las tres y decirle unas cuantas cosas. – agregó ella, pero su amiga la interrumpió.


—No. – sus ojos se humedecieron. —Y por favor, no hablemos más del tema. Hablemos de otras cosas. Algo alegre.


Sonrieron tratando de pensar algún tema para distraerla.


—Contame que está pasando con ese bombón amigo de los chicos, Paula. – la miró ansiosa. —Y estoy mal, así que aunque no quieras, me vas a tener que contar.


Ella sonrió y antes de contestar miró a Caro.


Pedro, es divino. – dijo.


—¿Pero? – preguntó Mury, conociéndola.


—Pero eso. Es demasiado divino, y está buscando algo en serio… y no quiero ilusionarlo. – se encogió de hombros. —No estoy lista para una relación. Está Juany además… – dijo de repente como acordándose.


Las tres le pusieron los ojos en blanco.


—No estás con Juan. – dijo Gaby. —Y este chico me gusta… es lindo, es bueno, es muy divertido… – enumeró. —Te cuida…


—Y a vos te encanta. – dijo Muriel con una ceja levantada.


—Estoy muy confundida. – contestó riéndose.


—A vos lo que te preocupa es que te lastimen como lo hizo tu ex. – dijo Gabriela muy segura, aunque en realidad no conocía los detalles… —No crees en el amor por su culpa. – las lágrimas comenzaron a quebrarle la voz. —Yo no voy a dejar que lo que me hizo Lucas, cambie mi forma de pensar. Yo sigo pensando que con la persona indicada, el amor es lo mejor que tiene la vida.


Entre todas la abrazaron mientras se desahogaba llorando.


A media mañana, les golpearon la puerta. Era uno de los encargados del lugar.


—Buenos días. Hay un caballero abajo, se llama Pedro. – Paula se levantó rápido.


—Si, está con nosotras. – marcó en su teléfono y lo llamó.


—Bonita, buenos días. – le dijo.


Ella le sonrió abiertamente y le contestó.


—Buenos días. – sus amigas la seguían con la mirada, pero ella no lo había notado.


—¿Cómo está tu amiga? – preguntó.


—Bien, recién hace un rato que nos levantamos. – ellas le hacían señas, pero no entendía.


—¿Y vos como estás? – habló más bajo, en un tono que le pareció más… íntimo. —¿Cómo pasaste la noche?


Ella sonrió nerviosa y se paró para empezar a caminar de un lado al otro con el teléfono.


—Bien, perfecto. – hizo una pausa y para que no la escucharan, se alejó. —Aunque me hubiera gustado estar con vos.


El se rió.


—A mí también me hubiera gustado… – soltó el aire con fuerza. — Me la pasé pensando en vos…


Su corazón se agitaba violento. En cualquier momento se le salía del pecho. Se derretía cada vez que le decía ese tipo de cosas. No estaba acostumbrada…


No pudo responderle, se había quedado sin aire. Sus amigas la interrumpieron a los gritos.


—Decile que suba. – le insistían. —Dale, que queremos hablar con él. Así me distraigo. – presionó Gaby.


—¿Querés subir? – le sugirió ella.


—¿Segura? ¿No voy a molestar? – dijo inseguro.


—Para nada. – dijo al verlas ansiosas. Les hizo señas en silencio para que se calmaran y se empezaron a reír.


—Ahora subo. – se rió el también. —Se las escucha mejor que ayer…


Cortó la comunicación con manos temblorosas, y algo acalorada.


—Ojo con lo que le dicen. – les advirtió.


—Awww. – dijo Gaby enternecida. —Te re importa. Dejá de
hacerte la fría, Paula.


—Shh! – las hizo callar cuando golpearon la puerta.


Y ahí estaba él. Parado fuera en el pasillo con un bandeja de
desayuno y varias tazas.


—Me dijeron que no habían comido. – se encogió de hombros, y ella lo hizo pasar sonriendo.


Las chicas lo saludaron y lo ayudaron a acomodar las cosas en una mesita indicándole que se sentara.


El solo sonreía nervioso, y se veía adorable.


—Había otras cosas para comer, pero se que vos y Paula comen sano. – señaló las tostadas mirando a Gaby.


—No me va a venir mal hacer un poco de dieta. – dijo Caro
encogiéndose de hombros. —Así después tu amigo no me destruye en el gimnasio.


Todos se rieron.


—Gracias Pedro. – dijo Gaby sonriéndole. —Por todo.


El negó con la cabeza y le devolvió la sonrisa.


—Para lo que necesites, en serio. Me podés llamar, a mí o a los chicos. – miró a sus amigas. —Eze y Agus mandan saludos. Llamaron hace un rato.


—Que diviiiiiiinos. – dijo de nuevo enternecida Gaby. —¿Por qué no me cruzo con hombres así? ¿Ah? – preguntó casi protestando


—El innombrable también era divino, y después mirá. – dijo Muriel levantando una ceja. —Son todos iguales, unos hijos de puta. – vió que Pedro se reía sin responder. Estaba en clara desventaja al ser minoría.


—No creo que sea cosa de género. – dijo pensativa Caro.


—Hay mujeres que son unas hijas de puta también. – agregó Paula por lo bajo.


Pedro, que no se había dado cuenta de ese comentario, dijo.


—Vos pensá que sea como sea, te salvaste. Mejor zafar ahora, que darte cuenta de acá a diez años que el tipo es un hijo de puta. – la consoló.—Vos sos preciosa, y super simpática. Te mereces algo mejor.


Ella se quedó mirándolo.


Eso también servía para describirlo a él. Y sin dudas merecía mucho mejor que lo que ella podía darle.


Gaby, emocionada por sus palabras le volvió a sonreír.


Cuando terminaron de comer, Pedro las llevó a casa de Paula y se despidió de todas cariñosamente.


Esperó a que las demás entraran, y se volvió para saludarlo en privado.


Se paró frente a él y con una sonrisa tímida le dijo.


—Te tengo que agradecer por todo lo que hiciste por nosotras estos dos días, Pedro. – acercándose más, lo besó en la comisura de la boca. — Gracias.


El sonrió y la sujetó por la cintura.


—No hace falta que me agradezcas. – le devolvió el beso. —Ya sabés por qué lo hago… aunque no te lo diga… – ella lo interrumpió de manera cobarde.


—Es verdad. Es mejor, no me lo digas. – y volvió a besarlo. 


Esta vez en la boca, de manera lenta y profunda. El suspiró y la abrazó más.


El calor de su abrazo, junto con la dulzura de sus besos, la hacía olvidar en donde estaba.


Volviendo en si, se separó despacio de él y lo miró a los ojos.


—Hoy no voy a ir a la empresa. Me voy a quedar con mis amigas. – se aclaró la garganta y se puso seria. —Voy a llamar para avisar.


El asintió y la soltó.


—Te llamo a la noche. ¿Si? – preguntó inseguro.


—Te llamo yo. – contestó antes de alejarse y entrar.


Podía ver en sus ojos que estaba confundido por sus cambios de humor. Sabía que era por lo que él había dicho.


Esperó a que ella entrara al edificio y arrancó el auto para
marcharse.






CAPITULO 61





Afuera había oscurecido, y Gaby de a poco se despertaba. 


Se veía vestida de novia, y volvía a llorar hasta de nuevo dormirse. Se habían turnado para abrazarla, pero ninguna le decía pavadas como que todo iba a estar bien, o que no tenía importancia. No era eso lo que necesitaba escuchar.


Aunque no quería mover ni un músculo, entre ella y Caro, le habían cambiado la ropa con cuidado para que estuviera más cómoda.


Le habían ofrecido comida, pero se había negado.


Su teléfono vibró con la entrada de una llamada, y se alejó apenas para no molestarla.


Pedro. – dijo reconociendo el número. —Perdón, se hizo muy tarde. Vayan. – agregó espantada mirando la hora.


—No te hagas problema, bonita. ¿Cómo está tu amiga? – preguntó preocupado.


—Mal. Me parece que vamos a pasar la noche con ella, y mañana la llevaremos a casa. – se acomodó el pelo.


—Está bien. – dudó por un momento. —¿Comieron? Les puedo subir algo de comer…


Ella sonrió involuntariamente y le contestó.


—Ya comimos, gracias. – se paseó con el teléfono pegado al oído.
Le hubiera gustado agradecérselo en persona. —Andá Pedro. En serio, nosotras nos vamos a quedar a dormir con ella, y mañana a primera hora nos vamos.


—Bueno. – dijo poco convencido. —Las puedo venir a buscar.


Habían ido en su auto, así que de hecho, era una muy buena idea.


Sonrió todavía más mientras le contestaba.


—Dale. – se mordió los labios pensando en como quería morder los de él. —Gracias, de verdad.


—¿Te puedo pedir algo? – dijo en tono bajito y juguetón que la hacía pensar que sonreía de esa manera que a ella la enloquecía.


—Claro. – susurró.


—¿Me das un beso antes de que me vaya? – preguntó en tono bajo pero ronco. Una corriente de electricidad la recorrió enviando oleadas de calor a su cuerpo.


Se rió y contestó.


—Si, ya bajo.


Pero cuando estaba por agarrar la puerta, escuchó dos golpes. Abrió y ahí estaba, parado, todavía sujetando el teléfono cerca de su rostro.


Lo cortó y la tomó de la mano para que salieran al pasillo.


Una vez solos, la arrinconó contra la pared y le tomó el rostro con las manos mirándola y la besó.


Sus labios se movieron, acalorados contra los de ella. Casi
desesperados.


Suspiró abrazándolo por el cuello, acercándolo más y los dos gimieron. Sentía su cuerpo contra el suyo, pegándose a la pared. Tiró de su cabello haciéndolo sonreír.


Escucharon que la puerta se abría y se separaron un poco
recuperando el aliento. Su amiga Caro los miraba con una sonrisa pícara.


—Paula, Gaby se despertó y quiere hablar con nosotras. – saludó Pedro con la cabeza y se quedó mirándolos.


Pedro volvió a tomarle el rostro, pero esta vez le dio un rápido y corto beso de despedida.


—Hasta mañana, bonita. – le dio un beso más. —Llamame
cualquier cosa.


Ella asintió sonriendo y lo vio partir.


Se volvió para mirar a Caro, que de nuevo se reía y entraba a la habitación divertida, pero sin hacer comentarios.






CAPITULO 60





Pedro y sus amigos, se habían encargado de que no quedara nadie dando vueltas en la fiesta y todo ahora estaba más tranquilo.


Gaby dormía tranquila, todavía vestida de novia, dándole la mano a Muriel, que se había quedado dormida también, mientras la consolaba.


Se había puesto a hojear una revista cuando notó que Caro le hacía señas para hablarle.


—Que divino que es Pedro. – le susurró sonriendo con una mano en el pecho. No querían que su amiga se despertara. —Se quedó abajo esperándonos.


—Si. – contestó ella, sonriendo también. —A veces pienso que es demasiado bueno.


—No te entiendo. – dijo su amiga.


—Tengo miedo de lastimarlo. Vos sabes como pienso… – dijo aprovechando que las otras dos dormían.


Caro sabía que ella había tenido una relación difícil antes que la había marcado. Y aunque no conocía los detalles, tenía una idea general de los hechos.


—Sé que no crees en el amor. – asintió. —Y sé que tu ex tiene mucho que ver en eso.


Paula asintió.


—No vas a ser la primera a la que dejan… a mi me dejaron muchas veces, y muchas veces dejé. – dijo pensativa. —¿Pensas que con Pedro también va a terminar así? ¿Es eso?


—Mi ex era un hijo de puta, Caro. Pero yo era… – dudó. —O soy como él. Incapaces de tener una relación normal.


—Noo, gorda.. – su amiga se movió más cerca para abrazarla. — ¿Por qué decís eso?


Paula miró a sus amigas dormir y luego a Caro.


La angustia que venía sintiendo tal vez se iría si podía decírselo a alguien. Era ahora o nunca.


De sus tres amigas, la única que no se infartaría con los sucesos de su vida, sería ella. Suspiró.


Y se dejó ir.


Le confesó todo.


Desde aquella primera vez con su ex, el club, los bares, todo. No se dejó nada adentro. Le contó como había terminado su primera relación y como la había marcado. De Juan y de cómo se habían conocido. De la mentira que venía creando para todo el mundo a lo largo de todos esos años. 


Era otra versión de la realidad.


Y Caro no podía creerlo. No sabía que decir. Era como estar
mirándola por primera vez.


Pero como buena amiga que era, no se preocupó por su reacción ni en que no había sido sincera con ella todo el tiempo. Se concentró en que la necesitaba, y había algo que la estaba haciendo sentir mal.


—¿Pedro sabe todo esto? – susurró.


Ella asintió sintiéndose varios kilos más liviana.


—¿Y por qué decís que no podes tener una relación normal? –preguntó sin entender.


—¿Me escuchaste recién? – se rió amargamente. —La gente como yo, como mi ex… nosotros... Necesitamos toda esta mierda. No es normal. – suspiró. —Yo no lo soy.


—¿Nunca hablaste de esto con nadie más que tus parejas, no?


Ella negó con la cabeza.


—Yo no creo que sea así. No tiene nada que ver …tus
preferencias… sexuales.


—No siento nunca nada, Caro. No puedo corresponderlo. – se encogió de hombros. —Con Juan siempre todo giró alrededor del sexo. Nunca lo quise, ni él a mí. Así como mi ex no me quería.


—Y vos pensas que Pedro va a sufrir. – frunció el ceño.


—Me dijo que estaba enamorándose de mí. – contestó cerrando los ojos por un momento.


—Wow. – susurró apenas más fuerte y se tapó rápido la boca. —¿Y a vos no te pasa lo mismo?


Ella la miró, y después de pensarlo, le contestó.


—No.


Caro asintió, pero le volvió a preguntar.


—¿No te pasan cosas con él? – entornó los ojos.


—Si… me gusta. O sea, si me pasan cosas. – dudó sin saber como contestar. —No como a él. No es lo mismo.


Quería encontrar las palabras más indicadas, pero no le salía y su amiga la interrumpió.


—¿Se lo dijiste?.


Ella negó con la cabeza.


—¿Por? – la cara de Caro era la de una persona que no entendía nada. No le cerraba.


—Porque… – se calló para procesar la respuesta. —Porque no quiero perderlo. – suspiró pensando en como la afectaba esa posibilidad.


Pedro le gustaba. Quería seguir viéndolo, quería seguir acostándose con él, despertarse a su lado… escucharlo decirle “bonita” o “sos hermosa”… hasta quería seguir yendo al Burger con él.


Su amiga se rió sin decirle nada, y negó con la cabeza mientras la miraba.


—¿Qué? – quiso saber.


—Nada. – le sonrió con ternura. —Dale una oportunidad a ese morocho de ojos celestes… no te vas a arrepentir.


La miró sin comprender el por qué de las risas, y le cambió de tema antes de empezar a desesperar.


—¿Y vos con Ezequiel? – sonrió levantando una ceja.


—Me encanta. – se mordió el labio como cuando era más pequeña. —Lo quiero para algo serio… y no sé si es lo que él está buscando.


—¿Querés que te averigüe? – le ofreció.


Asintió y dio saltitos como una niña de emoción.


Se rieron mientras le contaba todos los detalles de esa nueva relación que estaba recién empezando. Hacía mucho que no veía a su amiga de esa manera.


Después de un rato de silencio, vio que su amiga se reía.


—Todavía no puedo creer que te hayas guardado semejante
secreto….


Las dos se rieron.