La chica salía de su cuarto y estaba vestida solo con un shortcito de pijama y un corpiño azul ínfimo. Estaba tan incómoda que quería salir corriendo. No sabía como hacer para mirar a otro lado… y más cuando sus ojos acababan de clavarse en uno de sus costados, arriba de su pequeña
cintura, y en letra cursiva, el nombre del hombre que ella había estado besando segundos antes.
Sin poder enfocar los ojos en otra cosa, palpó con las manos el sillón hasta alcanzar su remera y se la puso rápida como un rayo.
No podía ser su signo del zodíaco. Eran muchas coincidencias. La chica se había tatuado el nombre de él.
Por Dios, que fuerte.
El buscaba también su remera y la miraba como si hubiera visto un fantasma.
—¿Qué hacés acá? – preguntó nervioso.
—Tenía ganas de verte. – dijo ella poniendo una mano en su cadera. —Tenía ganas de estar con vos. – soltó el aire con una especie de risa indignada. —Te quise sorprender, porque desde que cortamos no parás de llamarme, y mirá. – los señaló. —Vos me sorprendiste a mí.
Oh por Dios. Demasiada información.
Se paró y sin esperar a nada más, salió corriendo por la puerta.
—¡Paula! – gritó él corriendo por el pasillo para alcanzarla. —No te vayas, por favor.
—Tienen mucho que hablar. – dijo mirando ansiosa la puerta del ascensor que todavía no llegaba.
—Ey. – le dijo acercando su rostro al de ella. —La llamé porque cortamos muy mal… no quería lastimarla. – le explicó. —Nunca me imaginé que después de un mes sin cruzar una palabra iba a aparecer así…. – cerró los ojos. —Me había olvidado de que tenía llaves todavía.
Maldito. Le creía cada palabra y por más que quería, no podía enojarse con él.
Asintió despacio.
—Igual me parece que tienen que charlar. Yo no tengo nada que ver acá. – sonrió todo lo que pudo. —Mañana podemos vernos.
—Si tenés que ver. – la miró frunciendo las cejas. —Yo estoy con vos, no con ella. – la tomó por el rostro. —No quiero que te vayas. – con los ojos le rogaba que se quedara, pero el momento se había roto.
Ese tatuaje había sido como darse un golpazo contra la pared, y todavía le duraba la conmoción.
—Prefiero irme Pedro. – al ver su tristeza, lo abrazó por la cintura, y suavizando el tono, le dijo. —Mañana te preparo algo rico para comer. – y lo besó.
El la abrazó también y acariciándole la mejilla con la punta de su nariz, suspiró cerrando los ojos.
—Perdoname, bonita. Había sido todo tan… perfecto… – ella se rió y asintió.
—Y me encantó. – lo volvió a besar. —Menos la parte de ver a tu ex casi desnuda saliendo de tu habitación… pero todo lo demás fue… hermoso.
El bajó la cabeza lamentándose.
—Hasta mañana, bonito. – le dijo soltándose y entrando al ascensor que por fin estaba en su piso.
—Hasta mañana. – contestó viendo como se iba y saludándola con la mano. Parecía inmensamente decepcionado.
Apenas se quedó sola, cerró los ojos y maldijo en todos los idiomas.
Entendía que él quisiera hablar bien con ella, que quisiera arreglar su situación, que quisiera cuidarla… después de todo habían sido pareja y la chica lo había ayudado en momentos difíciles de su vida. Eso hablaba bien de él. Pero ¿En serio? ¿Justo esa noche? ¿Justo en ese momento? Y lo
más importante de todo… ¿Tenía que tener ese cuerpo?
Nunca había sido insegura… ¿Qué le pasaba?
En serio, todo eso no puede ser natural, pensó. Tiene que tener cirugías… Se fue a su casa pensando en que estarían hablando esos dos. Y en qué términos…
****
Que mala puntería había tenido. Había tenido intenciones de contarle que las cosas iban más en serio con Paula, pero no había podido. Cuando ellos dejaron de hablar, él recién la estaba conociendo.
De todas maneras, su ex ahora sabía que se estaba enamorando de otra…
—Igual vine a verte como amiga. – le dijo sollozando. —Bueno, obvio también quería sexo. – se miró, con la poca ropa que traía y rió haciéndolo sonreír. —Pero quería charlar un rato.
El sacudió la cabeza riendo y se sentó cerca de ella.
—Podes considerarme tu amigo. – le dijo mirándola a los ojos. — ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás así?
No había que ser muy inteligente para darse cuenta de que había estado tomando más de la cuenta y por su perfume, también fumando algo.
—Es mi papá. – rompió en llanto. —Está amenazando con dejarnos sin un centavo… ya no se hablan con mi mamá.. – se secó con una mano las lágrimas. —Me echó de casa.
No sabía que tenía esa chica cada vez que lloraba, que hacía que su pecho se estrujara de manera dolorosa.
Angustiado, la abrazó y la dejó llorar un rato.
—Te podés quedar acá todo lo que quieras. – le ofreció.
Ella se rió y puso los ojos en blanco.
—Gracias. – lo empujó cariñosamente por el hombro. —Pero tu novia me va a arrancar todos los pelos de la cabeza.
El también se rió.
—Paula no es así. – ella lo miró con atención.
—Estás enamorado… – dijo pensativa. —Me alegro por vos.
El sonrió sin saber que decir. Ahora no podía ponerse a pensar en todo lo bueno que tenía su vida, cuando la de ella se estaba desmoronando.
—Deberías hablar con alguien. – sugirió preocupado, sabiendo que a ella, las crisis la llevaban a estados peligrosos. Ya había pasado por unas cuantas depresiones y había llegado a estar medicada, pero para no recordárselo, buscó de decírselo con palabras suaves.
—Estoy tomando pastillas otra vez. – dijo ella misma. —Y estoy yendo al psicólogo… desde hace unas semanas.
Su corazón se hundió rogando que no tuviera él nada que ver con esa decisión.
—Me parece bien. – volvió a abrazarla. No debería tomar alcohol con los medicamentos, pensó en seguida… pero no era momento de regañarla. —Para lo que necesites ya sabés que estoy. Y en serio te digo, podés quedarte acá.
—Mmm… primero hablalo con ella. ¿Paula se llama? – él asintió. —Primero hablalo con Paula. ¿Si?
—¿Y esta noche? – la miró serio. Al ver que no contestaba, le dijo.
—Te quedas, yo duermo en el sillón.
Ella asintió con lágrimas en los ojos y tras un largo abrazo, se fue a dormir.
Se sentía mal por Soledad. No le gustaba para nada verla así… Tenía culpa por haber discutido un mes antes, justo en el momento que estaba viviendo.
Y sobre todas las cosas, se sentía frustrado.
Se suponía que en ese momento tendría que haber estado con Paula, disfrutando de ese primer mes que cumplían.
Gruñó.
Ella había bajado por completo sus barreras y por primera vez estaba hablando de sus sentimientos.
“Nunca me había pasado esto con nadie”… le había dicho.
Se dio vuelta para poder dormirse pero no pudo.
Se preguntó si sería muy tarde para mandarle un mensaje
haciéndole saber que pensaba en ella…
Si, era tarde.
Se tapó hasta la cabeza y se dejó ir, soñando con ella. La
protagonista de todos sus pensamientos.
Que bolonqui se armó, espectaculares los 5 caps.
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