miércoles, 6 de mayo de 2015

CAPITULO 70



Pasaban los días y cada vez estaba más enganchado.


Salían a comer, iban a eventos, salían de fiesta, pero también tenían sus momentos de más tranquilidad en donde solo querían quedarse en el sillón de su casa abrazados mirando alguna de todas las películas que Paula nunca había visto, y quería ver.


De hecho, había empezado a leer algunos de los libros que tenía pendientes, con él.


Era raro, y era la primera vez que lo hacía, pero le encantaba.



Se acostaban juntos, y abrazados, leían el mismo libro. Era íntimo, y tan estimulante como cualquiera de las cosas que hacía con ella.


Todavía había situaciones que la ponían nerviosa. Como por
ejemplo el día que encontró una de sus maquinitas de afeitar en el baño. La había escondido con cuidado, pero ella de todas maneras la había encontrado.


Cerró los ojos lamentándose, mientras escuchaba como ella se volvía loca.


Espero a que terminara y le dijo.


—Paula, no te estoy invadiendo. Es una maquinita, nada más. – dijo levantándola para hacérsela ver. —Es una cuestión práctica. De acá me voy a la oficina, y allá me queda incómodo llenarme la cara de espuma y afeitarme. – se explicó.


Ella se quedó callada, tal vez dándose cuenta de que no estaba siendo justa.


Dejó pasar unas horas y volvió hasta donde él estaba, y más
tranquila, le dijo.


—Podés traer todas las maquinitas que quieras. – suspiró. 
—Pero no me las escondas. ¿Si? – él asintió. —Perdoname. – lo miró fijo con esos ojos verde esmeralda, y a él se le vino el mundo abajo.


Le sonrió, y tomándola de la cintura asintió olvidando por completo la discusión. Se abrazaron y se quedaron así por un buen rato.


A pesar de que todavía se ponía ansiosa ante ese tipo de cosas, tenía que reconocer que habían hecho un gran avance.


Las semanas pasaron y finalmente ese viernes se cumpliría un mes entero desde que estaban juntos. Sabía que era arriesgado, pero tenía ganas de hacer algo lindo para festejarlo.


No podía esperar.



****


Esos días con Pedro habían sido maravillosos. Podía sentir como de a poco empezaba a relajarse con todo el asunto de la casi convivencia, y de su casi relación.


Ese viernes se cumplía un mes desde que todo había comenzado, y aunque ninguno había hecho mención al asunto, ella venía recordándolo desde hacía unos cuantos días.


Estaba inquieta.


Cómo le hubiera gustado ser una chica normal, y estar ansiosa por esa fecha… esperando que él le dijera como se sentía, y pudiendo ser capaz no solo de sentir esas cosas, si no también de decirlas.


Pero no.


Ella estaba aterrada, rogando que no se le ocurriera recordar lo del mes, y que no se pusiera sensible… porque podía agarrarle un ataque.


Esa tarde, como contestando a sus preguntas, le dijo.


—Este viernes no hagas planes. – dijo entusiasmado aunque
simulando tranquilidad. —Salís conmigo.


Ella le sonrío, aunque por dentro gritaba.


Estaba a punto de inventarse una excusa para no poder, algo relacionado con la cantidad de trabajo que tenía… no era necesariamente una mentira… Pero entonces lo miraba a los ojos.


Esos preciosos ojos celestes ilusionados que no podían esconder sus emociones, y su corazón se estrujaba. Maldito chico… pensó. La debilitaba su dulzura.


—Dale. – volvió a sonreír. —¿A dónde vamos a ir? – quiso saber.


—Es una sorpresa. – le dijo sonriendo y la besó.


Dos días después, esa cita era en lo único en lo que podía pensar. Se estaba volviendo loca.


Todos en su trabajo pretendían que estuviera con todas las luces. Se acercaban fechas importantes y tenía que ocuparse de miles de actividades diferentes, y justamente ahora, no podía ni con una.


Había intentado descargarse con sus amigas, pero estas estaban todavía en Córdoba, acompañando a Gabriela, quien estaba mucho peor. Al lado de lo que le había pasado a ella, lo que su cita eran estupideces.


Respiró profundo y trató de sacar su lado más racional y práctico.


Se concentró en las reuniones, y trató de mantener la cabeza en eso por unas horas.


Pedro la notaba rara, pero no le decía mucho. La verdad es que a él también lo había notado raro.


Estaba más inquieto que de costumbre, y eso la aterraba.


Esa noche estaban abrazados en el sillón de su departamento después de cenar mientras miraban una de esas series del cable de acción que tanto le gustaban a él, y ella miraba fijo la pared sin ver nada.


—Ese es el actor que te decía el otro día. – dijo sobresaltándola. — ¿Todo bien? – agregó sonriendo al ver su reacción.


—Si. – contestó rápido. —Me estaba quedando dormida y me asusté. – mintió.


—Ohh, perdón. – dijo besándole la frente. —Vamos a dormir.


—Nos quedemos un rato más acá. – sugirió abrazándolo. Si se iban a dormir, se la pasaría mirando el techo con los ojos abiertos y la cabeza dándole mil vueltas. Por lo menos así, el ruido del tele apagaba un poco sus odiosos pensamientos.


—Mmm…– le acarició la espalda. —Vos dormite y yo después te llevo.


Ella asintió y lo besó en el pecho quedándose muy quieta.


Realmente esperaba que no fuera capaz de escuchar su corazón latiendo a toda carrera.


Finalmente el día había llegado.


Era viernes.






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