miércoles, 6 de mayo de 2015

CAPITULO 72





Le hizo gracia descubrir que iban a cenar en una pizzería. 


Una de las mejores, pero de todas formas…


El insistía que esa no era la sorpresa, pero le había encantado. La música sonaba fuerte y apenas podían hablar. 


Así que se dedicaron a comer


y a besarse en cada oportunidad que tenían.


La estaba pasando genial.


Apenas terminaron de comer, Pedro pidió una cerveza. Era su idea de brindis. Cualquiera hubiera pedido champan. Pero no él.


Y esa era una de las razones por las que ahora su panza estaba hecha un nudo y no podía parar de sonreírle.


—Estás hermosa. – le dijo al oído. —Te quiero comer a besos… en todas partes… – tenía la piel de gallina.


—Y vamos a casa... – sugirió ella besándole el cuello cerca de la oreja.


—Todavía falta lo mejor. – la besó en los labios muy despacio. — Bueno, lo mejor viene más tarde, pero todavía falta la sorpresa.


—Me estoy muriendo. – dijo entre risas. —Quiero saber… –
insistió casi haciendo pucheros.


El miró su reloj, y la tomó de la mano para llevársela de ahí.


Estacionaron frente a uno de los boliches más conocidos, y le llamó la atención la cantidad de gente que había.


Siempre había mucha gente en ese lugar, pero esa noche era ridículo.


Entraron apenas un amigo de Caro les hizo señas y los ubicaron en los mejores lugares.


Aparentemente habría un espectáculo. Y ellos estaban en uno de los palcos más cercanos al escenario. Les pusieron una pulserita en la muñeca y les sirvieron unos tragos.


Lo miró impresionada y él le sonreía travieso.


—Pareces un nene. – se rió. —¿Por qué te reís así?


—Porque te va a gustar la sorpresa. – dijo asintiendo de manera misteriosa.


Las luces se apagaron y empezó a sonar la banda.


Babasónicos.


Lo miró con la mejor de sus sonrisas y le dijo casi a los gritos.


—No te puedo creer… – él la abrazó por la espalda y se pusieron a ver el show mientras se movían con la música.


Sonaba “Irresponsables”.


Nunca había ido a ver a una banda en vivo y estaba tan emocionada, que no dudó en cantarse todas las canciones, y bailar con Pedro encantada.


—Gracias. – le dijo abrazándolo por el cuello. —Me encantó la sorpresa… me encantó todo. – dándole besos agregó. —Me encantás vos.


El la besó con más fuerza, tomándola del cuello, y sonriendo le contestó.


—Vos también me encantás. – contestó mirándola emocionado.


Era el momento perfecto.


Las canciones iban pasando, y ellos, en su propia burbuja, cantaban y bailaban. En las más románticas solo se mecían comiéndose a besos.


Tenía el corazón revolucionado.


Fueron al departamento de él, que quedaba más cerca, como aquella primera noche, y entre besos, fueron a parar al sillón.


Tiró de su remera hasta sacársela y ella hizo lo mismo con la suya.


Lo deseaba con locura.


Se separaron para mirarse y ella se mordió los labios pensando en las cosas que estaba sintiendo en ese momento. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Tal vez porque nunca las había sentido.


Como pensando en voz alta, dijo.
—Nunca me había pasado esto con nadie. – él le sonrió
acariciándole las mejillas.


—A mí tampoco… – le contestó él. Levantándola en brazos, la sentó en su regazo a horcajadas recorriéndole la espalda con las manos.


—¿Pedro? – la voz de una mujer los interrumpió, y a ella la hizo saltar de donde estaba y taparse con un almohadón. 


Pero la cara de él era un poema.


—¡Soledad! – gritó con los ojos abiertos como platos.





No hay comentarios:

Publicar un comentario