Se despertó con un dolor de cabeza que lo hizo apretar los ojos y arrugar la nariz. ¿Qué había pasado?
De a poco imágenes de la noche anterior empezaron a volver a su mente.
El crucero, la cena, los tragos… su broma.
Se tapó la cara con ambas manos y tomó aire de golpe.
¿Cómo se le ocurría hacer algo así? Nunca volvería a tomar más de la cuenta con Paula cerca… ¿Justo esa bromita tenía que hacerle?
La verdad es que él se hubiera casado con ella en ese mismo instante… si es que al pedírselo realmente, no fuera a infartarse.
Había estado muy mal.
Y ahora tendría que reparar el error de alguna manera.
Se dio vuelta apenas, y la observó.
Dormía tranquila a su lado, con una mano apoyada
descuidadamente cerca de él.
Se la sujetó suavemente y tras acariciar muy despacio su piel, se la besó.
¿Alguna vez estaría lista para dar ese paso?
****
Sonriendo casi automáticamente se sentó en la cama en donde Pedro, como había sido su costumbre siempre, le llevaba el desayuno.
—Buen día, bonita. – le dijo sonriendo, aunque algo extraño.
Nervioso.
—Buen día. – le respondió estirándose para darle un beso en los labios.
El se lo devolvió, acariciando su rostro.
Lo miró con más atención, porque sus ojos revelaban todo tipo de sensaciones. Incluso miedo.
Casi respondiendo a su pregunta no formulada, él achinó los ojos y le tendió lo que tenía en una de sus manos.
Una rosa rosada.
—Perdón. – le dijo apenado. ¿Y cómo no lo iba a perdonar si era así de dulce? Tomó la flor y se la acercó al rostro para sentir su perfume… mmm… Pero… ¿Por qué era que lo tenía que perdonar? —No te tendría que haber hecho esa broma, me desubiqué… – siguió diciendo.
Ahhh… la broma, recordó.
Ella se mordió el labio y le contestó.
—Está todo bien, Pedro. – y acariciando su mejilla, agregó. —Perdoname vos a mí por salir corriendo de esa forma.
No pudo evitar que al acordarse, se le escapara la risa.
Había sido ridículo.
La miró descolocado.
****
Desesperado se había levantado para buscar el desayuno y una florería en donde vendieran rosas rosadas para rogarle que lo perdonara por la que se había mandado… imaginando que iba a armarse tremendo lío.
Y no.
Ella se reía relajada.
El corazón le iba a mil por hora. ¿Qué quería decir eso?
Chequeando su reacción, bromeó.
—Menos mal que no te hice la broma en el barco, o te tirabas y volvías nadando… – ella se rió haciéndolo sonreír también. —Sea como sea, no era el momento… para ese tipo de chistes. – dijo poniéndose más serio.
Sin poder evitarlo, notó el doble sentido de sus palabras, y esperó que ella también lo hiciera. No era el momento para hablar de casarse… todavía.
La miró intensamente, esperando que respondiera.
—No, no era el momento. – contestó ella seria también y
devolviéndole la mirada.
Lo había entendido, y siguiendo en esa conversación en código, él preguntó.
—¿Alguna vez va a existir ese momento? – quiso saber, consciente de que se estaba jugando todas las fichas que tenía.
Ya el doble sentido no era tan sutil.
Ella sonrió y bajando un poco la mirada, asintió en silencio.
O tal vez se lo había imaginado.
Su cabeza dejó de funcionar.
Rápidamente lo hizo reaccionar diciendo.
—No hablemos de eso. – se tapó los oídos como una nena pequeña.
El se rió, y la abrazó haciéndola caer recostada de nuevo en la cama. Obviamente con la bandeja allí apoyada se había hecho un desastre.
Se quedó muy quieto.
No había sido una buena idea… ella tenía reglas y todas esas cosas a la hora de nunca, pero NUNCA llevar comida al cuarto.
La miró esperando ver sus ojos verdes oscuros de cuando se enojaba y esperando escucharla insultar también.
Ella se miró y notó que estaba empapada de jugo de naranja helado.
Lo miró sorprendida y mordiéndose el labio, tomó el otro vasito que todavía quedaba en pie y se lo vació en la cabeza.
Se quedó sin aliento por un segundo, en contacto con el líquido frío y después reaccionando, le preguntó.
—¿Qué haces? – entre risas.
Ella se rió también y lo besó. Estaban pegajosos, pero no importó.
Aprovechando su distracción, tomó una de los cupcakes y
separándose apenas para mirarla, se lo estampó en la nariz.
Abrió los ojos y tras sonreírle de manera perversa, se acercó y comenzó a desparramarle crema por el rostro, rozándolo.
El se rió y movió la cabeza de modo que en pocos segundos los dos estaban manchados.
—Mmm… – dijo ella mientras saboreaba sus labios y pasaba la lengua por los suyos.
No sabía si se lo proponía, pero cada cosa que hacía siempre era enloquecedoramente sexy.
La besó y tomándola por la cadera, la acercó a su entrepierna todo lo que pudo.
Ella gimió contra sus labios y acomodándose sobre él le devolvió el beso con la misma fuerza.
Le encantaba la ropa que usaba para dormir. Nunca la había visto con algo que no fuera lencería fina. Sus dedos se deslizaban por el satén sintiendo por debajo el calor de cuerpo, y se enredaban en el encaje, en donde se traslucía su pálida piel.
En un instante, estaban respirando con dificultad, casi entre
jadeos… perdidos en el otro.
Sin pensarlo si quiera, le levantó la tela del pequeño camisón y la azotó con fuerza. Con toda la palma de la mano.
Ella gimió y jalándole el cabello de la frente, movió su cabeza para besarle el cuello salvajemente.
Paso el dedo pulgar por el elástico de su ropa interior y haciendo presión, se la arrancó.
Así como le gustaba admirarlas… le gustaba mucho más sacárselas.
Ella sonrió y comenzó a mover la cadera buscándolo.
Luchando, como siempre hacían, por tener el control… la tomó por la cadera y la dio vuelta colocándola por debajo de él.
Se sacó la ropa interior también, y la apretó contra el colchón
escuchándola suspirar al sentir el contacto de sus cuerpos desnudos. Ella se retorcía en su lugar, pero mucho no podía hacer.
Clavó una de sus rodillas en la cama para hacerse lugar entre sus piernas y entonces sintió una de sus manos envolviendo su miembro, sujetándolo firmemente.
Fue solo un instante, pero lo distrajo.
Y aprovechando que él había cerrado los ojos y había aflojado la fuerza de su agarre, se dio vuelta, y se trepó por sobre él.
Le sostuvo las muñecas encima de su cabeza y lo miró sonriendo.
El levantó una ceja, y divertido también la envolvió con sus piernas trabándola de manera que no se pudiera mover.
Muerta de la risa, y haciendo uso de todo el peso de su cuerpo, que no era mucho, los dio vuelta quedando de costado, al borde de caerse de la cama, así enredados como estaban.
—¿Y ahora? – preguntó riendo.
El la miró y no pudo resistirse… así, despeinada, sonrojada por las risas, y llena de crema del cupcake era una de las cosas más lindas que había visto.
Desconcertándola, tomó su boca con desesperación, devorando sus labios con desenfreno.
El poder ir de la risa a esto otro, era tan fuerte, y los llenaba de tanta adrenalina, que era algo explosivo. Era tan grande el amor que sentía por ella que lo sobrecogía.
La volvió a su lugar, sentándola sobre él y sonriendo, le dio a
entender que ella era la que mandaba.
Paula tomó las manos de él y se las llevó a la cadera para que la sujetara. Sin perder el contacto con sus ojos, se levantó apenas y fue bajando sobre él, tomándolo muy lentamente.
Suspiraron fuerte los dos, quedándose quietos por un momento, comiéndose con la mirada.
En ese brevísimo silencio en que por fin estaban conectados, y eran uno solo…
Siempre se quedaba… absolutamente cautivado. Y había sido así siempre, desde la primera vez.
Ella se agachó cerca de su cuerpo y tomándolo con ambas manos por el rostro, le susurró.
—Me hizo muy feliz que vengas a buscarme. – lo besó muy
despacio, con dulzura. —Nunca me voy a olvidar de estos días…
El apretó su agarre y comenzó a moverse debajo de ella mientras le respondía.
—Yo tampoco me voy a olvidar... – gimiendo, ella cerró los ojos, lo volvió a besar y se unió a su ritmo.
Se habían quedado abrazados, en un silencio cómodo, respirando ahora de manera más calmada hasta que ella de la nada, comenzó a reírse.
El la miró curioso.
—Deberíamos bañarnos… Está todo pegajoso – él arrugó la nariz y se movió incómodo riéndose también.
—Y probablemente deberíamos irnos así limpian todo esto. – ella asintió y se levantó de a poco todavía riendo.
La cama era un desastre. Todo el desayuno estaba desparramado en las sábanas y la bandeja, que después de un rato había terminado por caer al piso, manchaba la alfombra. Les saldría bastante caro el chiste.
Tenía que recordar pasar y pagar los daños antes de que pasaran por su hotel a buscar sus cosas para volver a casa.
Se levantó también, siguiéndola hasta el baño y la abrazó por la cintura.
Ella sonrió y le acarició los brazos, que quedaban entrecruzados en su panza.
—Estoy hecha un asco. – se rió mirándose al espejo. —Tengo crema en los lugares menos pensados…
El la miró levantando una ceja.
—Me ofrezco a limpiarte, si querés... – haciéndola reír todavía más fuerte, la vio vuelta y empezó a darle besos en el cuello, en el pecho, por todas partes… haciéndole cosquillas.
Su risa era algo contagioso y adictivo…
No podía evitarlo… cada vez que la veía reírse de esa manera tan relajada, su corazón latía más fuerte, y se la quería comer a besos.
Riendo con ella, tomó su rostro y mientras la besaba, le repitió todo lo que la quería.
Se metieron bajo el agua de la ducha y en seguida volvieron a perder el control como un rato antes.
Volver a Argentina iba a ser muy difícil.
Con Soledad fuera de su vida, tendría mucho más tiempo para estar con Paula, pero entre la campaña de la empresa, y ellos viviendo separados, ya no sería lo mismo.
Y ahora no tenía ni la más mínima intención de separarse de su lado.
Qué hermosos los 3 caps. Qué bueno que se reconciliaron!!!!!!!!!!
ResponderEliminarHermosisimos los caps!!! Me eencantaron!! Estoy feliz d.q.se reconciliaron!!! Espero ansiosa los prox caps, bsoo @GraciasxTodoPYP
ResponderEliminarQue alegria.... la fue a buscar y se reconciliación!!! amo esta novela ❤
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