martes, 12 de mayo de 2015
CAPITULO 91
Se había levantado demasiado temprano para un día de fin de semana, pero la verdad es que ya no podía dormir.
Había descansado pésimo porque su cabeza no paraba de dar vueltas.
Las cosas que le había dicho esa chica, la habían afectado tanto que estaba poniendo todo en duda. Tenía la necesidad de ver a Pedro, para que ahuyentara todos esos miedos y esas inseguridades que le nublaban por completo la razón, pero tampoco se había dado.
Justo cuando más falta le hacía, él le había dicho que no podía verla. Se quedaba con Soledad…
Había invitado a sus amigas a almorzar, para despejar un poco la mente, o para que por lo menos le dieran otra perspectiva del asunto, pero solo la habían indignado más.
—¿Qué hace que no la echa? – dijo Muriel casi gritando. —Es una bruja, tenemos que hacer algo. – se dirigió a sus otras amigas.
—No está bien, chicas. – dijo Gabriela, siempre tan compasiva. — Obviamente tiene problemas.
—Va a tener un problema cuando no le queden dientes para
masticar la comida. – dijo Caro. —En serio Paula, no tenés que creerle ni una palabra a esta mina. Yo que vos la hubiera agarrado a las patadas.
Se rió.
—No es la forma. – contestó ella. —Pero te juro que tengo la
cabeza hecha un lío. ¿Y si es cierto? ¿Y si se estaban por casar, y tener un bebé?
—Fue antes de conocerte a vos. – señaló Gaby.
—Preguntáselo. – dijo Mury encogiéndose de hombros.
—¿En qué cambiaría si te dijera que es verdad? – preguntó Caro entornando los ojos.
—En que es muy fuerte. – reflexionó ella. —Uno no hace
semejantes planes con alguien que no quiere… y no creo que la haya dejado de querer de un día para el otro.
—Pero ya te dijo mil veces que la quiere como una amiga… – dijo Gabriela poniendo los ojos en blanco. —Además los hombres un día dicen que se quieren casar, y al otro…. Chau, cambian de opinión.
Todas se miraron sabiendo a qué hacia referencia, y rápidamente cambiaron de tema.
—Yo lo hablaría con él, a ver que te dice. – concluyó Caro.
—No puedo… hicimos un trato. – les recordó.
—Manda a cagar el trato, Paula, por favor. – dijo Muriel —No te podes quedar así.
Ella asintió y siguió escuchando a sus amigas por un buen rato.
Todas estaban de acuerdo que aquí la que estaba causando los problemas era esa chica, que no estaba bien y tenía muchas ganas de arruinar lo que ella tenía con Pedro.
A primeras horas de la tarde, las chicas se fueron y ella recibió un llamado.
Era él.
Le decía que podía desocuparse cerca de las siete, y que iba a su casa. Le sorprendió el tono seco con el que le hablaba. No le había dicho bonita, ni había sido cariñoso como siempre…
Desde hacía unas semanas, siempre se despedía con un “te amo” que, pensaba ella, era su forma de ir de a poco acostumbrándola. Y ahora nada. Ni un beso, ni nada.
Un frío “chau, nos vemos”… que podría tranquilamente haber sido un “andate a la mierda”, porque a ella le había caído igual.
El estómago se le había hecho un nudo, y estaba juntando tantas preguntas, y enojos, que estaba que caminaba por las paredes.
Llegaron las siete de la tarde y él todavía no aparecía. Siete y diez… nada. Siete y media… nada. No le iba a escribir, ya estaba demasiado enfadada.
Las ocho y media de la noche y escuchó el timbre.
Fue a abrir y se lo encontró en la puerta mirándola como si nada.
Ella levantó un ceja esperando una explicación, o al menos una disculpa por la hora a la que había aparecido, pero nunca sucedió.
—Hola. – le dijo secamente.
—Hola. – contestó ella. —Pasa, sentate.
—No, está bien. – dijo encogiéndose de hombros.
—¿Qué te pasa? – preguntó, aunque quería decirle otras cosas…
—¿Tenés algo para contarme? – quiso saber entornando los ojos.
Soltó el aire en una especie de risa. Encima que tenía que soportar a Soledad, tenía que bancar su tonito.
—No. – dijo enojada. —¿Vos? – se cruzó de brazos.
—¿Nada? – ella negó con la cabeza y él se cruzó de brazos también.
—Ok. Yo tengo algo para contar.
—Contame. – contestó desafiante.
—En mi casa, está Soledad, en cama llorando desde ayer. – ella abrió los ojos sin poder creerlo. —Dice que vos le dijiste un par de cosas…
—No íbamos a hablar más del tema. – le recordó. —Teníamos un trato.
—El trato se rompe si vos vas y la atacas. – estaba indignado. — Contestame algo solamente. ¿Le dijiste que era una enferma?
—Yo no fui y la ataqué. – se defendió. —Ella me fue a buscar a la oficina, amenazó a Julia, hizo un quilombo. – dijo entre gritos. —Pero obvio, seguro te estuvo llenando la cabeza, y te dijo otra cosa. ¿No?
Algo confundido, trató de razonar.
—Ok. – se sentó en el sillón pensando. —Si, me dijo que habías ido a casa. ¿Por qué no me contaste que había ido a la empresa?
—Teníamos un trato. – dijo tranquila al ver que él elegía creerle a ella.
—Entonces… ¿Vos no le dijiste nada de eso que dice? – le preguntó ladeando la cabeza.
—Si, se lo dije. – reconoció. —Y sabés que es lo que pienso de ella. Está enferma, Pedro, eso no es una novedad. Pero eso no es depresión, no. – él la miraba sorprendido. —Eso es otra cosa… y no puedo creer que vos te prestes a todas estas pelotudeces, te lo juro. – agregó con los brazos todavía cruzados.
—Vos no sabés… no tenés idea lo que es la depresión, Paula. – bajó apenas la cabeza mientras le contaba. —Mi viejo hace años está medicado… llegamos a internarlo una vez. Y aunque ahora esté bien, uno nunca termina de curarse.
Esa nueva información le había caído como un balde de agua fría.
No sabía que decir, por lo que él siguió.
—Sos muy insensible. Sabía que eras fría, pero nunca me imaginé hasta que punto. – sus ojos reflejaban tanto dolor, que la paralizaban. Le hubiera gustado salir corriendo de ahí a toda prisa. —Ella estuvo mal, lo reconozco, pero vos no le tendrías que haber seguido el juego. Está lastimada, se siente dolida, se siente deprimida…no está bien.
—¿Ella? ¿Y yo? ¿Cómo me siento yo no te importa? – preguntó muy quieta mientras lo veía perder la paciencia.
—¿Cómo te sentís vos, Paula? Porque te juro que me encantaría escuchar alguna vez como carajo te sentís. – frunció el ceño escupiendo las palabras enfadado.
—Ahora estoy enojada. – dijo seria. Aunque no era verdad. Estaba aterrorizada. Trató de no demostrarlo y adoptó como siempre la actitud que le brindaba al menos un poco de seguridad.
Podía notar que él se enojaba cada vez más. Se había quedado esperando una respuesta, que ella no le daba, y eso le daba furia.
—¿Eso nada más? Estás enojada… – preguntó en tono de reproche. Pero ella no contestó, no podía. —Bueno, ¿Ves? Eso me duele. – la señaló. —Así como lastimaste a Soledad, me estás lastimando a mí. …Y te bancaba, eh? – sacudió la cabeza cansado. —Pensaba tener paciencia hasta que con
el tiempo, te descongelaras, pero no hay forma, Paula. Me acabo de dar cuenta de que no va a pasar. – la volvió a señalar. —Te veo ahora en esa postura y esa mirada inexpresiva… y pienso que no te muevo un pelo.
Ella lo miraba callada, incapaz de decirle nada. Estaba muerta de miedo… porque se estaba yendo todo al diablo… Porque por fin había llegado el momento en que él se había hartado y lo entendía. Lo entendía muy bien.
Se odiaba.
Se acababa de cumplir lo que ella pensaba desde un principio.Soledad tenía razón, y también lo había visto. No era buena para él.
No era capaz ni siquiera de moverse, y eso parecía ponerlo peor.
Estaba tan enojado… nunca lo había visto así.
Cuanto más se molestaba él, más calma se mostraba ella… y eso terminaba por ponerlo peor.
—Soledad tendrá sus problemas, pero nunca hizo ni haría nada para lastimarme… Siempre me decís que me manipula, pero fíjate en nosotros. – se encogió de hombros indignado. —Nos movimos siempre según tus condiciones.
Cuando vos quisiste, y de la manera que vos quisiste también.
—Eso fue un golpe bajo. – dijo apenas levantando una ceja. Aunque por dentro gritaba.
—¿Si? Pareciera que no. Parece que nada va a atravesar nunca esa coraza tuya. – la miró con desprecio.
—¿Y qué estás buscando? ¿Pincharme hasta que reviente? – preguntó todavía inmutable. Su máscara de cara de póker, seguía intacta.
—No, ya me dí por vencido… no va a pasar. – la miró resignado. — Te amo, Paula. Estoy enamorado de vos. Muy enamorado… creo que nunca había estado así en mi vida. Nunca, de verdad. Pero me hace mal ver lo poco que te importa. – ella no le contestaba nada, y él mientras suspiraba.
Justo en ese momento, sonó su teléfono.
Al ver que ella no le decía nada, lo atendió.
—¿Soledad? ¿Qué pasa? – escuchó atento y con cara de preocupación lo que le decía la chica. —No llores. – le pidió en un tono cariñoso que la enfermó. —No llores, por favor. Tratá de calmarte como siempre hacemos. Respirá. Si no
se te pasa, me volvés a llamar. ¿Si? – silencio mientras ella le hablaba. — Bueno. Un beso, bonita.
¿Le había dicho “bonita”?
Abrió los ojos como platos sin poder creerlo. Su corazón se estrujó y se rompió en mil pedazos. De a poco, ese muro que había levantado a su alrededor para protegerse, se cayó y quedo expuesta.
Las lágrimas picaban por salir, y ya no podía seguir aguantándose.
El cortó el teléfono y la miró algo sorprendido al darse cuenta de que lloraba. Parecía tan descolocado, que si no hubiera estado destruida, le hubiera parecido hasta cómico.
—Tenés razón. Yo supe siempre que esto iba a pasar. Que yo no era buena para vos. – ahora el mudo era él. Se acercó un poco y estiró una mano asustado queriendo reconfortarla al verla llorar así.
—Paula… – le había dicho, pero ella lo interrumpió y dio un paso atrás para que no la tocara.
—Te hago mal, y es probable que siempre te haga mal de alguna manera. No sé estar en una relación con alguien… evidentemente mi ex también tenía razón. – dijo un poco más bajo. Las emociones la desbordaban como nunca antes, y tapándose la cara, lloró. Con desconsuelo. Sintiendo mucho dolor.
El se puso nervioso, y quiso volver a acercarse, pero estaba tan afectada que no podía parar, ni podía tolerar su toque.
Se desmoronaría.
Hipando todavía, le dijo.
—Lo peor es que estoy enamorada de vos, Pedro. Muy enamorada… – el tiempo se detuvo por completo y quien hasta recién había estado gritándole, permanecía quiero como una estatua. Aturdido, sin poder reaccionar. Ella estaba ya demasiado alterada y no podía parar de hablar.
—Y me cuesta expresarlo, porque tuve, tengo y voy a tener siempre miedo. – aspiró con violencia. —Y vos no te lo mereces. Te merecés estar con alguien que no solo lo valore, si no que también te corresponda. Ojalá retomes los planes que tenías con ella, que se casen y que tengan ese bebé que querían tener.
El parpadeó de manera histérica y se quedó congelado en estado de shock, pálido como un fantasma.
—Lo mejor que podemos hacer es terminar con esto de una vez. – dijo mientras sentía que parte de su alma moría con esas palabras. — Espero de todo corazón que seas feliz.
Su teléfono volvió a sonar, y fue como si se hubiera despertado.
Miró a Paula sin saber que hacer. Soledad tal vez lo estaba llamando en otras de sus “emergencias”, pero a la vez ellos estaban discutiendo. Estaba dividido, y se notaba que la estaba pasando mal.
Sin mirarlo, le dijo.
—No te estoy haciendo elegir entre ella y yo. Te la estoy haciendo más fácil. – abrió la puerta de salida. —Te estoy pidiendo que te vayas.
El estaba clavado en el piso todavía sin moverse, pero ella no lo miraba. Se mantenía firme en su lugar sintiendo como las lágrimas no paraban de caerle por las mejillas.
Acababa de abrirle su corazón, y lejos de quererlo a su lado, lo único que quería es que se fuera de ahí de una vez.
Era mejor para todos.
El celular todavía sonaba y ella solo sostenía la puerta abierta a la espera de que se fuera.
—Paula. – repitió acercándose, pero ella se corrió.
—No. Andate... por favor, Pedro. – le rogó.
Al ver que no podía hacer nada, salió del departamento, mirándola cada tanto y recién cuando estuvo cerca del ascensor atendió su celular.
Ella cerró la puerta y como si una presa se acabara de romper, se desbordó llorando de manera catártica, envolviéndose de a poco en el sufrimiento.
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Wowwwwwwww, qué bolonqui armó esa estúpida de Soledad. Que manera de sufrir ahora.
ResponderEliminarComo la odio a esa enferma de Soleda d,mentirosa.... y Pedro de tan bueno ya es un b.... ayyy que angustia !!!
ResponderEliminarComo la odio a esa enferma de Soleda d,mentirosa.... y Pedro de tan bueno ya es un b.... ayyy que angustia !!!
ResponderEliminarAiiii nono ODIO a soledad, es una mentirosa! Y coincido cn Silvina, Pedro pasó d bueno a un tremendo pelo..q broncaaaa! @GraciasxTodoPYP
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