martes, 12 de mayo de 2015

CAPITULO 90





Llegó a su casa agotado.


Lo único que quería era darse un baño para ir a lo de Paula y pasar la noche abrazado a ella.


Pero se encontró con un escenario totalmente distinto al que se imaginaba.


Su ex, Soledad, llorando desconsoladamente en el sillón. 


Seguramente se trataba de otro ataque.


Se acercó a ella y le pasó uno de sus brazos por sus hombros sentándose a su lado.


—Hey… ¿Qué pasa? – le dijo cuando lo abrazó.


—Nada, estoy un poco mal. – dijo tratando de tomar aire.


—¿Por qué no me llamaste? – acarició su cabello delicadamente porque sabía que esa era una de las cosas que más la relajaban.


—Porque no te quería molestar. – bajó su mirada y su mentón tembló.


—No me molestas. Sabes que quiero que estes bien. – le sonrió apenas. —¿Me podes contar que te pasa?


Negó con la cabeza.


—No quiero traerte problemas con tu novia.


—¿Paula? – preguntó descolocado.


—No importa. – se tapó la cara y empezó a llorar otra vez.


—Soledad, decime qué pasa. – obviamente le importaba. La miró con insistencia hasta que por fin empezó a hablar.


—Paula vino a casa. – sollozó. —Me dijo cosas horribles, PedroHorribles.


—¿Qué? – no podía ser verdad. ¿Por qué haría Paula algo así? Habían hecho un trato…


—Es en serio, amor. – lo miró con los ojos bien abiertos. —Me dijo que me vaya de tu casa, que no soy buena para vos, que estoy enferma. – angustiada agregó. —Que estoy loca.


—No puede ser. – repetía él de manera automática.


—Y lo peor de todo es que tiene razón. – se angustió. —Tiene razón en todo. Por eso estoy así. Perdón gordo… sé que me tendría que haber ido ya… pero es que me hace tan bien estar con vos… – lo tomó de la mano con cariño.


Quería decirle algo, reconfortarla para que dejara de llorar, pero no le salían las palabras. No podía creer lo que escuchaba. Estaba en estado de shock.


Jamás se hubiera imaginado que Paula sería capaz de una cosa así.


Su ex estaba destrozada.


El corazón se le dividía de manera dolorosa. Por un lado, le dolía ver a Soledad tan triste, llorando de esa manera, sabiendo que estaba en un estado delicado, saliendo de una depresión.


Y a la vez estaba sorprendido…


¿Cómo podía Paula decirle eso a Soledad? Ya estaba todo bien…


Estaba distraído, y con la cabeza hecha un lío, cuando la chica, en sus brazos empezó a temblar violentamente.


—Yo te extraño. – le dijo mirándolo con los ojos llenos de
lágrimas.


—Acá estoy. – le contestó para que se tranquilizara.


—No me refiero a eso… – cerró los ojos y bajó la cabeza con pesadez.


—Soledad… – le acarició el cabello con mimo. —No me hagas esto, por favor.


—¿No te das cuenta con el tipo de persona con la que estás? – se secó las lágrimas con una mano. —Sabiendo que no estoy bien, viene a atacarme así.


—No sé por qué hizo eso… – dijo confundido, por lo bajo… como si se lo estuviera diciendo a él mismo.


—Porque es mala. – le contestó angustiada. —Porque se cree que es mejor que los demás… ¿No viste como mira? …Como te trata.


No quería responderle. Estaba hablando sin conocerla, y no iba a alimentar sus dichos, porque no correspondía tampoco. 


Si tenía algo para decir, lo hablaría con Paula.


Si, eso tenía que hacer.


Tenía que hablar con ella.


Se quedó con Soledad, haciéndole compañía mientras se calmaba. Ni en sus peores crisis la había visto así, tan afectada.


Paula lo había llamado, y él molesto y confundido, y algo cansado por todo el asunto, le había dicho que se le hacía imposible verla esa noche, que hablarían mejor al día siguiente.


Era sábado, así que les venía perfecto.


La había escuchado rara… Y ya la conocía lo suficiente para darse cuenta de que le pasaba algo.


Suspiró ofuscado.


No podía creer que fuera capaz de una cosa así.






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