jueves, 21 de mayo de 2015

CAPITULO 120





Escuchó que Pedro recibía el pedido de los helados y se movía en la cocina. Rápidamente se secó el rostro y trató de componerse lo mejor que pudo, sabiendo que en cualquier momento entraría por la puerta.



****


Puso el helado en dos platos de postre y los sirvió con unas galletitas dulces que ella adoraba.


Quería hacer algo lindo, así que además buscó un mantelito y servilletas para llevárselo a la cama en una bandeja.


¿Estaría dormida?


Entró haciendo el menor ruido posible y la vio sentada leyendo.


—Hola, hermosa. – le dijo sin poder evitar la sonrisa boba que siempre ponía cuando lo miraba.


—Hola, amor. – dijo sin levantar la vista, pero dejando el libro que leía a su lado en la cama.


—Te compré las galletitas que te gustan. – le dijo algo confuso al ver que apenas lo miraba.


Tenía los ojos tristes.


—Gracias, mi amor. – le sonrió apenas, y acercándose le dio un pequeño beso en los labios.


Si, definitivamente algo le pasaba. Sus ojos estaban más verdes que nunca y tenía apenas sonrojada la nariz.


—¿Estuviste llorando, Paula? – preguntó preocupado.


—¿Qué? No, no. Para nada. – hizo un gesto con la mano y tomó su plato y cuchara para comer.


—Te conozco. Tenes los ojos raros. – le señaló.


—Debe ser por la siesta que dormí. – se rió llenándose la boca con helado.


El frunció el ceño y se sentó a su lado para comer helado también.


Cuando estaba en la cocina, pensó que ya había tenido bastante, y no quería esperar más. Le llevaría el postre, y se lo comerían entre besos porque no se aguantaba más. Pero al verla tan decaída, se sentía mal de si quiera querer intentarlo. Evidentemente ya no estaba de humor. No iba a forzarla, no era un animal. Se acomodó el bóxer algo frustrado. Iba a ser una noche larga. Muy larga.


Ya terminado el helado, y después de ver una película que daban por cable, empezó a percibir como la cabeza de Paula, que estaba apoyada en su hombro, pesaba cada vez más. Se estaba quedando dormida. Sonrió con ternura y la acomodó mejor entre las almohadas mientras le acariciaba el cabello.


Tenía los ojos cerrados y respiraba tranquila.


Era tan hermosa, que su corazón latía con fuerza y la boca se le secaba.


Bajó la mano y la acarició sobre la barriga. Era algo que no muy seguido se daba el lujo de hacer. Ella nunca se había quejado del gesto, pero tampoco quería abusar. No quería ponerla nerviosa.


Así que cuando dormía, él se quedaba un rato largo mirándola, y apoyando la mano sobre su bebé. Sin poder evitarlo, llevó sus labios hacia allí y la besó en el ombligo. Increíble.


En ese periodo del embarazo, era bebito era realmente chiquitito. Apenas unos centímetros. Y sin embargo ya lo amaba tanto.


Ojalá tuviera los ojos de Paula, pensó sonriendo. Volvió a su lugar, y estrechándola más cerca, besó su cabello y fue quedándose dormido.


A media noche, se despertó con los besos de su esposa.


Estaba sentada a horcajadas encima de él y tenía los labios húmedos sobre su cuello.


La tomó de la cintura y buscó su boca para besarla también. 


Todo el deseo que había reprimido horas antes, volvía con fuerza y de golpe.


Sin poder aguantarse, bajó sus manos y sujetándole la cadera empezó a moverla sobre él para sentir su contacto más de cerca. Era casi doloroso. La necesitaba ya.



****


Se había despertado agitada después de un sueño que la había dejado alterada. Y fue apenas abrió los ojos, que vio el protagonista de su sueño, ahí. Acostado a su lado.


Se removió incómoda. Tenía tantas ganas de arrancarle la ropa y comerlo a besos que era imposible volver a dormirse.


Le acarició el rostro con cuidado y lo besó en los labios. 


Dormido, él gimió suavecito y sonrió.


Oh por Dios, pensó ella. Totalmente adorable y… comestible.


Se subió encima de sus piernas y sentada allí, lo acarició por el pecho, y el abdomen. El se movió apenas y cerró más fuerte las mandíbulas. Se estaba despertando.


Se acomodó en su entrepierna mejor. Si, todo él se estaba despertando.


Se agachó y empezó a besarlo por el cuello. Olía tan deliciosamente…


El la tomó de la cintura y la besó. Si, ya estaba despierto.


Por fin, pensó.


La tenía de las caderas y la mecía sobre su erección creando una fricción irresistible. Lo necesitaba con urgencia. 


Se sacó la bata y a los tirones le bajó el bóxer a él que jadeaba loco de deseo.


Todo lo que había pensado antes de dormirse era una locura.


Esta es la reacción a la que estaba acostumbrada.


Así le gustaba tenerlo.


Le mordió los labios con fuerza mientras bajaba sobre su miembro muy despacio.


—Mmm… – lo escuchó decir.


Le encantaba como se sentía justo ahora, con él dentro. 


Arqueó la espalda por completo, dejándose llenar de ese sentimiento tan poderoso.


Gimió y empezó a moverse hacia arriba y abajo con un suave balanceo que sabía, lo volvía loco.


El apretó más su agarre y la miró mordiéndose los labios excitado.


—Mmm… ssiii… – decía mientras la encontraba en cada embestida.


Escucharlo la ponía a mil.


Se movió aun más rápido, sintiendo cada centímetro de su cuerpo en contacto con el de Pedro.


Estaba demasiado cerca.


El apuró también sus acometidas y gruñendo llevó las manos a sus pechos y se los acarició delicada pero firmemente. Estaban algo sensibles, pero solo él sabía como tratarlos para hacerla delirar.


—Sos… tan… hermosa… – le decía con la voz ronca y entrecortada. —Tan… hermosa…


Y así nomás, en ese preciso instante, ella explotó en mil pedazos. Cerró los ojos y gimió ante un placer que pocas veces había sentido. Era intenso y aparentemente iba a durar mucho más que de costumbre. Siguió moviéndose, sintiendo que él estaba a punto de dejarse ir también y lo miró.


Pudo ver el momento justo en que su rostro se tensó y relajó con un jadeo brusco, y así nomás otra vez, se vino entre sus brazos en un segundo orgasmo tan fuerte que la obligó a derrumbarse.


Respiraba por la boca entre jadeos.


Había sido increíble. Incomparable.


Pedro le acariciaba la espalda con cariño, mientras luchaba por traer aire a sus pulmones de una vez.


—Mi amor… – le dijo cuando estuvo más calmado. —podés despertarme así todas las noches, si querés.


Se rieron.








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