miércoles, 20 de mayo de 2015

CAPITULO 115




Llevaban dos semanas descansando en un crucero por el Caribe, y la estaban pasando genial.


La comida era exquisita y el paisaje… es que se hubiera quedado a vivir en esos lugares para siempre.


Paula, había evitado tomar mucho sol, pero había sido en vano.


Apenas un rayito le había rozado la piel el primer día, se la había dejado en carne viva.


Fueron tres días de no poder ni tocarla. Estaba roja y quejosa por como le dolía todo. ¡Pobrecita! Es que era tan blanca…


Había intentado hacerla sentir mejor poniéndole cremas, y toallas de agua húmeda fresquitas, pero todo era inútil. Le ardía como el peor de los castigos.


Ahora ya había adquirido un tono más parejo, y ya no sufría tanto, pero igual se cuidaba.


No era como el sol de Argentina, era bastante más fuerte.


Aunque tenían bufet, él insistía en llevarle el desayuno a la cama cada día, y a ella le encantaba.


Y se lo había demostrado de unas cuantas maneras…


Había sido el viaje más romántico de sus vidas.


Más aún que París.


Estaban en una nube rosa en donde solo existían ellos dos. 


Nadie más.


De día se bañaban, paseaban, y hacían todo tipo de actividades a bordo del barco, o en tierra cuando hacían paradas en alguna playa.


Y de noche, bailaban bajo la luz de la luna y hacían el amor por horas en la intimidad de su camarote cinco estrellas del que no quería irse nunca más.


Pasaba otra semana más y se acercaba el momento de volver.


No querían ni hablar del tema.


Ni de los horarios, ni las fechas… Pero entonces se dio cuenta.


Hizo las cuentas varias veces en su cabeza, pero seguía sin cerrarle.


Se acercó hasta donde ella estaba recostada tomando sol con protector 95 y algo preocupado por su reacción, le preguntó.


—¿Seguís tomando las pastillas? – ella lo miró sin entender al principio… y cuando lo hizo, se puso pálida. —¿Cuánto tiempo hace que…?


Ella se paró y fue hasta donde estaba, levantando una mano lo frenó para que no siguiera hablando.


—Stop. – su palabra clave. Esa que siempre salía cuando alguna situación en los juegos se salía de control y de los límites de alguno. No era la primera vez que Paula la usaba fuera de ese contexto. —No, Pedro.No, no, y no. No puede ser.


Corrió a buscar el calendario del celular y se quedó mirándolo y contando una y otra vez.


Lo miró desesperada. Se lo temía. Habían pasado unas cuantas semanas…


Varias semanas de atraso.


Acercándose a ella la tomó por la cintura y la miró a los ojos.


—Si llega a ser… – le sonrió de manera tierna. —Voy a ser el hombre más feliz… del mundo.


Ella tomó aire por la nariz y los ojos se le pusieron rojos.


Asintió despacio y una lágrima rodó por su mejilla.


—Si llega a ser… me vas a tener que tener mucha paciencia. – dijo apenas sonriendo. —Van a ser varios meses en los que me voy a poner insoportable.


El levantó los hombros resignado.


—Estoy acostumbrado, bonita… – bromeó ganándose un golpe en el hombro y su risa relajada. El también se rió.


Se abrazaron por un momento y haciendo lo posible trató de
contener su emoción.


No iba a decirlo con todas las palabras, tampoco la había conocido ayer… no quería que se tirara al mar de cabeza… pero ahora estaba ilusionado.


Tener un bebé con Paula, era mucho más de lo que podía pedir.




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