miércoles, 29 de abril de 2015

CAPITULO 49




Se despertó cuando estaban aterrizado, algo sobresaltado por unos gritos. Miró a su costado, y Paula estaba manteniendo una acalorada discusión con su asistente.


Mejor dicho, ella era la única que discutía. Lo estaba regañando directamente. Su tono era frío y severo.


—No me podes decir eso ahora, Marcos. – protestó con un grito. — Eso tenía que estar autorizado para ayer. Ya lo tendrían que estar viendo los abogados. – golpeó su carpeta contra uno de los asientos enojada y vió que el chico se estremecía y bajaba la vista.


Trato de no mirar, para no empeorar la situación, seguro se sentía mal y estaba humillado, pero era muy difícil apartar los ojos de ellos. El lenguaje corporal… de repente se sintió molesto.


Se veían como ama y sumiso. Y ese chico hacía mucho mejor papel que él.


Una azafata interrumpió el momento, indicándoles que se pusieran los cinturones y se quedaran quietos en sus lugares hasta llegar a tierra.


Se permitió mirarla ahora si, y vio que estaba tratando de serenarse.


Pero como ya la conocía …más íntimamente, se daba cuenta de que todo su cuerpo permanecía tenso.


De ahí, se subieron a un auto los tres sin cruzar ni una palabra.


Ok, esto no era para nada incómodo – pensó con ironía.


Suspiró mirando por la ventanilla.



****


Estaba nerviosa, y se la estaba agarrando con su asistente. 


Cerró apenas los ojos tratando de calmarse.


Lo que en realidad la preocupaba era toda su situación con Pedro.


Una y otra vez trataba de poner en orden sus pensamientos, para así, encontrarles una lógica. Mierda. En cualquier momento se podría a hacer cuadros y listas.


Por lo pronto sabía que podían jugar, y eso se les daba espectacular.


A él le gustaba ser dominado. No tenía mayores problemas con eso, lo disfrutaba. Pero entonces también estaba su costado sensible… Su maldita forma de ser, que le ablandaba todos los huesos del cuerpo. Y ahí era donde él tomaba el mando.


Su corazón saltó.


La ponía histérica.


La confundía.


Antes temía lastimarlo… pero ahora que sabía que tenía su propia historia, con una chica hermosa – tensó la mandíbula. – y tan joven… sus miedos pasaban por otro lado.


Sacudió la cabeza. No podía pensar así.


Ella no era así.



****


Una vez en el hotel, cada uno fue a su habitación a prepararse. Esa noche había una cena con uno de los socios representantes, y era importante ser puntuales. En teoría era más una cena social, porque no pretendían hablar de trabajo, pero siempre había que estar preparados.


Lo que no sabía todavía bien, es que haría él ahí. Así que un rato antes, pasó por la habitación de Paula y le tocó la puerta.


Ella estaba en bata maquillándose, y después de mirar hacia el pasillo y asegurarse que nadie lo había visto, lo dejó entrar.


La tuvo ahí, tan cerca que no pudo contenerse. Parecía que hacía años que no la veía…


Tomó su rostro y le dio un beso en los labios.


—Hola. – le dijo bajito. Ella respondió a su beso enredando los dedos en su cabello y acercándolo más.


—Mmm…hola… – dijo entre besos.


Por un minuto, en sus brazos, volvía a ser la Paula que a él le gustaba. Bajó sus manos por su cintura y la pegó más a su cuerpo.


—Nos tenemos que ir a la cena. – le recordó, notando de repente como Pedro se tensaba contra ella.


—Si, venía a hablarte de eso. – le sonrió, separándose a
regañadientes. Ella le devolvió la sonrisa, pero sin entender.


—¿Qué voy a hacer yo ahí? No entiendo nada, soy nuevo… – le besó el cuello. —Mejor me quedo acá y te espero.


Ella se rió, negando con la cabeza.


—Donde yo vaya, vos vas a ir. – volvió a besarlo, tirando
juguetonamente de su labio inferior. —Y después vamos a volver acá los dos juntos.


El gruñó por lo bajo agarrándola de la cadera.


—No te hagas tanto problema. – lo acarició en el pecho. —Lo que no entiendas, te lo puedo explicar.


No le quedó otra que asentir. Seguía siendo su jefa después de todo...


Se habían sentado los dos en una mesa cuadrada del mismo lado, con Marcos enfrentándolos, y en donde las otras sillas vacías quedaban en las puntas. Estaban esperando a dos personas más que llegarían en cualquier momento.


Aprovecharon para ponerlo al día de quienes eran esas personas, y el rol que cumplían en la empresa. Era obvio que Paula ya había hablado con su asistente, y se imaginaba que su presencia ahí no tenía nada que ver con lo laboral…y eso no hacía más que ponerlo nervioso.


Peor teniendo en cuenta las miradas que este le dirigía. 


Como si quisiera fundirlo o quemarlo con los ojos.


Un momento después llegaron los socios, una mujer y un hombre de más o menos cuarenta años, muy atractivos, y simpáticos. Se presentaron como Alberto y Bárbara. Ellos trabajaban en la planta de Mendoza, aunque estaban al tanto de todo lo que pasaba en Buenos Aires.


Ordenaron rápidamente y mientras se acomodaban, el mesero les dejó un vino tinto de la casa con una amplia variedad de quesos para degustar. El vió una excelente oportunidad, y se vació la primera copa como para entrar en calor.


Justo lo que necesitaba.


Los socios hablaban de eventos a los que habían asistido con Paula, y Marcos cada tanto metía algún que otro bocadillo presumiendo de su amplio conocimiento en el tema. Bueno, en cualquier tipo de tema la verdad. El chico parecía saber un poco de todo. Era irritante.


El, por su parte, todavía no había abierto la boca más que para comer y beber.


Paula había tomado la palabra, y ahora les comentaba de las nuevas campañas de publicidad en las que se estaba trabajando en ese momento.


Lo miró entornando los ojos y le sugirió.


—¿Por qué no les contas un poco en que está trabajando tu
departamento? – y mientras él asentía amablemente y comenzaba a darles el típico speech, ella apoyó una mano en su rodilla.


Tensó un poco la mandíbula y luego continuó.


—Porque lo que queremos transmitir… – seguía diciendo, notando en sus miradas que les estaba vendiendo perfectamente la idea, aunque ya estaba dando vueltas sobre lo mismo.


Paula subió por su pierna, y sin que se le moviera un cabello de lugar, apoyó toda la mano en su miembro.


Su voz falló por un segundo, hasta que pudo reponerse y seguir.


Entonces ella metió los dedos y con habilidad, le bajó de a poco el cierre.


Ya no sabía ni qué hacía sentado ahí. Se concentró en seguir respirando con normalidad hasta que de nuevo, pudo continuar con lo que decía.


Había podido meter la mano por su bragueta, y ahora lo estaba tocando por encima de la ropa interior. Sentía que todo su cuerpo se había puesto duro como una piedra. Movía los dedos rodeándolo, imitando con delicadeza como siempre lo tocaba, haciéndolo sudar. Gracias al cielo, pudo terminar de contestar a la pregunta que le habían hecho, y ahora hablaban entre ellos, lo más alegres, totalmente ajenos a lo que pasaba en sus pantalones.


Ella subió un poco más y jugueteando con el elástico del bóxer, pudo meter la mano dentro para sentir su piel. El apretó los labios ahogando un gemido.


Dibujaba círculos en la punta de su miembro, y sonreía al notarlo cada vez más hinchado, y para su vergüenza, cada vez más húmedo. Iba a explotar en ese bonito comedor…y no sería lindo.


Se mordió el labio mirándola, casi rogándole que parara, y ella le sonreía con una ceja levantada. Suspiró trabajosamente.


Entonces ella retiró la mano de golpe y aprovechando que nadie la miraba, se pasó el dedo índice por los labios, para luego recorrérselos con la lengua probándolo.


El la miró perdido, negando con la cabeza. Se estaba prendiendo fuego.


Tomó de su copa precipitadamente y por poco se ahogó. Lo
disimuló aclarando su garganta y sentándose más derecho. 


Estaba hecho un desastre.


Necesitaba llevársela de ahí para estar solos. Realmente lo
necesitaba. Tenía toda la frente transpirada, y ella sonreía y hablaba con los de la mesa como si nada.


La comida se extendió y después del plato principal, habían tomado postre y habían hecho una larga sobremesa con algunos tragos. El ya no sentía ningún sabor. Quería darse golpes en la cabeza contra la mesa.


Cuando pensó que no podía más,Paula empezó a despedirse, diciendo que mañana tenían largo día y sería conveniente descansar. No se miraron, pero la tensión entre ellos iba creciendo de a poco.


Marcos se levantó y le dio la mano a los socios. Luego Paula, y ahora le tocaba pararse a él. Se prendió la chaqueta, que por suerte era bastante larga, y todavía un poco incómodo, se paró para saludarlos.


Alberto y Bárbara se quedaron en el restaurante, mientras ellos tres se subían a los ascensores que daban a los cuartos.


Soltó el aire algo aliviado.


Todos estaban alojados en el mismo piso, así que habían tenido que hacer de cuenta que se despedían hasta el día siguiente, para que Marcos no los viera entrar juntos.


Fue a su habitación y se quedó esperando. Lo estaba matando la ansiedad. Y ella lo sabía perfectamente. Se estaba tardando a propósito.


Ya no aguantaba.


Asomó la cabeza y no vió nada. El pasillo estaba sumido en
completo silencio. Apenas iluminado por las luces cálidas de las bombitas que estaban en los apliques con forma de arbolitos en la pared.


Salió y caminó muy despacio, casi en puntas de pie hasta su puerta.


Golpeó dos veces con los nudillos. Nada.


Golpeó más fuerte.


La habitación de Marcos no quedaba tan cerca, así que seguramente no se escucharía.


Escuchó que la llave daba vuelta y todo su cuerpo se tensó.






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