Era su primer día de trabajo. Estaba nervioso.
El día anterior, había tratado de evitar quedarse en casa para no enloquecer, y le había propuesto a Soledad salir a pasear.
Había aprovechado que el día estaba soleado y caluroso, y habían comido afuera. Ella no paraba de contarle todo lo que había visto en esos pocos días que estuvo en Perú.
Aparentemente había sido una experiencia maravillosa, y estaba empeñada en que ellos tenían viajar juntos apenas él
se tomara vacaciones.
Eso le hizo gracia. Todavía ni había ido a trabajar una sola vez, y ella ya pensaba en vacaciones.
Había vuelto de su viaje con renovadas ganas de hacer algo de su vida. Aun no estaba segura de qué, pero algo haría.
Tenía varias opciones. O empezaba a estudiar la décima carrera, que era Sociología – ahora –, o tal vez escribiría un libro. Eso si antes no se anotaba de voluntaria en un refugio de animales.
Quería ser vegana. Cosa que le extrañaba un poco, porque conocía a pocas personas, además de él, que disfrutara más de un asado que ella. Pero igual la escuchó.
Había empezado a fumar otra vez, cosa que lo irritaba. No
soportaba el humo. Desde que había llegado a su casa, se había acabado una etiqueta entera.
El ya había empezado a pensar en dónde se los escondería.
Se acomodó por quinta vez la corbata y salió.
El edificio estaba a pocas cuadras de su casa, así que todos los días podía irse caminando. Eso era un alivio. Pensar en sacar el auto en hora pico siempre era una pesadilla que lo había cansado en sus épocas de estudiante.
Apenas cruzó por la puerta su estómago se endureció como una piedra.
Sabía que la vería.
Ella seguro ya había llegado, y estaba trabajando.
Tomó aire y subió para hablar con Gabriel y empezar de una vez a trabajar.
—Hola Pedro. – lo saludó en el pasillo, como si hubiera estado esperándolo. —¿Cómo estás para empezar hoy?
El le sonrió.
—¿La verdad? Nervioso. – los dos rieron.
—No tenés por qué estar nervioso. – le apoyó una mano en el hombro con confianza. —Vamos que te presento todo el equipo.
Sus compañeros resultaron ser gente encantadora. Todos muy jóvenes, y con poca experiencia, cosa que lo sorprendió. Aparentemente la empresa prefería contratar a mentes que no estuvieran “contaminadas” como le había dicho Gabriel, y que vinieran con toda la creatividad a flor de piel. Con muchas ganas de trabajar.
Exactamente lo que le pasaba a él.
Sonrió y terminó de contarles de donde venía y donde había
estudiado.
Había sido un primer día muy agradable, pero de Paula no había tenido noticias.
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No quería cruzárselo en un pasillo. De solo imaginárselo, se le ponía la piel de gallina. ¿Por qué había tenido que mandarle ese bendito mensaje?
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¿Se enojaría si tocaba su puerta? Si, probablemente tampoco correspondía. Y si estaba en medio de una reunión sería un problema.
Optó por dejarlo para otro día.
Uno de sus compañeros lo vió, y tuvo que decir algo para no quedar como un raro.
—¿Qué onda la jefa? – preguntó como si nada.
—¿Qué onda con qué? Si me preguntas por su capacidad, es excelente. Brillante, te diría. Hace casi dos años que trabajo acá y he aprendido tanto que le estoy muy agradecido. – lo miró detenidamente. — Es un poco fría… no se sabe nada de su vida personal, es muy reservada.
—Si, parece muy seria y formal. – opinó tratando de sacarle más información. —¿No sabés si está casada o tiene novio?
El otro rió.
—Creo que tiene novio. – se encogió de hombros. —Hay un
hombre, muy canchero, deportista…la viene a buscar cada tanto en un auto impresionante. – dijo pensativo.
Ese seguramente era su novio. Tensó la mandíbula. No lo conocía, pero lo odiaba.
—No te hagas el vivo igual. – le advirtió el chico. —Sé que es muy linda, y todo…pero ojo, no te desubiques. Es una bruja cuando quiere. Preguntale a Marcos, si no. Es su asistente.
—¿Es muy mala?
—Le gusta la disciplina. – dijo serio, y él se tuvo que reír. Oh si, eso lo sabía perfectamente.
Su compañero lo miró extrañado, pero él no le dijo porque reía. Se despidió y se fue a su casa.
Soledad lo estaba esperando para ir a comer con sus padres, así que por lo menos eso lo distrajo de las ganas que tenía de hablar con Paula.
No le había vuelto a escribir, ni a llamar, ni nada.
Por un momento se preguntó si su historia con ella se había
terminado. Tal vez ya no le interesaba más jugar con él.
Pero después recordaba ese mensaje…
No entendía nada.
Se dijo que dejaría pasar unos días, en los que de paso, acomodaría su situación con su supuesta novia, y después vería que hacer.
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Ya en su casa, a pesar de que tenía mil cosas para hacer, se
desvistió y tras una breve ducha, se acostó.
No tenía ni hambre, pero se obligó a comer.
Miles de veces había mirado su celular, dudando en escribirle.
Tenía demasiadas ganas de estar con él, le hacían falta sus besos… Pero no. El estaba con su novia.
Tenía que plantearse todo de nuevo.
¿Qué es lo que pretendía?
El había aceptado sus condiciones, y le gustaba jugar con ella… y a ella con él. ¿Entonces cuál era el problema?
El problema, para variar, era ella.
Se daba cuenta de que ese chico estaba mejor con su novia, y su relación normal, que con ella y sus juegos retorcidos. Si, seguramente le parecerían divertidos en un principio, pero después… al final de todo, volvería a los brazos de quien si podía darle lo que se merecía.
Y esa no era ella.
En cualquier otro caso la solución sería clara. Jugar con el chico mientras la divirtiera y le sirviera.
Pero ya no le estaba divirtiendo. Sentía angustia, sentía bronca… sentía celos. Y no soportaba sentirlos. Ella no era así.
Por algo prefería las relaciones de dominación en donde ella tenía el poder. Le gustaba ser capaz de controlar las cosas, de controlarse ella y de controlar a alguien más. Y con Pedro no lo estaba logrando.
Siempre era él quien terminaba afectándola más. Quien terminaba por dominar.
Como toda persona práctica y lógica, se planteó las diferentes salidas a ese problema que la aquejaba.
Podía seguir con él como si nada, hasta que volviera Juan y
entonces retomar su vida. Podía olvidase de él, ignorarlo en el trabajo, y dejarlo ser feliz con la novia, o podía pudrirse todo. Después de años de experiencia en la práctica de ese tipo de juegos, sabía que ahora estaba siendo suave.
Si lo que quería era tener el poder, tendría que endurecer sus métodos.
Y ella sabía hacerlo muy bien.
Sintió un estremecimiento en su vientre de puro placer y sonrió. Su cuerpo ya había decidido por ella.
muerta de celos esta Paulita !!! intensos capitulos
ResponderEliminarWowwwwww, qué geniales los 3 caps. Paula cada vez más enganchada con Pedro jaja
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