domingo, 26 de abril de 2015

CAPITULO 38




Eran las cuatro de la mañana y no podía pegar un ojo todavía. A su lado, Sole dormía tranquila desde hacía horas.


Se levantó y se sirvió agua. Se sentía mal. Ezequiel le había
mandado un mensaje contándole que habían salido y que Paula también estaba con ellos. Había tenido ganas de salir corriendo para verla, pero no podía.


Primero porque estaba acompañado. Y segundo, porque no sabía si ella lo quería ver tampoco. Supuestamente iba a estar ocupada con trabajo… pero había salido.


Más tarde, su amigo le había vuelto a escribir para contarle que estaba borracha. Eso lo angustió más.


Estaría por ahí, hasta que llegara a su casa. Lo único que podía esperar era que sus amigas la acompañaran…


¿Y si se iba del boliche con alguien? Cerró los ojos. Ese no era asunto suyo.


Y a la media hora le había llegado un tercer mensaje. 


Desbloqueó su celular malhumorado, y esperando leer cualquier cosa. Tal vez que estaba con alguien, o que ese chico Juan había aparecido.


“No puedo dejadr de.Pensar en vos.”
Paula.


Miró el aparato sorprendido. Evidentemente estaba borracha. Pero aun así, hizo que su corazón se agitara en su pecho. Probablemente no lo leyera, pero le contestó.


“A mí me pasa lo mismo, bonita.”


Dio enviar y se quedó mirando la pantalla. Tenía tantas ganas de ir a su casa…


Necesitaba tenerla cerca en ese momento.


Sintió unos pasos y después las manos de Soledad abrazándolo por la cintura y acariciándole el abdomen.


—¿Qué haces despierto? – preguntó algo dormida todavía.


—Estaba tomando algo. – bloqueó su celular y se dio vuelta para mirarla.


—¿Vamos? – tiró de él con mirada seductora. Era una chica
preciosa, y aunque creyó nunca haberse negado antes, ahora no le quedaba otra.


—No me siento bien. – le explicó. Ella hizo pucherito, pero no insistió.


—Bueno, cuando quieras, vení. Yo te estoy esperando. – se paró en puntas de pie y lo besó.


El asintió y se quedó en la sala, mirando tele para dejarla dormir.


La verdad es que le vino perfecto, porque en ese momento no tenía ganas de estar con ella. Cerró los ojos haciendo la cabeza para atrás. Paula no le había vuelto a escribir.



****


Se despertó cerca del mediodía, porque apestaba a alcohol.


Frunció el ceño y recordó que en el boliche alguien le había
derramado cerveza en el cabello. El aroma ahora le parecía una de la peores cosas del mundo.


Su estómago se contrajo con violencia.


Su celular tenía una lucecita prendida indicando la llegada de un mensaje. Seguramente sus amigas le preguntaban si había llegado bien y esas cosas.


Tocó la pantalla, y efectivamente, tenía mensajes de ellas. 


Los contestó. Había uno más, de Pedro. Miró curiosa la hora.


“A mí me pasa lo mismo, bonita.” ¿?


¿Qué le pasaba? Se sentó y sacándose el pelo de la cara para ver mejor, se fijó en los detalles del mensaje.


Oh por Dios. Tenía uno en “enviados”.


Ella le había escrito uno que decía… Oh por Dios.


“No puedo dejadr de.Pensar en vos.”


Se tapó la cara muerta de vergüenza. No se acordaba cuando ni por qué se lo había enviado, y se quería ir a esconder en un agujero para siempre. ¿Cómo es que había sido capaz de escribirle eso? El estaba ahí, en su casa con su novia… Probablemente en la cama, y ella se emborrachaba y le escribía eso.


¡Estúpida! – dijo golpeándose en la frente.


Tenía que hacer algo para salvar ese error. ¿Pero qué?


Mañana lo tendría que ver en el trabajo…


Se acostó nuevamente, y como había hecho el día anterior se tapó hasta la cabeza para olvidarse del mundo






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