domingo, 26 de abril de 2015
CAPITULO 37
Era de noche y como era de esperar, empezó a arrepentirse.
Quería llamar a Pedro y que estuvieran juntos. Quería dormir con él.
Pero no. Iba a ser fuerte. Se iba a aguantar y no lo llamaría.
Tomó su teléfono y llamó a sus amigas para salir.
Necesitaba despejarse con urgencia. Estaban tan sorprendidas por su llamada, que no le habían hecho ninguna pregunta.
Llegaron a su casa rápidamente con algunas bebidas, vestidas y peinadas para salir a divertirse.
En media hora, cuando estuvieron listas, llegaron a un boliche enorme y lleno de gente. Un par de hombres se les habían acercado, pero ella los rechazaba. No tenía ganas de eso. No tenía ganas de nada.
Tomó de su vaso hasta vaciarlo y fue a buscar más.
—Hey, el rubio que te sacó a bailar era lindo. – le dijo Caro. —¿Por qué le cortaste así el rostro? Pobre…
—No me pareció tan lindo… – se encogió de hombros. —Además yo estoy con Juany. – les recordó.
Sus amigas rieron y Muriel sorprendida comentó.
—Es exactamente como te gustan los hombres, Paula. Rubio, ojos claros, alto, deportista… – enumeró.
Ella la ignoró y siguió bailando.
—Es una noche de chicas. – vació su segundo vaso.
—Decile a tu amiga entonces. – las dos miraron a Caro que sonreía y escribía algo en el celular.
—Es Ezequiel – dijo casi dando saltitos. —Quiere venir. ¿Puede? – era inútil decirle que no, prácticamente les estaba rogando.
—Bueno, decile que venga. – aceptó Paula. —Pero solo. – agregó pensando en Pedro.
—Si, viene solo. Agus está estudiando para un final que rinde el lunes, y Pedro no sale. Volvió una amiga, o algo así.
Entonces recordó. Esa chica Sole. Su estómago se hizo un nudo.
Todo lo que estaba evitando sentir con esa salida, estaba volviendo. La angustia…
Fue a buscarse otro trago, para no escuchar que más tenía para decirle su amiga.
Se compró unos chupitos de tequila, y hasta eso se lo recordó.
Maldito chico. No quería pensar en él. No quería imaginarse lo que estaría haciendo. Necesitaba distraerse.
Bailó con sus amigas, hasta que llegó Ezequiel. Abrazaba a Caro y le hablaba al oído. ¿Por qué tenía ganas de golpearlos? Ah si. Ya estaba borracha.
En un momento, su amiga se fue a comprar más bebidas y Ezequiel la sacó a bailar.
—Hoy no está el animalito de Pedro, así que podemos bailar. – le dijo sonriendo. Ella aceptó y bailó con él divertida.
—Estábamos borrachos. – le explicó ella.
—Si, él por lo general no sale mucho. Es más, ahora que volvió la loca de la novia, probablemente no vuelva a salir. – negó con la cabeza. — No le gustan mucho los boliches a la mina.
Ella se rió. Era evidente que no la soportaba. Y no sabía por qué, pero la idea le cayó bien. No así el hecho de que se hubiera referido a ella como su novia.
—Está bien, hay gente más tranquila que otra… – dijo.
—De tranquila no tiene nada. – se rió. —Lo vuelve loco, no sé de donde saca tanta paciencia. Aunque si yo fuera él, también la soportaría... – puso una mirada cómplice. —Volvió anoche y seguro que hasta el lunes no asoman ni la nariz de la habitación.
Tuvo que sonreír, para no quedar en evidencia. Vació el vaso del chico y apretando las mandíbulas contestó.
—Mejor me voy yendo. – volvió a sonreír. —Más tarde no voy a conseguir taxi. – lo saludó.
Si no salía corriendo en ese mismo momento, se desmoronaría ahí, en frente de todos.
Con la cabeza y el estómago totalmente revueltos, consiguió llegar a su casa. Se desvistió y se acostó. El pecho le apretaba como si tuviera un elefante sentado. La habitación no paraba de dar vueltas y estaba confundida a causa del alcohol.
Tomó su teléfono y escribió un mensaje. Solo después de eso, pudo taparse con el acolchado y dar media vuelta para dormirse.
Dormiría por horas.
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