miércoles, 15 de abril de 2015

CAPITULO 3





No pensaba claro, todas las ideas se esfumaban en su cabeza, y los pensamientos se volvían confusos y bizarros. 


Se estaba riendo y estaba bailando sin poder dejar de besar y de tocar a este chico de ojos azules.


¿Sabía su nombre? No podía estar segura.


Alguien le pasó un vaso, Caro. Si, seguramente era Caro. O era muy parecida a ella. Y siguió tomando hasta que quien la abrazaba le mordió la oreja diciéndole.


—Vamos a mi casa. – casa, pensó ella. Si, estaría bien poder descansar por un momento.


Asintió sonriendo y lo siguió hasta la salida tomada a su mano.


Pero fue apenas cruzar la puerta, cuando se dio cuenta de que no estaban en su casa, estaban en la de él. Como había hecho un rato antes, buscó su boca sin dejarla reaccionar y no pudo negarse. Alternaba besos con mordiscos, mientras se iba sacando los zapatos a patadas y la guiaba hacia una de las puertas ubicadas en el pasillo.


Nunca había hecho algo así tampoco, y aunque era una locura, era emocionante.


Buscó el cierre del vestido que él llevaba puesto, pero no bajaba. Su espalda era demasiado grande y estaba trabado. 


Sonriendo, la ayudó y se lo quitó a tirones. Todavía con la peluca puesta se llevó una mano a la boca en un gesto pícaro y femenino se volvió a reír.


Su cuerpo era aun mejor de lo que había imaginado. Con una espalda ancha, brazos grandes y un abdomen totalmente plano. Solo llevaba puesto un bóxer negro ajustado que no podía dejar de mirar.


Consiente de que la había impresionado, sonrió y se sacó la peluca liberando su cabello. Morocho, no muy largo y algo rizado.


Toda su vida había preferido a los rubios.


Hasta ahora.


—Te toca a vos. – le dijo señalándola.


Ella riendo, repitió lo que antes había hecho él, solo que con solo bajar el cierre, el vestido cayó solo enredándose a sus pies con un solo movimiento fluido.


El contuvo la respiración mientras la miraba. Lo había
impresionado también.


Se acercó y rodeándolo con los brazos lo besó. Ahora ella tenía el control. Había tomado la iniciativa y lo había descolocado. Tardó unos minutos en reaccionar, y la sujetó con fuerza contra su cuerpo antes de empujarla hacia la cama sin delicadeza.


La siguió, colocándose encima. Había algo salvaje en sus ojos. Algo que hacía que cada célula de su cuerpo se prendiera fuego. No resistía su mirada.


Suspiró sintiendo que se apoyaba sobre ella y le separaba las piernas encontrando lugar, acomodándose. La aplastó contra el colchón con la cadera y jadeó sin poder contenerse cuando la sintió.


Quería más.


Quería sentirlo más.


Bajó sus manos y se quitó la ropa interior mirándolo fijo. La única luz que entraba era la de la ventana, pero era suficiente para ver la expresión de su mirada. Era intensa.


Se movió hacia un costado liberándose él también del bóxer y buscando a tientas protección en el cajón de su mesita de noche. Después de tirar todo lo que había encima a manotazos y de colocárselo, volvió a trepar sobre ella como estaba antes.


Tenía la mente hecha un lío, y por momentos era como si apagaran por completo la luz, y la prendieran solo para que fuera testigo de algunos instantes. Se perdía en los detalles.


Ojos azules claros.


Esos labios rellenos que la besaban y sonreían.


Su rostro tenso y agitado mientras se movía sobre ella. Sus
hombros musculosos se contraían y relajaban.


Sus manos.


Sus manos por todas partes.


Y esa sensación, que no se parecía a nada…


Gemidos.


¿Los de ella? ¿Los de él? No parecía real.


Todo parecía un sueño.





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