domingo, 19 de abril de 2015

CAPITULO 16




Ese miércoles, apenas llegó a su casa, el corazón se le agolpaba en la garganta. Estaba nerviosa.


Ahora que Pedro sabía de que iba lo que ella pretendía, estaba nerviosa.


Por varias cosas a la vez.


Temía que él no estuviera listo, y como ese chico con el que una vez había estado, la juzgara y reaccionara de manera violenta.


Temía que le gustara demasiado, y que luego quisiera buscar por su cuenta otras experiencias parecidas.


Y más que nada en el mundo, le temía a sus ojos celestes. 


No quería lastimarlo. No quería que esperara más de esa relación, no le podía hacer eso. Por alguna maldita razón que desconocía, no podía hacérselo. El era un chico dulce, interesante, y la ponía histérica.


Se sentía como si estuviera a punto de verse con el chico que le gustaba en plena edad adolescente.


Tomando aire se relajó y se fue a dar un baño de espuma. 


Eso la tranquilizaría hasta que fuera hora de verlo.


Había puesto velas, música suave y su aceite favorito de rosas.


Cerró los ojos y su mente viajó a otro lugar y otra época totalmente diferente.


Tenía dieciocho años. Acababa de cumplirlos, y estaba en la casa de quien era su novio en ese momento. Hacía meses que venían hablando de su primera vez. El era más grande, tenía más experiencia y eso le daba confianza. Sabía que podía sentirse a salvo con él. Podía confiarle todos sus secretos.


¿Las personas parecidas se atraen? ¿El había sentido en ella alguna cualidad particular? ¿Le había dado alguna señal?


Desde ese día creía que si.


Recordaba como después de estar horas besándose como siempre hacían, él la llevó a su habitación y tras taparle los ojos con su propia remera, empezó a indicarle paso a paso lo que tenía que hacer.


Su tono era firme. Autoritario.


Al principio como era de esperar, ella se asustó. Nunca lo había sentido así. Era su primera vez, y él le inspiraba un poco de temor. Y no sabía si era por eso justamente que cada vez lo deseaba más. Había algo en que él tuviera todo el control, que la relajaba. Se resignaba a no poder hacer nada para cambiar la situación, y se entregaba por completo.


El la había tocado por unos minutos, enloqueciéndola, alternando suaves besos, con mordiscos por todo su cuerpo. 


Pensó que iba a explotar.


Lo necesitaba con urgencia. Movía sus caderas desesperada buscándolo.


Pero no lo encontraba, no podía verlo, no estaba segura de donde estaba.


Todo se volvía un torbellino.


Justo cuando pensó que la tortura terminaba, y que por fin la
tomaría, la dio vuelta y colocándola sobre su regazo, azotó su trasero con fuerza una vez.


Ella se vino instantáneamente.


Recordaba lo intensa que le había resultado la situación. 


Estaba aturdida, pero a la vez, una sensación del más maravilloso placer la recorría.


Le masajeaba la zona sensible con fuerza, para después volver a golpearla. Era demasiado. Sus caderas empezaban a moverse otra vez hacia delante y atrás. Estaba fuera de control.


Tenía los ojos llenos de lágrimas, y el cuerpo ardiendo pero no podía parar.


Se estremecía por completo.


Justo cuando estaba por dejarse ir por segunda vez, volvió a darla vueltas y poniéndose por encima de ella, la penetró de manera abrupta.


Se acordaba del grito que había dado. Todavía le parecía
escucharlo. Un grito desgarrador. Acababa de robarle la virginidad de manera brutal, y le había encantado. El se movía con violencia, y ella entre lágrimas solo podía pedir más, mordiendo la sábana y sofocando más gritos.


Habían terminado agotados, pero había sido una experiencia única.


Una que marcó su vida para siempre. No entendía que otros pudieran disfrutar del sexo si no era de esa manera.


Y así fue como su joven y experimentado novio, la había llevado por un camino de aventuras y fantasías que la habían apasionado casi al punto de volverse una obsesión.


El había sido su instructor. Le había enseñado todo. Y ella había sido su sumisa por casi dos años.


Muchas veces, debido a su falta de conocimiento y a su edad, se había sentido culpable. Había llegado a pensar que lo que hacían no estaba bien. Influenciada por sus amigas, que le contaban sus propias vivencias, se sentía que vivía una realidad paralela, casi perversa.


Se angustiaba y lloraba pensando que había algo mal en ella, que no era normal.


Pero había sido después de unas extrañas vacaciones que se dio cuenta de que no había nada malo en lo que le gustaba. De hecho, no estaba sola en el mundo. Había toda una comunidad de personas que disfrutaban de lo mismo.


Se había quedado impactada cuando después de cortar con su novio, un chico la había invitado a un club. Era un lugar destinado a estos placeres. A explorar esas fantasías sin inhibiciones, con gente que sabía de que iba la cosa, y que sabía el funcionamiento de estas prácticas.


Ella estaba algo triste y despechada por como su ex la había dejado por otra chica, y quería desquitarse de alguna manera.


Pero lo que obtuvo de esas vacaciones de tres semanas, era mucho más que una revancha. Había encontrado exactamente lo que había deseado toda su vida sin saberlo.


Tres semanas enteras en un club, que era una especie de escuela de verano para un grupo de jóvenes adultos ricos, con intereses raros y muchas ganas de dar rienda suelta a su imaginación.


Había sido educativo.


Se había enterado de todos los pormenores del BDSM, en concreto.


A partir del día en que volvió del Club Rojo, era otra persona. 


Sabía lo que le gustaba y lo que no.


Aprendió que le gustaba más ejercer el control, que ser sumisa, y que odiaba con todas sus fuerzas la solemnidad en ese tipo de actos. El protocolo, las etiquetas. Los rituales. 


Creía en algo más libre.


No podía pensar en sus sumisos como esclavos o esclavas. 


Le resultaba cómico, ridículo y un poco patético. Eran sus compañeros de juegos. Y si bien ella tenía el poder y el dominio, el otro o la otra, jugaban una parte igual o más importante en la relación.


Disfrutaba sin prejuicios de ambos sexos cuando se trataba de los juegos. Los hombres tenían la fuerza y la potencia, mientras que las mujeres la delicadeza y el erotismo.


Prefería los hombres, pero reconocía haberla pasado muy bien con mujeres en algunas oportunidades.


Los años habían pasado, y todavía existía un vacío que no podía llenar. Le gustaba el sexo, pero ya no le bastaba. Quería conjugarlo con algo más. Necesitaba un compañero.


Creía que por las características de sus preferencias, iba a ser imposible, pero Juany le había demostrado lo contrario. 


Con él podía ser ella dentro y fuera del cuarto. Podía presentárselo a sus amigas, a sus padres, salir con él, proyectar un futuro.


Le tenía afecto.


Sabía que tarde o temprano le iba a suceder, y tomó la decisión de mantener con él una relación monógama. Iban a restringir esos juegos que tanto les gustaban, para ellos solamente. Iban a ser una pareja.


Hasta que había aparecido Pedro.


Estaba tan confundida…


Se vistió rápido y se preparó para esperarlo.


Las manos le sudaban y el corazón se le agitaba en el pecho
haciendo que todo su cuerpo temblara.


¿Qué mierda le pasaba?









3 comentarios:

  1. Ayyyyyyyy, qué genial, se está enamorando Pau jajaja. Buenísimos los 3 caps.

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  2. Me encanra esta historia.!!! , ... se estara enamorando ?

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  3. Me encanra esta historia.!!! , ... se estara enamorando ?

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