lunes, 11 de mayo de 2015

CAPITULO 87






Había estado en la fiesta el tiempo suficiente para esperar a Juan que llegaba retrasado, saludar a los asistentes una vez y tomar unas copas.


Nunca había tenido menos ganas de estar en un lugar… y más pensando en que en ese mismo momento, Pedro la esperaba en su casa.


La cabeza no había parado de darle vueltas.


Se había ido con la intención de dejarlo con todas las ganas, pero el juego se le había vuelto en contra. No podía esperar, quería estar con él ahí y ahora.


Temprano todavía, se despidió de Juan desde lejos con la mano, porque estaba charlando con una chica muy bonita y se subió a un taxi en cuanto pudo.


Apenas llegó, abrió la puerta y lo encontró tomando una copa.


Frunció el ceño.


Se había sacado las esposas.


—Hola. – le dijo y le señaló sus manos. —¿Por qué te las sacaste?


—Me picaba la espalda. – le contestó aguantando la risa. Se paró hasta donde ella estaba y sujetándola de la cintura le preguntó. —¿Me vas a castigar?


Ella sonrió.


—Puede ser. – levantó su ceja. —¿Vos querés que te castigue?


—Puede ser… – le dijo al oído.


—Con una condición… – lo miró a la boca. —Después quiero que vos dirijas el juego. – lo besó con fuerza, sintiendo en su boca el sabor del whisky que acababa de tomar, mezclado con su aliento dulce. —Quiero que me domines... – susurró en sus labios.


El asintió despacio y a ella se le puso la piel de gallina.


Todavía no dejaba de sorprenderla el hecho de que aceptara sus preferencias, y ahora más aún, que quisiera participar de manera activa en el juego.


No hace mucho le había preocupado que él estuviera con ella solo para introducirse en ese mundo, pero ahora no. A estas alturas ya no podía poner en duda de que había mucho más.


Para ella también había mucho más.


—El castigo no va a ser doloroso. – sonrió. —Pero si muy intenso.


Ya podía notar que la anticipación de lo que le decía lo había
afectado. Asintió y la siguió a la habitación obedientemente.


—No te voy a esposar. – se fue a buscar entre sus cajones y volvió a aparecer. —…las manos. – se rió. —Acostate boca arriba en la cama.


Le sujetó un tobillo con una correa de cuero ajustado a una de las patas de la cama y lo dejó tirante. Hizo lo mismo con la otra y se paró a distancia para apreciarlo mejor con una mano en la cintura. Sonrió. Le gustaba lo que veía.


El respiraba agitado, excitado a tope y esperándola.


Se fue a su vestidor y se cambió de ropa. Un conjunto de lencería como a ella le gustaba. Transparente, de encaje, y apretado. Se le ocurrió algo más en el momento, y lo buscó antes de volver a su encuentro.


—¿Te gusta? – dio una vueltita frente a él y lo vio sonreír.


—Sos hermosa…– dijo ronco entre jadeos. —Me volves loco.


—Ahora que ya me viste… – se acercó a él y le apoyó algo el rostro. —…te puedo poner esto.


Era una máscara de cuero que le cubría la mitad de la cara hasta la nariz y por detrás se ataba en la nuca.


Se veía tan atractivo… Solo dejaba ver su boca y era… irresistible.


Se acercó y lo besó.


Sin poder evitarlo, la tomó por el rostro y la besó
desesperadamente. Como si hubiera estado esperando por años… devorando su boca sediento.


Suspirando hizo la cabeza hacia atrás y le indicó.


—Las manos atrás de la cabeza, Pedro. – él asintió. —¿Cómo se dice? – lo amenazó.


—Si, señora. – contestó en un tono bajo.


Todo su cuerpo se estremeció al escucharlo. La sensación de poder que en ese momento sentía, se mezclaba con el deseo y le encantaba.


Se sentó sobre él y le masajeó con mimo el pecho. Sus músculos pectorales se flexionaban bajo sos dedos y su hermosa boca le sonreía.


Devolviéndole la sonrisa como si pudiera verla, de repente le clavó las uñas en la piel arrastrándolas hacia abajo.


—Ahh… – gritó él, sin dejar de sonreír y se movió retorciéndose haciéndola mover también.


—Quieto. – lo amonestó.


—Si, señora. – contestó haciéndole caso.


Levantándose apenas de donde estaba, le bajó el pantalón que usaba a veces para dormir y se lo quitó.


No llevaba ropa interior.


Se estiró hasta la mesita de noche y buscó algo dentro. Mmm… no debía pasarse. Por más ganas que tuviera de dejarse llevar y castigarlo, aquí tenía que irse con todo el cuidado del mundo. Estaba jugando con fuego.


Se colocó uno de sus guantes de satén hasta la mitad del brazo mientras con un control remoto encendía algo de música.


Estaba eligiendo algo para la ocasión… necesitaba algo… oscuro.


Sexy. Perfecto.


Empezó a sonar “Eat me, drink me” de Marilyn Manson. Cerró los ojos pensando en la cantidad de recuerdos le traía… y casi como entrando en personaje, tensó la mandíbula y se sentó entre sus rodillas.


Llevó la mano con el guante directo a su miembro y se lo sujetó con suavidad.


El gruñó sorprendido, y mecánicamente movió la cadera hacia delante. Se humedeció los labios y comenzó a mover la mano hacia arriba y abajo, haciéndolo perder el control, viendo como apretaba cada parte de su cuerpo luchando para quedarse quieto.


El aire entraba y salía por su boca, entre sus dientes.


Era intenso.


La canción subía y también lo hacía él.


Tomó lo que había sacado del cajón y le preguntó.


—¿Cuál es la palabra clave? – sin dejar de estimularlo.


—Stop. – frenó su mano apretándolo con violencia. —S-señora. – gimió él corrigiéndose.


Ella sonrió y aflojando su agarre siguió moviéndola.


Dudó.


Mientras se mordía el labio prendió de un pequeño botoncito lo que tenía en la mano, y este empezó a vibrar suavecito. No hacía casi ruido, pero si hubiera hecho, la música lo hubiera tapado de todas maneras.


Esa fue la razón por la que cuando se lo apoyó en la ingle él saltó como si lo hubiera electrocutado. No se lo esperaba.


—Quieto. – le advirtió otra vez. Volvió a apoyárselo, y esta vez no se movió.


Sus piernas estaban duras. Todo su cuerpo lo estaba.


El pequeño vibrador, le daba vueltas por los muslos, y el vientre con suavidad, dejando que se acostumbrara a la sensación.


Cuando pudo asegurarse de que ya estaba más calmado, lo acercó de nuevo a su ingle.


Lo vio apretar las mandíbulas y contener el aire. Tenía miedo. Ya lo conocía lo suficiente como para saber leer con precisión su lenguaje corporal.


Sonrió y se fue acercando a la base de su miembro en movimientos circulares.


Lo vió soltar el aire por su boca precipitada y descontroladamente.


En su otra mano, su erección estaba cada vez más rígida.


Probando todavía más su resistencia, apretó el vibrador un poco más abajo, y él no la frenó.


Sus gruñidos le indicaban que estaba cerca. Aumentó la velocidad de los movimientos de su mano y siguió bajando con la otra hasta posarse en la zona del perineo. Pensaba frenarse ahí, pero solo por si acaso, una mano de él envolvió su muñeca con firmeza y la detuvo.


No se la sacó del lugar, solo la contuvo ahí y gimió violentamente enloquecido de placer. Ella, dejándose llevar, lo tomó con la boca por completo y mientras lo envolvía una y otra vez con su lengua sintió como se venía tomándole la cabeza con las dos manos y un gruñido de puro desahogo.


El vibrador seguía en el mismo lugar que él lo había frenado.


Aunque no estuviera teniéndola, ella no traicionaría jamás su confianza. Y en el fondo, él también lo sabía.


Lo desató y le destapó el rostro con cuidado. Se acercó a sus labios y se los besó cariñosamente.


—Muy bien, bonito. – lo felicitó. —Muy bien.


El, de a poco recuperando el aliento, le preguntó.


—¿Ya se terminó mi castigo? – ella asintió con la cabeza porque fue lo único que tuvo tiempo de hacer.


El tomó su boca y la besó con pasión.


La música todavía seguía sonando. Era otra canción, pero todavía en el mismo tono oscuro y el mismo ritmo sensual.


Tomó sus manos con violencia y las levantó sobre su cabeza.


—Ahora mandó yo. – susurró en su oído. Llevó una de sus manos directamente a su entrepierna y la movió por encima de su ropa interior.


Se arqueó por completo y gimió al sentirlo. Fue tentándola mientras con un dedo corría la tela hacia un costado. Contuvo la respiración. Un segundo dedo tocó su piel ahora desnuda y todo el aire que estaba sosteniendo salió en jadeos entrecortados.


—Mmm… si. – dijo metiendo un dedo más. —Sos tan hermosa… – susurró.


Movió su cadera encontrando su mano, en busca de más intensidad, y él la dejó. Sonrió y aumentó la velocidad disfrutando de llevarla al límite.


Estaba a punto, pero él sacó su mano.


—Seguí vos. – gruñó en su oído. Soltó sus manos y besó su boca mientras ella no dudaba y le hacía caso.


Sus propias manos, no se sentían ni por lejos tan bien como 
las de él lo hacían, pero ya no podía evitarlo. Sus besos la catapultaban cada vez más arriba, ahogando cada uno de sus gemidos.


Se frenaba hipnotizado mirándola y excitado por la situación volvía a besarla con furia mientras no se perdía detalle.


Estaba otra vez al límite de su resistencia… empezó a moverse más rápido, pero, igual que antes él la frenó.


Sacó su mano y las volvió a aprisionar por sobre su cabeza.


—No, no, no… – la regañó. —Todavía no… – se rió y le mordió los labios. —Quiero que uses esto. – puso frente a su rostro el pequeño vibrador. —Y te quiero besar.


Para ese momento su cuerpo tenso, se movía solo lleno de
frustración. Necesitaba liberarse.


El fue bajando y le abrió las piernas colocándose en medio.


Disfrutando de cómo la torturaba, se tomó su tiempo hasta que por fin apoyó su boca en ella.


Cerró los ojos dando un grito y pudo sentir sobre su piel como sonreía. Su aliento cálido era demasiado.


Empezó a besarla muy suave, mientras tomaba la mano con la que ella sujetaba el vibrador y la llevaba ahí debajo. Ella, obedeciendo, apoyó apenas la punta del aparatito y lo prendió.


La sensación fue tan fuerte que tembló. Entre gritos y gemidos incoherentes, sus caderas apuraron lo que era ya inminente.


Sus besos eran dulces y dedicados… en combinación con el
zumbido del aparato la hicieron estallar. Su cuerpo se sacudió dejándose llevar por completo. No se comparaba a nada de lo que había experimentado hasta ahora.


Gimiendo y recobrando el sentido, después de varios minutos de locura, lo miró. El le sonreía complacido y quitándole de la mano el vibrador se colocó sobre ella.
La besó en los labios con ternura, y muy de a poco, se fue
hundiendo en ella.


Gimieron sintiéndose y él todavía mirándola, le dijo.


—Te amo. – sus ojos tan llenos de significado, de adoración, le calentaban el alma. Sentía cosquillas en el estómago….un vértigo que acentuaba el deseo que sentía por él.


Esa noche recién empezaba.






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