sábado, 9 de mayo de 2015
CAPITULO 81
Había estado dándole vueltas al asunto todo el día. Si conocía a su madre, sería para ella un paso gigantesco.
Conocía a los padres de Juan, … y no era solo una cuestión de conocer a su… bueno, a su supuesta suegra. Era que para Pedro, su mamá era muy importante. Muy influyente.
¿Y si no le caía bien?
La mujer parecía ya tener una relación con su ex, Soledad.
Sería raro para ella que Pedro hubiera cortado y que ahora estuviera con alguien más.
Cerró los ojos con fuerza, recordando sus palabras.
“Y yo tenía ganas de que vengas con nosotros...”
Mierda.
Estaba siendo ridícula.
Apenas terminó su jornada laboral, corrió a su casa para arreglarse, y tras comprar el mejor vino que se vendía en la ciudad, se fue de sorpresa a casa de Pedro.
Esperaba no llegar demasiado tarde y que todavía estuvieran ahí.
Tocó la puerta y esperó paciente. Las luces estaban prendidas, y podía escuchar la voz de él mientras reía y hablaba con alguien.
La puerta se abrió, pero no fue a Pedro a quien vio.
Una Soledad, vestida en un elegante vestido azul marino y tacones altos la recibía con su mejor cara de arpía.
Se quedó congelada sin saber que decir.
—Paula. – la saludó. —No sabíamos que venías, que pena. Ya nos estamos yendo. – se acomodó con coquetería el escote y ella pensó en agarrarla de los pelos ahí mismo.
Pero se contuvo.
Tenía que marcharse, su cerebro se lo pedía a gritos… pero su cuerpo se negaba a cooperar.
—¿Quién era? – dijo Pedro acercándose. Se quedó quieto y congelado con la misma expresión que ella tenía en ese momento. —Paula. – dijo cuando pudo hacer entrar aire a sus pulmones.
—Hola. – dijo retrocediendo apenas. —Les traje un vino. – se lo alcanzó torpemente. —Y ya me iba, chau.
Podía esperar el ascensor, ya que estaban en el piso once.. pero era más rápido correr, así que tomó las escaleras.
Entre tantas corridas, escuchó que él la seguía.
—Paula, espera. – logró sostenerla por la muñeca. —No te vayas.
—Iban a salir los tres a comer… – dijo, y no era una pregunta.
—Vos no ibas a venir, Soledad ya estaba acá. – le explicó. —Mi mamá la considera como una hija más.
Sintió esa frase como un cachetazo y reaccionó.
—Con más razón, yo no tengo nada que hacer acá. – tiró de su agarre, pero él no la soltaba.
—Estás siendo injusta. – su gesto era serio. —Yo te invité a vos. Yo te quería a vos esta noche en la cena… a mí lado. – agregó un poco más molesto. —Vos no quisiste.
Ella asintió con los ojos llenos de lágrimas. Tenía toda la razón.
Había perdido su oportunidad por miedosa, y ahora tenía que afrontar las consecuencias. Sintió la primera lágrima rodando por la mejilla, y más rápido se quiso ir. No le gustaba parecer una víctima. Y más cuando estaba llorando de pura bronca e impotencia.
El aflojó su agarre, pero la abrazó con cuidado contra su pecho mientras acariciaba su pelo.
—Perdoname. – dijo preocupado. —No llores. – la miró a los ojos. —Le puedo explicar a Soledad que hoy prefiero salir con vos y mi vieja… Ella va a entender.
Ella negó con la cabeza, y suspirando para dejar de llorar, le dijo.
—No, tenés razón. – se peinó con los dedos. —Además no sería justo tampoco para Soledad. Otro día, Pedro.
Le hizo una sonrisa forzada.
—Esto es horrible. – dijo cerrando los ojos. —Yo de verdad quería ir con vos.
Ella le sonrió y lo besó en los labios.
—Ya va a haber otras oportunidades. – él la besó en respuesta, y justo cuando estaba abrazándola por la cintura, la voz de Soledad los interrumpió.
—Pedro, gordo… Alicia quiere comer temprano. – lo tomó por el antebrazo casualmente. —Y me dijo que tiene que volver temprano también así que… – miró con impaciencia a su dirección.
—Chau, mañana hablamos. – dijo Paula volviéndolo a besar
delante de Soledad.
—Hasta mañana, bonita. – contestó él y se fue con su ex por el pasillo al encuentro con su madre. Alicia.
Quien era íntima de su ex. De verdad la odiaba.
Ofuscada, llegó a su edificio y justo cuando prendía la luz de su pasillo alguien le llamó la atención.
—Hola, mi amor. – Juan, en la puerta de su casa, del lado de
afuera, la recibía con un abrazo levantándola por el aire.
—¡Juany! – dijo sin poder evitar pensar que la vez anterior que la había sorprendido, tenía a Pedro debajo de su cama…
—Volví antes, y no podía esperar para verte. – le estampó un sonoro beso en los labios, que le quitó toda capacidad de reacción.
Cuando pudo volver a moverse, lo frenó poniendo distancia con los brazos.
—Tenemos que hablar. – él entornó los ojos, pero la siguió dentro del departamento y se sentó en el sillón frente al que ella se había sentado.
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