sábado, 2 de mayo de 2015
CAPITULO 59
Por supuesto, se habían quedado dormidos al otro día. Eran más de las 10 de la mañana y estaban atrasadísimos.
Tenían que estar en el casamiento en menos de dos horas, y no llegaban.
Quedaba lejos, y todavía no se habían ni bañado.
El fue quien primero abrió los ojos y miró el reloj.
Había pegado un salto sacudiendo suavemente su hombro para despertarla.
—Paula. – dijo con la voz ronca. —Nos quedamos dormidos.
Ella pegó un salto también, y entre corridas, se habían podido dar una ducha a mil por hora y se habían cambiado.
Había protestado todo el camino por salir con el pelo mojado.
Odiaba hacerlo, porque siempre se lo alisaba. El por más que la veía, no entendía. Estaba preciosa.
Naturalmente, se le ondulaba en las puntas de manera suave… y el olor a durazno que tenía su shampoo… era demasiado. Le hubiera gustado poder sentirlo en su rostro, en su pecho, mientras la besaba, y volvía a hacerle el amor.
Parpadeó con fuerza y siguió manejando camino a la quinta en donde era el evento.
Estaban llegando quince minutos tarde, pero no parecía haber empezado. Los invitados estaban dispersos en el enorme parque buscando resguardarse en la sombra de los árboles, que debido a la hora, quemaba.
Las amigas de Paula estaban charlando con sus amigos cerca del altar y la familia de los novios se movía de un lado a otro apurados, como si algo más estuviera sucediendo.
Se acercaron a sus conocidos, y los saludaron.
—Wow, ¡Que linda estás Paula! – le dijo Caro mirándola. —Creo que no te veía tu pelo natural desde el secundario…
Ella puso los ojos en blanco y negó con la cabeza ofuscada.
—Es verdad!! Que hermoso te queda. – agregó Muri, —Todo
desordenado, más relajado. – ganándose otra mirada envenenada de su amiga. Pedro le hizo una seña de silencio con el dedo índice para que no dijera nada más. Su amiga no estaba para bromas.
La chica pareció entender porque cambió de tema drásticamente.
—Estamos esperando a que llegue Lucas. – se encogió de hombros.
—Gaby se está terminando de peinar.
Disimuladamente miró la pantalla de su celular para chequear la hora. Era bastante tarde. Frunció el ceño.
Paula, a su lado, más impaciente, fue a hablar con los padres de los novios, excusándose por un momento.
Ezequiel se le acercó y le dijo bajito para que nadie más pudiera oírlos.
—¿Me parece a mí o el pibe desapareció? – preguntó refiriéndose a Lucas, el novio.
—No creo. – contestó poco convencido. —Por las dudas no digas nada.
El otro negó en silencio y siguió como si nada haciéndose el
distraído cuando alguna de las amigas se acercaba.
Los minutos seguían pasando, y el murmullo entre los asistentes iba en aumento. Los padres del novio estaban hablando por teléfono, y a la madre de la novia la estaban ventilando con una servilleta porque se sentía mal.
Paula, a su lado, hablaba por teléfono y asentía con tranquilidad.
Cuando corto, le apretó la mano y le dijo al oído.
—Gaby está desesperada. Me dijo que quiere que vayamos y que no dejemos entrar a nadie más a la casa. – el asintió.
—Yo me encargo, andá tranquila. – contestó sin mencionar lo que de verdad pensaba. Ese chico se había escapado. No llegaría.
Las tres amigas salieron corriendo hasta la estancia que tenían en frente, y sosteniéndose los vestidos, subieron rápidamente las escaleras.
Pedro le hizo señas a Ezequiel y a Agustín para que se quedaran cerca y lo ayudaran a mantener a los invitados lo más lejos posible.
—Te dije que se había ido. – negó su amigo con la cabeza. —Que hijo de puta.
El lo hizo callar.
—No sabemos, por las dudas que no te escuchen. – se mordió el labio mientras pensaba.
Justo en ese momento vio como la madre de Gaby se desmayaba en pleno jardín y todo el mundo acudía a los gritos.
Agustín se acercó hasta donde estaban, y llamó por teléfono a una ambulancia.
En un par de horas, lo que supuestamente iba a ser un romántico casamiento al aire libre, era un caos. Gente corría, lloraba, gritaba… algunos incluso se peleaban.
Los médicos que habían acudido, atendían a los familiares más afectados y más nerviosos. No podía creer lo que estaba viviendo.
Su celular empezó a vibrar en el bolsillo de su pantalón, y
rápidamente lo atendió.
—Pedro. – era Paula. De fondo, se escuchaba a su amiga llorar desconsolada, mientras las otras la consolaban. —Lucas no va a venir. La llamó para decirle que… no estaba listo, y no se cuantas estupideces más.¿Cómo está todo allá afuera?
Su estómago se apretó. Pobre chica. Estaba tan entusiasmada con el asunto. No podía ni siquiera imaginarse por lo que tenía que estar pasando.
Trató de pensar bien las palabras que iba a decir, para no empeorar la situación.
—Está un poco complicado. Pero eso no es lo importante ahora. – ella lo interrumpió.
—Quiere estar sola con nosotras… – dijo bajito. —Y no quiere que nos vayamos de acá… – suspiró. —Acá también está un poco complicado.
—Yo me encargo. – le contestó.
—¿De qué?
—Les digo que se siente mal, que por favor se vayan. – miró a su alrededor. —Y a los padres, les digo que se queden en alguna de las habitaciones de la estancia y que esperen a que se le pase para hablar con ella…
Hubo un silencio.
—¿Harías eso? – preguntó sin poder creerlo.
—Si, bonita. Ustedes quédense tranquilas. – se despidió de ella con un beso y habló con sus amigos.
Se había encargado de decirle a la gente que la boda quedaba cancelada, y que por favor entendieran que no era un momento para decir nada más.
Ezequiel había llamado a una remisería, para que quienes no tuvieran transporte, pudieran disponer de uno rápidamente.
Y Agustín, había hablado con la gente del catering y de la estancia contándoles de la situación.
Aparentemente no era algo raro, y estaban preparados para que algo así ocurriera en cada evento que se realizaba.
El intentaba hacer entender a los padres que Gabriela ahora quería estar con sus amigas, pero éstos estaban tan angustiados que no querían escuchar razones. Podría haber llamado a Paula que los conocía mejor, los convenciera, pero se dijo que trataría de evitárselo tanto como pudiera.
Estaba en medio de la discusión cuando ella bajó por las escaleras acompañada por Caro.
—¡Paula! – gritó la mujer. —Por Dios. ¿Me pueden explicar que está pasando? – se quejó histérica.
—Julia, por favor quédese tranquila. – le dio la mano. —Gabriela está durmiendo, estaba muy angustiada. Necesita estar sola. No quiere hablar.
—Pero soy la mamá. – reclamó.
—Me lo pidió especialmente. Por favor. – insistió mirándola a los ojos. La mujer asintió resignada y se desplomó en un sillón.
Aprovechó ese momento de distracción de la señora y se acercó a él.
—Me parece que nos vamos a quedar acá hasta la noche. – le explicó. —Si vos querés, podés ir. De paso llevas a tus amigos.
—No tengo problema en quedarme. – le acarició el brazo. —Por si necesitan algo.
Ella le sonrió apenas y lo miró.
—Gracias. – asintió. —No te puedo pedir que te quedes
esperándome… No sé ni cuanto tiempo vamos a estar... – dudó.
—Me quedo hasta la noche y vemos. – la tomó por el rostro y muy despacio, la besó.
Ella cerró los ojos y suspiró, sintiendo como sus labios se tocaban.
Cuando se separaron los abrió y volvió a sonreír.
Su corazón iba a toda carrera.
Se acercó a su oído, y antes de dejarla le dijo.
—Sos hermosa. – y le besó la mejilla.
Sus ojos eran tristes, y se notaba que estaba preocupada por su amiga. Quería abrazarla y hacerla sentir mejor.
Reconfortarla diciéndole todo lo que sentía por ella, quería acompañarla donde sea.
Pero no podía.
Todo lo que podía hacer era quedarse cerca por si ella lo necesitaba.
Esperaría esa tarde. Y la esperaría siempre.
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Geniales y divinos los 3 caps. Pedro es un tiernito.
ResponderEliminarAyyyy que dulce es Pedro, un tierno!!!!
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