Se subieron al auto en silencio. Todavía no reaccionaba. Se había aguantado las ganas de interceder y defender a su mujer. De verdad, tenía ganas de ahorcar a la estúpida de su ex. Pero no lo hizo. Paula sabía defenderse muy bien sola.
Y lo había hecho perfectamente.
No podía evitar, aunque fuera mezquino, recordar con cierto placer, la cara que había puesto Soledad después de que su esposa le contestara.
Arrancó dirigiéndose al centro comercial, pero ella lo frenó.
—No, no vamos a comprar nada. – miró por la ventanilla. —Llevame a casa, Pedro.
Su voz había sonado tan baja, que se alarmó. Hacía unos segundos hablaba con calma y total indiferencia, y ahora parecía triste. Hasta vulnerable. Se dio cuenta de que había sido toda una puesta en escena para Soledad. Era su mecanismo de defensa. Recordó todas las peleas que habían tenido en los primeros tiempos. En lo fría que le había parecido. Claro, hasta que sin querer, dejaba caer esas barreras y los sentimientos la traicionaban… emocionándose con una película, poniéndose celosa… huyendo del país después de que terminaran.
Era de todo menos fría. Y solo él lo sabía.
—Ey… hermosa… – le dijo tomándole la barbilla para que lo mirara.
Sus ojos estaban rojos y llenos de lágrimas. La discusión la había afectado mucho más de lo que pensaba.
—No pasa nada, vamos. – le contestó soltándose.
—Si que pasa, hablemos. – insistió. —No me gusta verte así. Tendría que haberle dicho algo más… Mi mamá me va a escuchar… esto es culpa de ella.
Paula negó con la cabeza.
—No es Soledad la que me puso así. – se mordió los labios sacudiendo la cabeza. —Ni tu mamá. Sos vos, Pedro. – lo miró molesta.
Cerró los ojos y tomó aire.
—Paula… lo que ella dijo, ya sabes como es…
—¿Por qué no me contaste que seguías hablando con ella? – le preguntó. —Que cuando vas a casa de tu mamá, ella también va.
—Fue una vez. – se defendió. —Y ella ya estaba ahí, no podía irme. – su esposa no decía nada.
Claramente con eso no había contestado a sus preguntas.
—Perdón, te tendría que haber dicho. No quería que te enojaras. Si te hace sentir un poco mejor, ese día discutí con mi vieja y le dije que si Soledad volvía a pisar esa casa cuando yo estaba, no volvía.
Ella lo miró pensativa, y después de un largo suspiro le dijo.
—No, no me hace sentir mejor. – todavía no cambiaba la cara. —Hubiera sido mejor enterarme por vos, y no por ella.
—Perdoname, hermosa. Tenés toda la razón. – le acarició la mejilla.
Era raro porque no estaba enfurecida, más bien… dolida. Mil veces peor.
Últimamente no sabía como tratar con ella. Sus cambios de humor hacían que fuera impredecible.
—¿Es cierto entonces que querían tener un bebé? – quiso saber.
—No. – se recostó más en el asiento. —Yo le puedo haber dicho, aunque no me acuerdo, que quería tener hijos en un futuro. Pero nunca la incluí en los planes. Ella era la que no quería. Odiaba a los chicos, siempre me lo dijo.
—Y la prueba de embarazo…
—Es verdad. Hubo una. – se llevó una mano a la cabeza y pasó los dedos por su cabello. —La encontré por casualidad cuando cortamos y ella viajó. Yo ya te había conocido, y me quise morir.
—¿Y qué hubieras hecho si…
—Me hubiera hecho cargo. – la miró evaluando su reacción. —Y lo hubiera querido, y cuidado… pero nunca fue buscado…
Paula bajó la mirada.
—Este bebé tampoco fue buscado.
—No es lo mismo. – se dio vuelta y tomó su rostro con cariño. —No es lo mismo, mi amor. – le repitió. —Aunque no lo buscábamos, si es algo que yo quería. Que imaginaba… con lo que soñaba.
Quiero pasar toda mi vida con vos. Enterarme que estabas embarazada, fue una de las mejores cosas que me pasaron.
Ella asintió.
—Te amo. Vos sos la mamá de mis hijos. – besó sus labios.
—Y lo sentí desde que empecé a enamorarme de vos.
—Y… ¿Qué es lo que hablaron sobre el tema cuando se vieron hace unas semanas? – preguntó secándose la lágrima que había empezado a rodar por su mejilla. Aunque ahora parecía estar llorando más por emoción que por tristeza.
—Mi mamá le contó que estabas embarazada… y el tema salió solo. – ahora que lo contaba parecía una pavada. Realmente debería haberle contado a su esposa y así se hubieran ahorrado la pelea, y sobretodo las lágrimas de ella. —Me había olvidado de ese test de embarazo. Soledad empezó a hablar y le pregunté. Las cosas ya no iban muy bien en esa época. Por un lado quería viajar por todo el mundo, por otro lado me presionaba para que nos mudáramos juntos. – solo recordarlo lo irritaba. —Resulta que si quería tener hijos, y resulta que había dejado de tomar las pastillas a propósito. Otro secreto más. Otra de sus mentiras.
Paula contuvo la respiración.
—O sea que fue pura casualidad que no quedara embarazada… – dijo asombrada. —Y cuando volvieron a estar juntos… que ella volvió de viaje…
—Yo ya estaba con vos, Paula. – le dijo tranquilo. —Aunque no éramos nada, nos acostábamos. Me cuidé siempre con Soledad. Y tampoco fueron tantas veces… – lo interrumpió.
—Ahhhlala – se tapó los oídos. —No quiero saberlo.
****
Solo buscaba un sumiso.
O eso era lo que creía en un principio.
Pero solo imaginárselo con otra era… repulsivo.
—Desde que te conocí, no quiero estar con nadie más. – dijo sincero. —Si estuve con ella, fue porque me dolían tus desplantes,… y quería demostrarme a mi mismo algo que no era.
—Hacía todo eso porque me confundía lo mucho que me gustabas. – sonrió. —Me estaba enamorando.
La miró sorprendido y ella siguió hablando.
—Desde que me desperté en tu cama… esa vez. La primera vez. Supe que era algo diferente. – se rió. —Nunca había hecho una cosa así. Me fui corriendo de tu casa. La lógica, me decía que no podía seguir viéndote. Que tenía que quedar en una cosa de una sola noche… pero cada vez que te veía… – se mordió los labios. —Me hacías sentir tantas cosas. Me haces sentir… todavía. Cada vez más, de hecho…
No la dejó seguir hablando. Volvió a tomar su rostro y la besó con fuerza. Sus manos se aferraron a su cabello y entre suspiros, le demostró exactamente lo que ella le provocaba a él.
Las mismas mariposas que ya sentía en esos primeros días, ahora se multiplicaban por mil, y viajaban por todo su cuerpo.
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