viernes, 22 de mayo de 2015

CAPITULO 125





Tenía a Paula con las manos atadas sobre su cabeza mientras la recorría la piel con una pluma haciéndola estremecerse. Estaba tan receptiva que jugar era cada vez más interesante.


Rozó con delicadeza sus pechos y le sonrió. La vio apretar los muslos con fuerza. Quería disimular, pero no podía. Otra vez estaba cerca.


Se agachó apenas un poco y tomó uno de sus pezones entre sus labios mientras gemía.


—Mmm… – nunca tendría suficiente de su cuerpo. Blanco y rosado, tan suave como la seda… pensó.


Ella gritó en respuesta.


Haciendo círculos con la lengua, la llevó al límite otra vez, y antes de que pudiera dejarse ir… se alejó.


Pedrooo…– se retorció tirando de sus ataduras.


—Shhh… – respondió él.


Besó sus labios con violencia, hasta escucharla gemir. 


Abriéndose paso en su boca, sin dejar ni un lugar por explorar. Respirando profundo, se llenó de su sabor y gimió también.


Sin poder, ni querer aguantar más, bajó sus manos y tomó sus muslos hasta tenerlos alrededor de la cadera y se movió sobre ella una, dos… tres veces. Solo rozándose.


Paula cerró los ojos y tiró la cabeza hacia atrás de golpe.


Una vez más, se rozó provocándola solo una vez más… sabía que ella no podía seguir esperando y él tampoco resistía…


Pero ella retorció las piernas apretándolo más cerca y casi convulsionando, se dejó ir con fuerza.


—No se suponía que tenías que hacer eso todavía… – dijo él con una sonrisa.


Ella solo se rió.


—Si querés podés castigarme… – suspiró sonrojada y con los ojos brillantes. —Valió la pena. – se movió despacio debajo de él. —Mmm…
Ese rió y gruñendo en su cuello le respondió.


—No tengo ganas de castigarte justo ahora… – le mordió el lóbulo de la oreja.


—¿De qué tenés ganas, Pedro? – le preguntó también susurrando.


—Mmm… primero te voy a desatar. – soltó sus manos y las besó con cariño. —Segundo, me voy a llenar la bañera. – le guiñó un ojo y se levantó rápidamente de la cama.



****


Lo escuchó en el baño mientras preparaba el agua y sonrió.


Solo un momento después la fue a buscar en brazos y dejándola de pie frente la bañera.


—Y tercero… – le dijo mientras le besaba el cuello. —Te voy a mimar…


Ni siquiera sabía que estaba tan cansada. Estaban los dos abrazados, con la espuma hasta el pecho. Pedro la abrazaba por detrás mientras ella apoyaba la nuca en su hombro.


El perfume del jabón, y la temperatura del agua, la estaban relajando tanto que sentía todo su cuerpo pesado. O tal vez era que se sentía realmente cómoda ahí donde estaba.


Sintió que él pasaba sus manos por sus brazos, y luego ascendían al cuello en un suave y delicado masaje. Suspiró y sonriendo, le dijo.
—Esto es tan bueno… que me voy a quedar dormida. – cerró los ojos.


El se rió.


—Dormite, hermosa. – la besó despacio en un hombro. —Hoy no dormiste siesta… debes estar agotada. – bajó una mano y la rodeó por la cintura acercándola todavía más a su cuerpo con caricias muy lentas. Mmm…


De repente ya no tenía tanto sueño.


Sus manos viajaban, acariciándole la piel del abdomen, un poco más arriba, tomándole los pechos haciéndola estremecerse. Sus pezones se irguieron y todo su cuerpo se arqueó. La respiración de Pedro, había empezado a alterarse y sus caricias se hacían cada vez más insistentes y ansiosas.


En unos segundos el ambiente había cambiado por completo. Solo él podía llevarla de cero a cien de esa manera. Y sabía que a él le pasaba lo mismo, porque podía sentir su urgencia.


Tenía su erección clavada en la espalda, palpitando con cada toque, con cada jadeo.


Si antes se estaba durmiendo, ya no se acordaba. Ahora estaba totalmente despierta y excitada.


Tomó una de las manos de su esposo y se la llevó a la entrepierna muerta de deseo. Quería sentirlo.


Apenas la rozó, gruñó, y sacando la mano, la tomó por la cadera alzándola, la volteó y sentó a horcajadas encima de él. En un suspiro ya estaba meciéndose, buscándolo.


—Tengo muchas ganas, hermosa. – dijo con voz ronca en su oído.


Pensó que explotaría solo al escucharlo.


Tomando el control, levantó su cuerpo apenas y guió su miembro dejando que se hundiera en ella mientras se mordía los labios con fuerza.


Tiró de su pelo con otro gemido y lo atrajo cerca de ella en un abrazo. Sus pechos chocaban con el de él cada vez que se movían y se sentía increíble. El contacto de sus pieles mojadas, la espuma, y el calor que salía de sus cuerpos era una combinación irresistible.


Movió su cadera en círculos queriendo sentirlo hasta el último centímetro. El, solo cerró los ojos y clavó sus dedos en su piel absorbiendo la sensación y disfrutándola.


Cuando la miró, sus ojos estaban oscuros y llenos de deseo. 


La manera en que estaban conectados lo hacía mil veces más íntimo e intenso.


Pedro se movía y embestía el punto justo. Ese que la hacía perder la cabeza.


No iban a poder aguantar mucho.


Se movieron aun más rápido, colisionando enfrentados, mientras gemían enloquecidos.


Haciéndose hacia delante, volvió a besar sus labios. Se tenían abrazados tan fuertemente, que la fricción era cada vez mayor.


—No hay nada como esto. – dijo en sus labios, sin aliento.


—Nada. – contestó agitada. —Sos lo mejor que me pasó.


Entre palabras, jadeos, y gemidos de los dos, se acercaron cada vez más al límite. Juntos.


—Mmm… Paula… – dijo mientras todos sus músculos se tensaban.


Con los brazos envueltos alrededor de la cabeza de Pedro, se dejó ir, a los gritos mientras él le mordía el cuello liberándose también.


Cuando pudieron volver a la normalidad y respirar relajados, se fueron a la cama, en donde habían terminado haciendo el amor otra vez entre suspiros. Mucho más despacio, mucho más lento y profundo.


Pedro no parecía cansarse y ella no se quedaba atrás. Su cuerpo estaba más sensible y lo necesitaba todo el tiempo.


Hacía unos instantes que se habían dejado ir, y Pedro la miraba a los ojos con amor.


—No quiero salir de vos. – le dijo sonriendo mientras se movía apenas en su interior todavía.


—Mmm.. no salgas. – le contestó acariciando su espalda. — quedemos así.


Se rió.


—Ningún problema. – dijo besándola de manera juguetona mientras ella se reía.


—Me van a dar ganas otra vez… – se quejó pasando las uñas por el cuero cabelludo de Pedro


—Mmm… que suerte. – ronroneó por lo bajo. —Ya me están dando ganas de nuevo a mi también.


—Este embarazo va a terminar matándonos. – él le sonrió, moviéndose entre sus piernas otra vez, cada vez más duro.






3 comentarios:

  1. Ayyyyyyyyy, qué lindooooooooo!!!!!!!!!! Al fin lo contaron. Y que vieja bruja jaja

    ResponderEliminar
  2. ...,, pero hablemos de Pedro es el hombre perfecto!!! Encima que es lindo, es un tierno .. un amoroso .. que linda pareja hacen ❤❤

    ResponderEliminar
  3. ...,, pero hablemos de Pedro es el hombre perfecto!!! Encima que es lindo, es un tierno .. un amoroso .. que linda pareja hacen ❤❤

    ResponderEliminar