Pedro se había ido enojado. Aun con el ruido de la ducha, lo escucho golpear la puerta de salida con fuerza.
Lo estaba logrando, pensó. No se sentía angustiada. Se sentía en control.
Ella ponía las reglas otra vez. Habían jugado y ella había disfrutado a pleno. No se había preocupado por nada que no fuera su placer. Había podido concentrarse de lleno en el juego. Nada más.
Se secó y durmió como hacía noches no dormía.
Todo volvía a ser como antes.
****
Miró el reloj y todavía faltaba media hora para que tuviera que levantarse.
Rodó por la cama, inquieto. Evidentemente tampoco podía seguir durmiendo.
Se levantó para empezar a cambiarse y algo en la puerta le llamó la atención. La noche anterior estaba oscuro, y no se había dado cuenta que había marcado la madera de una patada. Suspiró pensando que iba a tener que repararla y eso le saldría dinero.
Se miró en el espejo del armario. El también tenía algunas marcas.
Alrededor de sus muñecas tenía tiras rojas, que en algunas zonas parecían raspones en donde se le levantaba la piel.
Le ardía.
Pero la más llamativa era la de su muslo. En donde Paula lo había pisado con ese zapato terrorífico. Cada uno de los pinches le habían dejado puntos y rayas.
No le dolía tanto, pero lo enojaba. Lo enojaba que aun viéndose el cuerpo lleno de marcas, era incapaz de no excitarse. Se vistió con bronca.
Estaba frustrado.
En ese momento, la odiaba.
La odiaba tanto como la a… no, ni siquiera podía pensarlo.
Por lo menos en el trabajo había podido distraerse. Gabriel los había llenado de trabajo y él estaba más que feliz de participar.
Al mediodía había parado para almorzar, y de camino a los
ascensores, se cruzó con quien menos quería.
Paula.
Estaba vestida con un traje de falda y chaqueta, negro elegante, y el cabello en una cola de caballo tirante y lacia.
Se le había secado hasta la garganta.
Por más bronca que había estado juntando, le bastó solo con encontrarse con esos ojos verdes, para que todo quedara olvidado. Sonrió como un tonto y asintió con la cabeza saludándola.
—Señor Alfonso. – dijo ella más formal, mientras terminaba de pasar por su lado, dejando una estela de perfume a rosas tan atrayente que tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no seguirla.
Uno de sus compañeros le pegó un codazo trayéndolo de nuevo a la realidad.
—Vos seguí así y no vas a durar una semana. – dijo entre risas.
El también rió, pero cada tanto se daba vuelta para mirarla.
Estaba preciosa.
Tenerla tan cerca y no poder ni siquiera besarla era una tortura.
Anoche tampoco la había besado, pensó y frunció el ceño.
El resto del día había pasado rápido. Volvió a su casa relativamente temprano.
Estaba esperando que ella le mandara algún mensaje diciéndole que fuera a su casa, pero no. No le había escrito.
Quien si lo había hecho, era Soledad.
Quería que pasaran la noche juntos.
Sin saber por qué, se inventó una excusa para evitarla. Ella no le había hecho ninguna pregunta, ni se había quejado. Es más, no le había dicho nada más. Cosa que le sorprendió.
Sus amigos querían salir, pero tampoco quiso. De todas formas era día de semana, y al otro día tenía que madrugar.
No le convenía.
Puso los ojos en blanco molesto… si Paula le escribía para que se vieran, le importaría todo una mierda y saldría corriendo sin dudarlo.
Finalmente se decidió por el gimnasio. Tenía demasiada energía para desahogar en un buen entrenamiento. Le haría bien.
Se cambió a su ropa cómoda y salió.
Ofuscado volvió a entrar en su casa y buscó su celular, metiéndolo en su bolsillo por si le llegaba un mensaje. Patético, pensó
Mala PPaula....!!
ResponderEliminarWowwwwwwww, re intensos los 3 caps!!!!!!!!!
ResponderEliminar