sábado, 25 de abril de 2015

CAPITULO 35





Vio como se abría la bata y la dejaba caer al piso quedando
totalmente desnuda. A la luz de las velas, su piel lucía todavía más clara y brillante. Casi como una muñeca. Sus ojos verdes reflejaban las llamas de manera hipnótica. Tenía un cuerpo… precioso.


Tenía que bañarla. Se concentraría en su tarea, y no en las ganas que tenía de meterse con ella al agua y hacerle otra vez el amor ahí mismo.


Todo el baño olía a ella.


Lo que estaba sintiendo dentro, era instintivo. El perfume lo
llamaba… lo incitaba. Y después estaba ella, tan delicada como ahora se mostraba, casi recostada entre la espuma con los ojos cerrados, esperando que la lavara.


Se acercó y de rodillas, tocó el agua. Estaba bastante más caliente de lo que se imaginaba, y los espejos y las paredes no tardaron en empañarse. El mismo se sentía acalorado. 


Una fina capa de sudor lo cubría.


Pero mirándola, se dio cuenta de que podía deberse no solo al calor que hacía en ese baño.


Tomó una de las esponjas que vio y le puso algo que estaba seguro decía jabón. Era líquido, y tenía el mismo aroma que todo lo demás.


Ella sacó una pierna del agua, claramente indicándole por donde tenía que empezar.


Apoyó la esponja en su piel y suspiró. Su tacto, aún si no la estaba tocando directamente, le resultaba tan excitante que su cuerpo entero latía.


La pasó con suavidad, dejando un rastro de espuma blanca sobre ella.


Repitió el procedimiento en la otra pierna y en ambos brazos.


—La cabeza. – ordenó.


Buscó entre las botellas el champú, y tras llenarse las palmas de él, le masajeó el cabello hasta que ella se relajó.


Había apoyado el cuello en sus manos, y tenía su rostro tan cerca, que casi se rozaban. Ella abrió despacio los ojos y lo observó.


Besame, pensó y ella suspiró.


—¿Te puedo dar un beso? – le preguntó incapaz de seguir
evitándolo.


Ella asintió tímidamente.


Acercó más su cara y apoyó los labios sobre los de ella, de a poco abriendo su boca, suavemente. Esperando que le respondiera como quería.


Y lo hizo.


Gimió y lo tomó por el rostro, con las manos mojadas, atrayéndolo.


—Metete conmigo. – le pidió. El asintió. Nada de “si, señora” ni de bajar la mirada. Su tono suplicante se hacía eco del suyo. El juego se había acabado.


Haciéndose hacia delante, le hizo lugar. La abrazó por la espalda y acariciándole los brazos le besó el cuello. Su perfume mezclado con las burbujas calientes, era tan delicioso que se estremeció. Pegó su pecho a la espalda de ella, y acercándose más tomó sus manos y entrelazó sus dedos con los de ella.


No dijeron nada más. Se quedaron ahí. Mientras el calor del agua los envolvía por completo.


Movió la cabeza para besarla detrás de las orejas, y le rozó la mandíbula con la nariz. Hacía mucho tiempo que no se sentía así de relajado.


Sentía el cuerpo pesado, y unas ganas terribles de quedarse así con ella para siempre.


Apenas abriendo los ojos pudo ver el perfil de su rostro. 


Tenía la mirada perdida en la pared y los labios apenas separados mientras él la besaba. Apretó más su mano y ella cerró los ojos. Cuando los abrió algo se removió en su interior. Una lágrima corrió por su mejilla y se perdió entre las burbujas.


Alarmado se enderezó para poder mirarla mejor.


—Hey... – le acarició el rostro. —¿Por qué lloras? ¿Hice algo mal? – trató de besarla, pero no lo dejó.


Retiró su rostro y se tapó con las manos.


—No. Soy yo. – suspiró. —No sé que me pasa. Hace días que estoy angustiada. Debe ser el estrés, llevo trabajando cinco años sin tomarme vacaciones. – encogió los hombros quitándole importancia.


—¡Cinco años! – se sorprendió levantando las cejas y ella se rió.


—Debes pensar que estoy loca. – él también se rió.


—No. En realidad, me impresiona. Vos me impresionas. No
conozco a nadie de tu edad que haya llegado a donde vos lo hiciste… es admiración, en todo caso.


Ella lo miraba como si lo estuviera viendo por primera vez. 


Sus ojos gélidos se derretían y se llenaban de lágrimas otra vez. Se aclaró la garganta y tomó aire con fuerza.


—Bueno, me parece que ya estamos limpios. – dijo saliendo y colocándose la bata rápido. El la siguió unos segundos después, totalmente confundido por ese cambio de humor.


Tenía la sensación de que cada vez que las emociones la afectaban, tenía la necesidad de levantar un muro e ignorarlas. Cambiaba de tema, se iba o ponía esa máscara de dominante a la que él, aunque le costara admitirlo le temía tanto como le atraía.


Le había encantado observar como por una única vez, ese muro había caído, y se había mostrado así, verdadera. Su corazón se agitó.





No hay comentarios:

Publicar un comentario