jueves, 23 de abril de 2015

CAPITULO 30




Ella también se reía. Se lo imaginaba en esa situación y no podía evitarlo. En su oficina la miraban algo extrañados, porque probablemente nunca la habían visto así.


Gabriel la miraba por sobre sus gafas muy atento.


—¿Con todo lo demás tuviste problemas? – preguntó
recuperándose.


—No, eso era lo último. Tengo todo. – por su voz se daba cuenta de que estaba sonriendo. Esa tierna sonrisa que siempre la hacía estremecer.


Estaba feliz de haber cumplido con su tarea, y eso a ella también la complacía. Era obediente.


Pero también la enternecía. Maldito chico. ¿Qué le estaba
haciendo?


—Bueno, entonces te veo más tarde. – dijo respondiendo a su sonrisa, aunque no podía verla, mientras jugaba con el lápiz que tenía en la mano.


—Nos vemos, bonita. Un beso. – escuchó que se acercaba a la caja,así que se despidió.


—Un beso. – y cortó.


Como si su burbuja acabara de explotar, se vio sentada en plena reunión con tres pares de ojos curiosos que la miraban.


—Un empleado que contraté para que se encargue de mi casa y estaba haciendo compras. – explicó rápido notando un leve rubor.


Todos asintieron sin atreverse a preguntar más, pero Gabriel con quien tenía más confianza la miró sonriendo y mordiéndose el labio. No le había creído. A lo que ella sonrió todavía más y lo hizo callar con un gesto disimulado.



****


Todo en la cocina brillaba tanto, que le daba miedo acercarse. Una cosa era hacer café apretando dos botones, o meter tostadas en el tostador… Y otra era ponerse a hacer una comida más o menos elaborada.


Con temor de romper algo, comenzó a lavar y cortar las verduras.


Con cada tarea que terminaba, limpiaba todo y dejaba cada cosa en su lugar.


Había puesto música, así que en algún momento se relajó.


El pollo estaba listo, y al arroz le faltaba poco.


La idea era cortar todo y saltearlo en el wok con unas gotas de salsa de soja al final. La cocina china no era su fuerte. 


Bueno, ninguna cocina lo era. Pero pensando en que siendo un plato simple tendría pocas posibilidades de arruinarlo, se esmeró.


Estaba terminando de poner la mesa, cuando Paula llegó. 


No sabía que sabor tenía lo que estaba haciendo, pero por lo menos, cuando viera su cocina no le daría un ataque. Todo estaba impecable.


—Hola. – le dijo acercándose para darle un beso.


—Hola. – la besó tomándole el rostro por unos segundos.


Mmm… sus labios eran tan suaves, y olía tan bien. A perfume. Al suyo propio. Sonrió.



****


La escena se le hizo tan normal, que por un momento no supo que hacer.


Desconcertada, se excusó para ir al baño y lavarse las manos.


Estuvo un rato mirándose al espejo sin poder realmente ver su rostro. No se reconocía. No entendía que le pasaba. 


Haberlo visto en su casa, con la comida servida, como si nada… como si fueran una pareja, conviviendo, la había asustado. Se lavó la cara.


Negó con la cabeza. No, no podía pasarle. Ella no era así. 


Todo el mundo era capaz de tener ese tipo de vida, pero ella no. Para ella eso no existía. No podía darse esos lujos. Ella no era normal.


¿Cuánto tiempo pasaría hasta que Pedro se diera cuenta de eso? Hasta que fuera consiente de que con ella solo podía jugar.


¿Y si a él también empezaba a gustarle esa vida?


Recordó como había sido su inicio y se estremeció. Después de que Juany volviera, él estaría libre para hacer lo que quisiera. Tal vez encontraba un Club, o …peor. Otra pareja de juegos con quien experimentar. Tal vez se enamoraba de ella.


Su estómago se contrajo y de repente ya no tenía hambre.


Salió tomando aire con fuerza y se sentó junto a él en la mesa, tratando de no desesperarse.


—Yo te avisé que no sabía cocinar. – dijo antes de que ella probara de su plato. —Podemos pedir una pizza si no te gusta.


Lo miró por un momento y le dio gracia su gesto de ansiedad.


—Me avisaste, es verdad. – se rió. —Tiene buena pinta. – se metió el bocado en la boca, esperando cualquier cosa. Pero se sorprendió.


Asintió levantando las cejas y él sonrió.


—¿En serio te gusta? – preguntó visiblemente ansioso.


—Esta muy bueno. – comentó sinceramente.


El se rió y comió también, ahora más relajado.


—Me alegro. – tomó de su copa y ahora más distendido le sacó conversación. —¿Todo bien en la empresa?


—Si, perfecto. Te están esperando para que vayas. – levantó una ceja. —Sobretodo Gabriel.


El ladeó la cabeza confundido y ella siguió hablando.


—No puede ser que no te hayas dado cuenta. – negó con la cabeza.


—¿De qué? – preguntó.


—De cómo te mira… – la miró un segundo y después se rió. —Te voy avisando que está muerto por vos. Según él sos de los suyos.


—Me parece simpático, y me cayó bien pero… – se rió. —No es mi tipo.


—¿Alguna vez estuviste con un hombre? – quiso saber.


—No. – dijo haciendo la cabeza hacia atrás y frunciendo el ceño como si fuera obvio. —¿Vos con una mujer?


Era también esa inocencia, la que hacía que a Paula se le calentara todo el cuerpo. Quería enseñarle tanto…


—Si. – hizo una pausa evaluando su reacción. Se había quedado con la boca abierta. —Estuve con mu… – se corrigió para no espantarlo tanto.—Con …varias mujeres.


Asintió lentamente como haciéndose a la idea, o imaginándoselo, cosa que le gustó.


—¿Con más de una persona a la vez? – ella se rió. Podía estar días dándole detalles, pero no sabía si era lo más conveniente.


—Si. – lucía impresionado. —¿Vos?


El negó con la cabeza muy despacio, todavía abstraído en su imaginación.


—¿Y cómo fue que empezaste a …hacer todas estas cosas? – sabía a que se refería. Lo que no captaba era si le estaba preguntando porque le interesaba seguir sus pasos, o porque quería conocerla mejor.


Siendo cuidadosa con sus palabras, después de todo él no pertenecía a ese mundo, le explicó su historia. Desde aquella primera vez, hasta su paso por el Club, y sin darle demasiados detalles, como era que había conocido a gente como Juan.


Existían lugares, como bares de lujo muy exclusivos, a donde entraban solo socios. Todos conocedores de las reglas generales. Nunca había novatos ni visitantes de fuera.


El la miraba atento y asentía.


—Estás por salir corriendo, ¿No? – dijo ella sonriéndole.


—No. – se rió. —Nunca conocí a nadie como vos. Lo que me contas parece una película. – se encogió de hombros. —No tengo con que compararlo, no es para nada a lo que estoy acostumbrado.


—¿Vos solamente tuviste novias y relaciones normales? – quiso saber.


—Si. Una en el secundario, por años. Otra en la universidad un tiempo, y después Sole. – se frenó en seco y cambió de tema. — Obviamente estuve con más mujeres. Compañeras de publicidad, o… alguna amiga. – se rió. —Pero tampoco fueron muchas.


A ella no se le pasó ese detalle.


—¿Y Sole…? – él se puso un poco nervioso.


—Ella fue mi última relación. – tomó de su copa. —Empezamos a vernos cada tanto, no era serio, pero después se convirtió en algo estable.



****


No tenía ganas de contarle como habían empezado. Era una época triste en su vida. El estaba todavía muy enganchado con un antiguo amor.


Ella lo sacó de las sombras de a poco.


Paula no entendería. Pensaría que era un idiota, seguramente. Por lo poco que conocía de ella y las experiencias que había tenido, se daba cuenta que su historia le parecería cursi.


Asintió mirándolo de manera intensa.


—Ahora que ya tenés una idea de lo que significa estar conmigo. Jugar. ¿Qué pensas? ¿Qué sentís? – juntó las cejas. —Siempre podes dejarlo. Eso queda claro. ¿No?


El dudó.


—¿A qué te referís?


Ella sonrió apenas.


—Me di cuenta de que lo que hicimos te gustó. – se pasó la lengua por los labios. —Te encantó. No te lo esperabas


—Es verdad, no me lo esperaba. – se movió inquieto. Sus ojos estaban fijos en esa boca roja que hablaba y se movía de manera sensual.


—No tengo muchas ganas de pensar. – dijo perdido.


Ella sonrió y se levantó de su silla para caminar cerca de la suya.


—¿Tenés ganas de seguir jugando? – apoyó una mano en sus muslos y comenzó a subir.


—¿Ahora? – ella rió. —Si.


—Esperame en la habitación como ya sabés.


Podría haber contestado, pero la voz le habría fallado. Todo su cuerpo ya estaba en sintonía y vibraba al compás de los pasos que daban sus tacones sobre el suelo.


Llegó al cuarto y se desnudó para quedar de rodillas en donde la esperaría.







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