viernes, 8 de mayo de 2015

CAPITULO 78





La mañana siguiente, sentía como si la hubieran atropellado dos camiones. Había tomado tanto, que aun estaba mareada, pero la había pasado genial.


Habían salido después de juntarse, y habían disfrutado entre amigos de la noche.


Claro que ahora tenía sus consecuencias. Su ropa y su pelo olían a humo de cigarrillo y muerte, y en su boca todavía tenía la sensación de estar tomando vodka barato.


La cabeza le dolía tanto, que le hubiera encantado arrancársela para dejar de sentirla.


Se rió cuando se dio cuenta de que aún llevaba puesta la ropa con la que había salido.


Había llegado a horas de la madrugada, y se había desmayado literalmente, en la cama.


Toda la noche había recibido mensajes de Pedro, pero no le había contestado.


Sabía por sus amigos, que ella había salido, y quería asegurarse de que estuviera bien.


Estaba tan borracha, que no le importaba.


Se paro en el piso frío, y el estómago le hizo unos ruidos extraños, siguió caminando hasta el baño y su propio reflejo la asustó.


Tenía la cara pálida y unos ojos rojos con ojeras moradas, que apenas se le veían entre las capas de maquillaje corrido por todos lados. Su pelo estaba todo enredado.


Con un estremecimiento se bañó, y aunque era lunes y fuera
importante su presencia en la empresa, faltó.


No le importaba nada.


Por primera vez en muchos años, decidió que no tenía ganas de ir a trabajar y se quedó.



****


Había querido concentrarse en su trabajo, pero no había podido.


Paula no le contestaba ni un mensaje.


Sabía por sus amigos, que había llegado bien a su casa, aunque muy borracha. Y hoy no había asistido a trabajar, que era rarísimo de ella.


Incluso Gabriel se lo había comentado. Aparentemente ni siquiera había llamado para avisar que no iría. Tenía miedo de que algo le hubiera pasado.


Pasando el mediodía no pudo más, y pidió permiso para retirarse porque necesitaba arreglar un tema personal, y se fue a casa de ella.


Abrió la puerta y casi corriendo se recorrió todas las habitaciones, hasta que la encontró. Estaba dormida en su cama, tapada casi hasta la cabeza. Todas las luces de la habitación estaban apagadas.


Se acercó a donde estaba y tropezó con algo y terminó en el piso haciendo un escándalo.


—Mierda. – maldijo entre dientes.


Ella se movió, pegó un grito y prendió la luz de la mesita de noche.


—¡Pedro! – dijo cuando lo reconoció, mientras se llevaba una mano al pecho.


—Perdón… – dijo abrazándola. —No te quise asustar. Me tropecé con algo… – miró al suelo.


Varios pares de zapatos, y pilas de ropas tiradas de manera
descuidada. ¿Qué había pasado en este lugar? Siempre lo había visto impecable.


—¿Qué hacés acá? – preguntó con mala cara.


—Estaba preocupado, no avisaste nada en el trabajo… y – lo interrumpió.


—Disculpame, pero yo no tengo que responder a nadie por mi ausencia. – se sentó más derecha y frunció los labios. —Lo único que falta…


—Paula… estaba preocupado por vos. – le dijo mirándola a los ojos. —No me importa la empresa.


Ella suspiró ofuscada, pero no le contestó.


—¿Estás enojada todavía? – le preguntó en un tono más bajo, acercándose a su rostro y dejándole un beso en la mejilla.


A pesar de que notaba que estaba molesta, sonrió.


—No quiero hablar del tema, Pedro. Si viniste para que sigamos hablando de tu ex, te podés ir. – le contestó sin humor, alejándolo y volviéndose a tapar hasta la cabeza.


—Yo tampoco tengo ganas de hablar de ella. – dijo destapándole la cara para poder verla. Se agachó y la besó en la comisura de la boca muy despacio.


Notó que ella tomaba aire y movía la cabeza lentamente para encontrarlo.


Sus labios se encontraron y todo en su cuerpo se encendió. 


La besó con tantas ganas que se olvidó de todo.


Ella lo agarró por el rostro profundizando el beso y haciéndole lugar en la cama, corrió las sábanas.


La boca se le secó.


Llevaba puesto una pequeña remerita de tirantes y la parte de debajo de ropa interior. Nada más.


Casi ni se dio cuenta de que se estaba quitando el saco y los zapatos para unirse a ella.


La tenía abrazada por todas partes, mientras ella terminaba de desnudarlo, respirando con dificultad. Parecía como si hicieran años de la última vez que habían estado juntos. Se deseaban desesperadamente.


Quería sentirla. Quería estar dentro de ella.


Le sacó la remerita con un tirón, después la ropa interior de la misma manera y con un gruñido se ubicó entre sus piernas buscándola.


Pero ella se adelantó, y con un movimiento de su cadera, lo tomó.


Se agitaron estremecidos, y gimieron al mismo tiempo. Sus piernas lo abrazaban con fuerza y cada vez se movía más fuerte.


Jadeando, se acopló a su ritmo rápido y profundo sintiéndose cerca.


La habitación se llenó de ruidos de sus propios gruñidos, los
gemidos de Paula, y de sus cuerpos rozándose apresuradamente… dejándose ir juntos.


Para cuando terminaron, ninguno de los dos había tenido
suficiente… Se buscaron una vez más, y otra, pasando así toda la tarde en la cama, enredados en el otro, en su propia burbuja.


Se quedó dormido en algún momento sin darse cuenta, sin energías, totalmente exhausto.


Cuando abrió los ojos, estaba solo en la cama. Afuera estaba oscuro, toda la habitación lo estaba. La única luz provenía de su teléfono que hacía luces de todos colores indicándole notificaciones.


Lo desbloqueó y lo leyó con un ojo.


Soledad. Tenía once mensajes y cerca de veinte llamados. 


Mierda.


Cerrando los ojos, la llamó.






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