martes, 19 de mayo de 2015
CAPITULO 112
No sabía, al principio, si él tenía tantas ganas como ella de estar solos, porque se había mostrado sonriente con todos, y él mismo había sugerido tomar un café de la comida… Pero apenas llegaron al departamento, la alzó entrelazándose sus piernas en la cadera y sin decir nada más la encerró en la habitación.
La acostó en la cama y le levantó las muñecas sobre la cabeza sujetándoselas con fuerza.
La besó con desesperación, mientras con las manos hacía todo lo posible por desvestirse y desvestirla a ella.
Repitiendo lo que otras veces Paula le había dicho, dijo.
—Te necesito. –y por si sus palabras no hubieran sido suficientes como para prenderla fuego, su tono de voz, ronco, jadeante, casi suplicante, hizo el resto. Ya no había vuelta atrás.
Con un gemido, se dejó hacer, como más le gustaba..
Sus cuerpos se encontraron solos, conociéndose ya de memoria, en un ritmo en el que no necesitaban coordinarse, salía de manera natural.
Perdidos en la mirada del otro, transmitiéndose con los ojos todo lo que en ese momento estaban sintiendo, y todo lo que estaba en sus corazones.
—Te amo. – dijo ella cuando sintió que se dejaban ir.
Y él, a punto de seguirla, con el rostro totalmente tenso y lleno de pasión, le respondió.
—Yo te amo más. – y se fundieron en el más lindo de los abrazos.
Y ahí, sobre su pecho, abrigada por sus brazos, sintiendo como la acariciaba con ternura, se puso a pensar en lo increíble que resultaba todo.
Una historia que había empezado como un accidente, de una noche de fiesta, y había continuado como una relación casual en la que de a poco y sin quererlo, se fueron enamorando.
Todos sus miedos habían sido una pérdida de tiempo.
¿Cómo no había visto las cosas claras desde el primer momento?
Pensó en todas las formas en las que Pedro le había demostrado su amor desde esos primeros días y se emocionó.
¿Qué le pasaba?
El le levantó apenas la cabeza y cuando vió que tenía lágrimas en las mejillas, la besó.
—Ey.. ¿Qué pasa, bonita? – preguntó con dulzura mientras la seguía llenando de besos.
—Gracias por quedarte conmigo aunque al principio haya sido una bruja con vos… – se mordió los labios.
El se rió y negó con la cabeza.
—Me encanta todo de vos, Paula. – se dio vuelta colocándose sobre ella y levantó una ceja. —Hasta cuando sos un poco bruja, y te pones mala conmigo. – le guiñó un ojo.
Ella se rió.
—Tengo suerte de haberte encontrado, entonces. – le dijo
acariciándole el rostro.
—Obvio. – le contestó levantando el mentón y acomodándose el cabello coquetamente.
Ahora los dos se reían.
—Yo tengo suerte. – dijo después de un rato. —Todavía no sé cómo hice para que me dieras bola.
Se mordió los labios y acercándose a su rostro, lo besó.
Realmente había tenido suerte con ese chico. Ella es la que tendría que estar preguntándose cómo había hecho para que aun después de todo, siguiera estando a su lado.
Miró a sus enormes y sinceros ojos celestes.
Nadie nunca la había mirado con tanto amor.
Sonrió y volvió a besarlo.
Obviamente no tardaron en volver a dónde habían empezado un rato antes. Amándose y adorándose por horas.
Su suegra ya la había llamado unas veinte veces para empezar a organizar los preparativos. Aunque no habían puesto ni la fecha, la mujer ya tenía pensado hasta el último detalle.
Suspiró.
Pedro la miró hablando por teléfono y adivinando de quien se trataba, le dijo en voz baja.
—Todavía estamos a tiempo de matarla. – ella se tuvo que contener para no reírse y lo hizo callar.
Le esperaban unos meses movidos…
Muy movidos.
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