El día siguiente fue el primer día oficial de la mudanza.
Sus amigos habían ayudado en gran medida, y había sido, de paso, una buena excusa para verse después de tanto tiempo. Con lo del lanzamiento de la nueva campaña, estaban muy desaparecidos.
Después de lo de Paris, notaba a sus amigas mucho más encariñadas con Pedro. De hecho, hablaban como en su propio código. Sabía que habían sido ellas las que le habían contado donde estaba, pero nunca le había dado los detalles. Sin embargo, se podía imaginar perfectamente al chico hablando con las tres y tratando de convencerlas.
Por otra parte, los amigos de él, que apenas sabían que había viajado a buscarla, todavía no podían creer que hubiera vendido su auto.
A ella todavía le costaba trabajo hacerlo.
Siempre que pensaba en eso, se le hacía un nudo de emociones en la garganta, y le venían unas incontenibles ganas de abrazarlo y comérselo a besos.
Era lo más lindo, lo más romántico….y lo más especial que alguien había hecho por ella en toda su vida.
Después de varias cajas de mudanza, unas cuantas pizzas y otras tantas cervezas, sus amigos se fueron destruidos a descansar.
Miró a la sala, ahora ordenada de otra forma, haciendo lugar a las pertenencias de otro.
No podía creerlo.
Realmente iba a hacer esto.
Estaba viviendo con Pedro.
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desesperarla… pero la verdad es que él estaba bastante alterado con todo el asunto de vivir juntos.
Ella misma se lo había pedido, no tenía por qué arrepentirse…
Pero por las dudas, ni iba a hacer nada que pusiera eso en riesgo.
Nunca había vivido con alguien de la manera convencional.
Seguro, había compartido el departamento con Soledad, pero fueron otras las circunstancias.
Entre tanto trabajo, Paris, y tanta locura, ni siquiera les había
comentado a sus padres su cambio de dirección.
Así que aprovechando que Paula estaba tomando un baño, los llamó.
—¿Qué? ¿Te mudaste? – gritó su madre. —¿Y qué pasa con tu departamento? ¿No se están apurando, Pedro?
—No, mamá. Estamos perfectos así. – puso los ojos en blanco armándose de paciencia. —Al departamento lo pienso tener alquilado. Me va a venir bien el dinero… este edificio es bastante más grande que el mío.
—¿Es cierto que tuviste que vender el auto? – preguntó preocupada.
—Eso es otra cosa, mamá. – la cortó. —No tiene nada que ver con la mudanza.
Se rascó la cabeza pensando en qué decirle, pero nada le venía a la mente.
—Me tenés muy preocupada, Pedrito. – dijo en ese tono que tanto le enfermaba. —No se en que andas, con quien andas…
—Hey, hey. – la frenó. —Es mi novia, y se llama Paula.
—Como sea… – dijo su madre entre dientes. —Por lo menos a Soledad la conocíamos bien.
—Bueno… – la interrumpió. Su madre sabía que si sacaba a su ex a colación, la charla se terminaba. Así que rápidamente empezó a despedirse.
—Me voy yendo porque se me hace tarde.
La madre, que se dio cuenta de la situación, le dijo.
—Ay hijo, perdoname. – suavizó su tono un poco más. —Pero es que hace tanto que no nos vemos… y antes nos veíamos seguido.
Tomó aire y con ánimos de conciliar, le propuso.
—Podríamos juntarnos a comer acá, con Paula… – dijo con los ojos cerrados. Se había precipitado. Tendría que haberle preguntado antes a ella. —Yo te llamo y te digo cuando. – se corrigió en el final.
—Ay si, me encanta. – contestó emocionada. —Podemos ir hoy mismo, nene.
—No, hoy no. – se asustó. —Dejame que hable con Paula, por favor.
—Que… ¿Ella no quiere? – sonaba decepcionada.
—No es eso… trató de explicar. —No sé si ella tiene algo que hacer hoy, tengo que preguntarle primero.
—Pero es tu casa también ahora… ¿No podés invitar a tu padres a comer? – dijo a la defensiva.
—Mamá, no es eso… – era incapaz de terminar la charla de otra manera. —Ok, vengan esta noche. Ya veo como arreglo todo.
Pateó la silla que tenía más cerca y cortó.
La cara que había puesto Paula cuando le contó que sus padres iban a ir a cenar, tal vez no se la olvidaría nunca.
Había aceptado, pero solo después de que su rostro pasara por todos los colores del arcoíris. A su favor, podía decir que lo había querido disimular.
Era evidente que la situación la seguía poniendo muy nerviosa, pero haciendo un esfuerzo, estaba dispuesta a hacerlo. Por él.
No podía culparla.
La última vez que casi los había conocido, Soledad se había metido en medio y ella había salido de su departamento casi corriendo. Había sido incómodo para todos. Y la vez que realmente la conoció, se la había encontrado en un shopping… y ¿Con quién? Si, también con Soledad.
Podía entender su angustia.
Tendría que hablar con sus padres antes, para que fueran simpáticos y compasivos con ella, así se sentiría aunque sea un poco mejor.
****
—No, Pedro. – lo frenó. —Lo único que me falta… – se rió nerviosa. —Que vengan tus viejos y yo esté en pedo.
—No que te emborraches, pero una copita de…– ella negó con la cabeza y él pensó con que más podía calmarla.
Se le acercó y la abrazó por la cintura de manera cariñosa.
La besó por el cuello y ella sonrió.
—Ok, eso ayuda. – dijo dejándose besar.
—¿Si? – susurró contra el lóbulo de su oreja.
Ella asintió y lo buscó con la mirada para besarlo en los labios.
De a poco su cuerpo fue perdiendo tensión y relajándose.
Ajustó sus brazos alrededor de su cabeza y entrelazó los dedos en su cabello mientras lo seguía besando.
Sintió como él le levantaba levemente la camisa y apoyaba sus manos en su espalda atrayéndola a su cuerpo.
Suspiraron los dos de golpe, y entonces…
El timbre.
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