Finalmente habían terminado con la campaña. Todavía faltaba todo su lanzamiento, pero esa parte ya no era su responsabilidad.
Se habían pasado la última semana en casa de Paula, que ahora también era la suya, aunque solo tenía un cepillo de dientes y una muda de ropa ahí.
De más está decir que no habían tenido tiempo para la mudanza, así que aparte de la cantidad inhumanas de horas que habían estado trabajando, no mucho había cambiado.
Necesitaban relajarse, con urgencia… antes de ponerse a mover muebles, y esas cosas.
Y ese día, o mejor dicho, esa noche era la solución. Se celebraba la fiesta de la empresa, en las instalaciones de la misma.
Era después de las 10, pero él, mientras se iba a casa a las 6 a cambiarse, ya había visto los preparativos. DJ, comida, luces, y montones y montones de botellas de alcohol. Sonrió.
Después de todo, parecía que no era el único que necesitaba desenchufarse un poco de las responsabilidades.
Como tantas otras veces, se encontraba embobado mirando a Paula vestirse para el evento frente al espejo.
Había elegido un vestido corto, color gris oscuro que hacía que sus ojos resaltaran llenos de brillo, y unos tacones haciendo juego, que lo habían dejado con la boca abierta. Ni siquiera quería pensar en lo que tenía debajo, porque también lo había visto, y francamente… de solo recordarlo,
se le iban todas las ganas de asistir a esa fiesta.
Se acercó por detrás, pegándola a su cuerpo, y respiró el perfume de su cuello.
—Estás hermosa. – le dijo viéndola sonreír.
Ella se dio vuelta, mirándolo a los ojos y le contestó.
—Y vos estás hermoso. – le acomodó la camisa y sobresaltándolo, le desprendió la hebilla del cinturón, y con un movimiento veloz, se lo quitó del todo.
Sonrió de manera perversa al notar que ese pequeño gesto de parte de ella, ya había servido para afectarlo, y levantó una ceja.
—Te va a quedar mejor un cinturón negro con esos pantalones. – dijo todavía sonriendo.
El se rió y negando con la cabeza, fue a buscar entre sus cosas, otro cinturón para ponerse.
Cuando lo encontró, ella estiró la mano ofreciéndose a ayudarlo.
Se lo tendió sin dudar y le sonrió viendo el desafío que había en su mirada.
Cada vez tenía menos ganas de ir a esa maldita fiesta.
Ella se acercó, comiéndolo con la mirada, fue pasando el cinturón, de un extremo al otro, muy lentamente.
Cuando terminó, le sonrió mordiéndose los labios y haciéndolo jadear, tomó el extremo de su cierre, y con mucho cuidado lo bajó.
Sentir sus manos ahí abajo, era una tortura.
Paula, lo rodeó con sus dedos, sintiéndolo sobre su bóxer
haciéndolo retorcer en el lugar, deseando más.
Animándose y uniéndose a su juego, llevó una de sus manos, y levantándole con suavidad el ruedo del vestido, le rozó el lado interno de sus muslos, disfrutando de la expresión de su rostro.
La escuchó gemir apenas la punta de sus dedos la tocaron por sobre la tela de su ropa interior.
—Podemos llegar un poco más tarde… – le dijo antes de besarlo.
—No creo que nadie nos extrañe.
Alcanzó a decir la última palabra, antes de que él le levantara del todo el vestido, hasta la cintura, y sentándola en la cómoda del cuarto, aprovechó para desprenderse el pantalón sin poder esperar ni un segundo más.
Le abrió las piernas rápidamente, y se colocó en medio. Con una mano, la sujetó a la cadera inmovilizándola sobre el mueble, y con la otra, llevó su miembro hasta que de a poco, entró en ella, haciéndola gemir aun más fuerte.
Lo que sintió fue tan fuerte, que perdió totalmente el control.
La apretó contra su cuerpo, estrujando sus muslos y gruñó de manera brusca, mientras salía de ella, y la volvía a llenar.
Paula arqueó su espalda y estiró sus piernas, hasta envolverlo por completo, pegándolo más a su cuerpo.
Se dio impulso contra ella, chocando con violencia, una y otra vez, todavía teniéndola sostenida de su agarre, sintiendo vagamente, como sus manos y hasta sus dedos comenzaban a doler por el esfuerzo.
Apretó los dientes, por donde escapaban fuertes jadeos, y aumentó su intensidad, porque lo necesitaba.
Ella gritó, y lo tomó del cabello jalándoselo fuerte, haciendo su cabeza hacia atrás, mientras que entre bramidos, los dos se venían juntos de manera salvaje, diciendo el nombre del otro… murmurando de manera incoherente.
Se quedaron un rato quietos mientras de a poco sus respiraciones volvían a la normalidad. Salió lentamente de su cuerpo, y apoyó la frente en la de ella en busca de equilibrio.
Había sido tan intenso, que sus piernas podían fallarle en cualquier momento.
Ella suspiraba, y abrazándolo con cariño, lo acunó, de a poco volviendo a la realidad.
****
Entre risas, conscientes de semejante arrebato de pasión que acababan de vivir, se volvieron a acomodar la ropa, y entre besos y palabras dulces, partieron camino a la fiesta, todavía sintiéndose en las nubes.
Habían llegado bastante tarde, y la empresa ya estaba a pleno.
No parecían las oficinas a las que acudía a diario. Se había
transformado por completo, y así también la gente en ellas lo había hecho.
Ya llevaban horas de festejo, y podía decir sin temor a equivocarse, que más de uno, estaba pasado de copas.
Habían sido semanas y meses de mucha presión, y hoy por fin podían permitírselo.
Se rió cuando vio a Gabriel bailando, fuera de sí, con uno de los empleados de administración.
Pedro la había sujetado de la mano y mientras saludaban a todos los que veían, se acercaron a la barra en donde estaban preparando unos tragos, por lo visto, muy buenos.
La música estaba sonando a un volumen que no los dejaba hablar, así que se dedicaron a brindar por haber terminado con éxito el proyecto de la campaña.
Bailaron olvidándose de todo, hasta que un muy borracho Gabriel los interrumpió.
Le ofreció algo para tomar, y para nada sutil, tomo a Pedro de la mano y se lo llevó para bailar con él.
El la miró rápido, tal vez pidiéndole ayuda para que no se lo
llevara, pero no le hizo caso y se rió.
Estaban los dos bastante borrachos, así que al cabo de un rato, estaban bailando con los demás, olvidándose de ella por completo. Miró a Pedro riéndose de alguna pavada que acababa de hacer o decir su jefe y sonrió.
Era imposible que la pasara mal con él.
Estos últimos meses, se había divertido como nunca en su vida.
Sacudió la cabeza, no tenía ganas de ponerse sentimental o
reflexiva. Más bien, todo lo contrario.
Se fue a la barra a charlar con sus otros compañeros y mientras pasaba el rato bailando con uno de los encargados del área de Relaciones Públicas, perdió a Pedro de vista.
Seguía pasando el tiempo y no lo veía, así que se abrió paso entre la gente, y casi tambaleándose por tanto trago delicioso que había probado, se puso a buscarlo, pero no lo encontraba.
Justo cuando estaba a punto de llamarlo al celular, lo vió.
Estaba contra la pared que tenía en frente, abrazado por Silvina, la de Recursos Humanos que le hablaba cerca del cuello. El le contestó algo acercando su cabeza, y la pelirroja lo sostuvo por las mejillas y lo besó.
Se encontraban en un rincón, así que nadie los veía…
Bueno, no nadie. Ella podía verlos perfectamente.
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