jueves, 30 de abril de 2015

CAPITULO 51





La reunión no le pareció tan tediosa como las de su viaje anterior.


¿Era ella o todos estaban mejor predispuestos?


A su lado, Marcos tomaba nota absolutamente de todo lo que se hablaba, cada tanto haciéndole alguna acotación al oído. Cuando él estaba cerca, no tenía que preocuparse por nada. A la hora de trabajar, podía confiar ciegamente en su profesionalismo.



Los socios, y otros representantes que integraban la mesa, parecían igual de entusiasmados con las campañas que se venían.


Del otro lado lo tenía a Pedro. Había estado nervioso minutos antes, pero ahora estaba explicando como iban a proceder con los diferentes medios ATL, BTL y TTL teniendo en cuenta que la estrategia de marketing era ambiciosa, y se planeaba ir mucho más allá con una idea totalmente diferente a lo que la empresa venía haciendo.


¿Cómo hacía?


Hacía solo algunos días que estaba en la empresa, y con ella se había preparado media hora antes. Sonrió. Gabriel estaría tan orgulloso de él en ese momento.


A la hora del almuerzo, se despidieron contentos con el proyecto y encantados con el nuevo miembro del equipo. Se había integrado a la perfección, y además, les había caído bien.


Y para festejar, fueron a una de las bodegas más importantes de la provincia, que contaba con un restaurante de primer nivel.


En medio de la comida, vio que Pedro sacaba su celular y escribía mensajes. Frunció el ceño. ¿A quién le escribía tanto? Parecía preocupado.


Se acercó a él y le dijo al oído.


—¿Todo bien? – él se tensó apenas, pero contestó.


—Si, perfecto. – y le sonrió.


Ella asintió y siguió charlando con otros como si nada.


Aunque no podía evitar mirarlo por el rabillo del ojo cada tanto.


En un momento apoyó el aparato en la mesa y se distrajo con algo que le habían preguntado. Justo en ese momento, le entraba una llamada, y ella había tenido la mala suerte de leer de quien se trataba.


En la pantalla celeste, se leía perfectamente:
“Sole”


Y eso no era lo peor. La tenía agendada con una foto preciosa de ellos dos dándose un beso para la cámara.


Su corazón latía violento y estaba rechinando los dientes.


El miró rápido la pantalla y desesperado atendió excusándose de la mesa. Todo lo que había podido escuchar había sido:
—Te estoy llamando desde ayer… ¿Por qué no atendías? Estaba preocupado. – se había tocado el puente de la nariz con el dedo pulgar y el índice, visiblemente compungido. —Hey…hablemos. – le pedía casi rogando.


La comida acababa de caerle mal.


Trató de concentrarse en la gente que la rodeaba, que estaba charlando con ella, pero no pudo. Cada dos segundos se daba vuelta viendo que hacía Pedro. La estaba pasando mal de verdad.


El verlo ahí, caminando de un lado para el otro con el celular
pegado al oído y con gesto serio o triste la estaba irritando.


Respiró profundo, y quiso racionalizarlo. Era dominante. Era
posesiva. Le gustaba poseer. Lo que era de ella no se tocaba.


Pedro no era de ella. Nunca lo había sido. Nunca lo sería.


Escuchó que le hablaban.


—¿Cierto, Paula? – preguntó Bárbara y ella no tenía ni idea de que estaban hablando.


—Paula siempre quiso primero tener plantas y sucursales en
Córdoba. – interrumpió Marcos al ver que ella se quedaba callada. — Tenemos algunas reuniones programadas para dentro de unos meses.


Ella lo miró agradecida, volviendo de a poco a la realidad. Se
acomodó en la silla, dándose cuenta de que estaba clavando las uñas en los posa brazos.


Pedro tardó unos minutos más, y después volvió a la mesa luciendo abatido, mirando cada tanto la pantalla del teléfono chequeándolo.


Era suficiente. Esa situación la estaba poniendo muy ansiosa.


Lo miró esperando a que él la mirara, y cuando sus ojos se
encontraron ella sonrió levemente y se acercó para decirle algo al oído.


—Nos vamos a mi habitación, ya. – la miró rápido. —¿Querés jugar? – le preguntó.


Se quedó quieto un segundo, y cuando pudo responder, lo hizo con una hermosa y blanca sonrisa pícara que le calentó la sangre de todo su cuerpo.


—Bueno, los tenemos que dejar. – dijo parándose y mirando a Pedro para que se le uniera. —Marcos, quédate con los señores y terminen de hablar. Nosotros estamos esperando un llamado importante de Buenos Aires. – apretó un par de manos y tras despedirse se encaminaron al auto.





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