Afuera había empezado a oscurecer, y en algún momento de la tarde, se habían acostado en la cama.
Miró a Paula, se había quedado dormida apoyada en su pecho. Le despejó los cabellos que le caían por la cara y se detuvo a seguir mirándola.
¿Qué iba a hacer con todo eso que le pasaba?
Ella ya le había dicho lo que esperaba de él. Nada más eso.
No estaba interesada en mantener otro tipo de relación. La que tenían, de hecho, tenía fecha de vencimiento.
Estaba enamorada de otra persona, y eso hacía que su estómago se le retorciera de manera desagradable. ¿Cómo haría para dejar de verla cuando su novio volviera?
¿Qué haría con Soledad?
Se quedó así, por un rato más mirando el techo mientras afuera, se prendían las luces de la calle y la gente empezaba a vivir en fin de semana.
Escuchaba música, pero estaba demasiado distraído para reconocer la canción.
Sintió que a su lado, Paula se movía.
****
El miraba el techo reflexivo, como si no le molestara para nada.
—¿No vas a atender tu teléfono? – le preguntó totalmente aturdida.
El recién ahí reaccionó, parpadeando y mirándola confundido.
Después tomó rápido su celular y atendió sin mirar quien era.
El ruido ya había cesado, podía seguir descansando. Volvió a apoyarse en su pecho como estaba antes y cerró los ojos.
—¿Hola? – lo escuchó hablar. Alguien del otro lado de la línea lo saludaba de manera efusiva. Era una mujer.
—Sole. – eso atrajo su atención. Siguió con los ojos cerrados para que él no lo notara, pero siguió escuchando.
—No estoy en casa. ¿Cuándo volves? – todo su cuerpo se había tensado. —Mmm… hoy no puedo. Mañana vemos.
La chica hablaba rápido y en un tono que solo podía comparar con el de una niña. Chillón. Como un par de uñas largas rasguñando una pizarra.
—Ahora no puedo hablar, te llamo mañana para que nos veamos. – se rió. —Si, yo te llamo.
¿Se seguía viendo con su ex? Pero después se puso a pensar. Le había dicho que ella era su última relación, pero no que se había acabado.
—Yo también te quiero, nena. Un beso. – dijo cariñoso.
Cortó y dejó el aparato en la mesa de noche en donde estaba antes.
No le decía nada. Se volvió a acomodar y volvió a quedarse en silencio.
Le acarició la espalda suavemente como si nada. Había algo en toda esa situación que se sentía mal. Frunció el ceño.
Si él no hablaba del tema, ella no le preguntaría. De todas
maneras… ¿Qué importaba? Ellos no eran nada.
Para él era una nueva experiencia…un juego. Algo novedoso que estaba empezando a descubrir en él. Era un proceso más propio…que otra cosa. No tenía nada que ver con ella.
Y pensaba lo mismo. En unos meses volvería Juany, y entonces todo volvería a la normalidad. Seguramente empezarían a planear un viaje juntos. Se lo debían. Hacía años que ninguno tenía vacaciones. Ya era hora.
De repente sintió la necesidad de alejarse de todo y de todos.
Nada de empresa, papeles, negocios, reuniones, horarios…
No podía creer que ELLA estuviera pensando así. No era partidaria de la pérdida de tiempo. Pero le urgía.
Además reconocía que después de un periodo de receso, la gente rendía mejor.
Quería estar en una playa, leyendo alguno de los veinte libros que tenía reservados para cuando tuviera un tiempo libre. Alguien cocinaría para ella, y tendría a Juan complaciendo cada uno de sus caprichos.
Pensando en eso, se volvió a dormir.
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