martes, 5 de mayo de 2015
CAPITULO 67
—¿Sabés que me di cuenta? – ella lo miró curiosa. – No tengo ninguna foto tuya.
Se paró y volvió de su habitación con su cámara. Ella se rió.
—Pero no me vas a sacar ahora, ¿No? – se tapó la cara. —Estoy espantosa.
El puso los ojos en blanco, le sacó la mano y disparó.
Apenas había alcanzado a sonreír.
Miró como había salido y se rieron.
—Ahora un poquito más alegre. – le pidió.
Ella exageró una sonrisa y él la retrató. Y así un rato más en donde la había capturado desde todos los ángulos haciendo todo tipo de gestos.
—Y ahora una de los dos. – dijo programando la máquina y
dejándola apoyada en la mesa.
Se fue hasta donde estaba y la abrazó pegando su rostro al de ella.
Tres fotos seguidas de ellos. De las cuales, para la última él se había movido para besarle la mejilla.
—Perfecto. – le dijo cuando terminaron. Ella lo miró y le sonrió.
Sin darle tiempo a mucho más, la tomó del rostro y la besó con decisión. Rozó su nariz con la suya y le dijo en un tono algo ronco después de ese acalorado beso.
—Hay otras fotos que me gustaría sacarte… – sus ojos celestes, se habían puesto oscuros de deseo, y a ella se le estremeció todo el cuerpo.
Se mordió el labio y levantó una ceja.
—¿Querés tachar ese ítem en mi lista de pendientes? – él asintió sonriendo. —¿Me vas a sacar fotos desnuda? – él volvió a asentir y ella se rió. —Tengo una condición.
—Lo que quieras. – dijo él mientras le miraba fijo la boca.
—Vos también tenés que estar desnudo. – lo desafió.
Acto seguido, se sacó los zapatos con dos patadas y ya se estaba sacando la remera a tirones por la cabeza mientras se desprendía el pantalón con una sola mano.
Ella estalló en carcajadas.
—Siempre tan obediente. – observó entre risas mientras desprendía su camisa despacio.
—Si, señora. – le contestó guiñando un ojo. Agarró la cámara y tiró de su mano hasta la habitación.
Cuando llegaron la ayudó a desnudarse y le indicó que se acostara en la cama. Levantó la persiana para que entrara luz, pero cerró las cortinas para que no se viera nada desde fuera.
Mirándola con atención, le dijo como poner las manos y comenzó a disparar.
Cada vez que sus ojos hacían contacto, podía sentir el calor que ellos desprendían. La miraba cautivado.
Seguía haciendo todas las poses que le indicaba, sintiéndose sexy, y plenamente consiente de que lo estaba enloqueciendo.
Se mordió el labio mirándolo de manera intensa y tiró de la cuerda de la cámara para que la dejara.
El se agachó y la dejó en el suelo, mientras avanzaba sobre la cama de rodillas hasta donde ella estaba, comiéndosela con los ojos.
Ella sonrió y se levantó enfrentándolo. En silencio, se besaron desesperadamente. Se tomó su tiempo para sentir su piel en contacto con la suya, acariciándola. Era demasiado.
Le mordió el labio jugando.
—¿Puedo hacer algo? – le preguntó.
Ella lo miró curiosa.
—¿Te puedo vendar los ojos? – con solo pensarlo acababa de incendiarse. Con la piel de gallina asintió y lo volvió a besar tirando de su cabello.
—Ya vengo. – le dijo levantándose, y buscando entre sus cajones.
Volvió con una corbata en la mano. —No tengo nada mejor. – se rió.
Le dio una vuelta por la parte más gruesa y la ató en su nuca con delicadeza. Se lo notaba tan concentrado en la tarea, que le hacía gracia.
Mmm…podía enseñarle tanto… pensó.
Cuando la tuvo lista, la acostó entre las almohadas y la besó
lentamente.
Ella gimió, encantada. El tener uno de sus sentidos privados, lo ponía todo mil veces más interesante.
Ellos no se comportaban como ama y sumiso, así que no sabía que podía hacerle. Todo estaba permitido. Y él siempre la sorprendía.
Le besó los ojos por sobre la corbata y eso la hizo sonreír.
Sintió como se colocaba sobre ella de rodillas y la acariciaba los brazos con movimientos ascendentes y descendentes.
Mmm…se sentía tan bien.
Al próximo beso lo sintió en el cuello y fue tan fuerte, que se
arqueó de placer. Trató de sostenerlo para que siguiera pero él no la dejó.
Tomó sus manos y entrelazando sus dedos con los de ella, los levantó por sobre su cabeza.
Respiró duro en donde la había besado y ella gimió. Lo escuchó reírse, y la mordió. Su cuerpo había empezado a retorcerse ansioso.
Su boca bajaba por su pecho dejándole un reguero de besitos húmedos y calientes que la enloquecían, hasta tomar uno de sus pechos y detenerse.
Lo metió en su boca muy despacio y la tentó con su lengua.
Ella se sentía cerca de explotar. No podía quedarse quieta.
Jadeando, comenzó a mover las caderas de manera involuntaria.
El, en medio del beso dijo.
—Mmm… – toda su piel vibró. —Me encanta.
A lo que ella por poco se viene con solo escucharlo. Volvió a
adelantar su cadera y él le apoyó una mano en el vientre.
Mientras ella se mecía hacia delante y atrás, esa mano empezó a bajar hasta perderse en su entrepierna. Con el mismo ritmo que movía su lengua, movía sus dedos, y ella su cadera. Mordiéndose el labio, sintió como uno de sus dedos entraba en ella, y se dejó ir en ese mismo momento
de manera explosiva.
Todo su cuerpo latía, y no podía parar de gemir. Había sido tan fuerte que todavía no podía recobrar sus sentidos.
Estaba aturdida.
Fue apenas consiente de que retiraba su mano y continuaba su camino hacia el sur con su boca. Sentía su lengua cerca de su ombligo y sus manos tomando sus pechos.
Se dobló pegándose a sus manos mientras abría las piernas.
La besaba y luego se retiraba.
Era desconcertante. Y tenía que admitir, que mil veces más
excitante, no saber en donde la besaría a continuación.
Sintió el siguiente beso en la ingle y gimió estrujando las sábanas de las almohadas.
El se rió cerca de su piel y la hizo temblar. Soltó sus pechos para agarrar con fuerza sus piernas y acariciarlas mientras retrocedía en el colchón.
Cuando sintió sus labios en su entrepierna por poco se viene abajo otra vez. Era tan delicado, y tan suave, que la estaba torturando.
Apenas roces.
Lo sentía respirar ahí, tan cerca, y su cabeza daba vueltas llena de estrellitas.
—Oh por Diosss… – se escuchó decir.
—No sabes… lo mucho que me gusta verte así. – murmuró contra su piel. —Mmm…sos hermosa. – dijo antes de besarla de lleno con toda la boca.
Tensó las piernas, mientras él con su lengua, la hacía delirar con movimientos expertos.
A veces la rozaba solo con los labios, y otras solo con la lengua, provocándola…y otras, como ahora, pegando su boca con fuerza, moviendo la cabeza… gimiendo, dejándose llevar por el momento… disfrutándola.
Tardó menos que la vez anterior en venirse a los gritos, explotando en pedazos, sintiendo que su cuerpo giraba a la deriva. Aunque tenía los ojos vendados, y no veía, los abrió.
Sus piernas se aflojaron del todo y cayeron inertes sobre la cama.
Estaba agotada.
El se separó y volvió a subir por su cuerpo. No sabía bien como estaba ubicado así que se estremeció cuando lo escuchó cerca de su oído.
—Quiero más… – le besó el lóbulo de la oreja. —Mucho más. – bajó una mano, y la tocó. Ella gimió prendida fuego.
A pesar de que no le quedaban más energías, no podía evitarlo.
Sintió que tomaba su miembro y la acariciaba donde había estado su mano con la punta y a la vez se acariciaba él.
Ya no podía frenar.
Sus caderas se movían solas a su encuentro y él reaccionaba jadeando y agitando su mano con más velocidad.
Cuando ya no pudo más, lo escuchó gruñir con ímpetu y se hundió en ella, llenándola por completo.
Su cuerpo se tensaba encima del suyo y sabía lo cerca que estaba.
Ella misma estaba al borde.
Le tomó las piernas y las subió apoyándolas en su pecho,
incorporándose levemente, permitiéndose un ángulo cien veces más profundo. Casi doloroso.
Pero era exactamente lo que les hacía falta.
Sintió como bombeaba contra su cuerpo entre jadeos un par de veces más y nuevamente, se dejó ir.
Escuchó que él también lo hacía sujetándole las caderas y
quedándose quieto por unos segundos.
Bajó sus piernas, acariciándolas con mimo, mientras le daba besos suaves en el rostro. Ella apenas podía ya estar despierta. Le desató la corbata y le besó los párpados también.
Cuando fue capaz de abrirlos, él la estaba mirando.
—Hola, bonita. – le dijo sonriendo.
Ella se rió.
—Hola. – su respiración todavía estaba agitada, y sentía todo su cuerpo exhausto y tembloroso. Por más que lo intentaba, sus ojos se volvían a cerrar.
El la besó suavecito, y se bajó de ella, abrazándola por la espalda.
—Descansá ahora… – le mordió el cuello. —Porque a la noche no te voy a dejar dormir. – ella sonrió gimiendo mientras se movía cerca de él.
Escuchó que él decía algo más, pero ya estaba lejos.
Se iba dejando llevar por el sueño de a poco se quedó totalmente dormida.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario