Su celular empezó a sonar sobresaltándolos.
Miró la pantalla resoplando. En la pantalla decía “Mamá”.
Cerró los ojos y se dejó caer en la cama mientras rechazaba la llamada.
—Atendé. – le sugirió. —Puede ser importante.
—No. Sé por qué me llama. – puso los ojos en blanco. —Mi mamá se lleva muy bien con…Soledad.
Ella se rió y miró el reloj.
—Atendé y nos podemos dar un baño. – se acercó y lo besó cerca de la oreja. —Te quiero curar la espalda. – susurró.
La vió que se paraba y entraba caminando al baño desnuda y se dijo que cuanto antes se sacara a su madre de encima, la seguiría.
Alicia atendió a los dos tonos.
—Pedro, espero que no sea cierto. – dijo indignada.
—No te metas, por favor. – le dijo tranquilo.
—¿Cómo vas a hacer una cosa así? – se preguntó por un momento si Soledad le había contado algo acerca de Paula… Había salido del departamento tan espantada. Se tapó la cara rogando que hubiera mantenido la boca cerrada a pesar de la bronca que en este momento le tenía.
—Conocí a alguien. – desde que salió de su boca se dio cuenta de que estaba cometiendo un error.
—¿La dejaste por una que acabas de conocer? – casi no era una pregunta. Era una acusación.
—No es tan así, mamá. Es más complicado. – suspiró. —Yo estoy bien, me siento bien. Deberías alegrarte por mí.
—Sole es como una hija para nosotros. – dijo gimoteando a punto de llorar.
—Con más razón. No da salir con mi hermana. – se rió. —Muy raro.
Su madre se rió apenas, a pesar de que no quería.
—Que tarado que sos, Pedro. – soltó el aire sonoramente. —Me alegro de que estés bien, pero no la puedo ver mal a ella. Sabes como la queremos.
—Yo también la quiero, no es ni fue ese el problema. Nunca.
Espero que algún día me perdone y podamos ser amigos. – le contó.
—Esta bien. – se tranquilizó. —Quiero conocer a tu nueva novia.
—No es mi novia, mamá. – dijo bajito aunque seguramente Paula no lo escuchaba. —Cuando sea el momento, capaz.
—Esta bien, esta bien. – se corrigió ofendida. —Estos chicos de hoy…
—Me tengo que ir, estoy trabajando. – mintió, sabiendo que su madre una vez que empezaba con ese discurso nadie la frenaba.
—Chau querido. – se despidió.
—Chau mamá. Cuidate. – y cortó.
Apagó su teléfono por las dudas y se encaminó al baño.
Paula lo estaba esperando metida en la bañera entre las burbujas.
Se le secó la boca.
Fue metiéndose con ella muy despacio sintiendo su piel bajo el agua.
Le sonrió y se acercó a él hasta sentarse en su regazo enfrentándolo.
Buscó su boca y sin tardar, lo besó. Un beso largo y profundo que por poco lo llevó al límite. Se sujetó a su cintura, atrayéndola más y con una mano, que se perdió entre las burbujas, la tocó.
Ella se arqueó gimiendo y movió la cadera para encontrar su mano.
Aprovechando el momento, besó su cuello moviendo más rápido la mano, y por reflejo también sus caderas.
Lo miró levantando una ceja, apenas sonrojada por el deseo, llevó una de sus manos a su miembro y comenzó a tocarlo como más le gustaba acercándose más.
Gruñó tensándose en su mano violentamente.
Sonrió incorporándose apenas y todavía sosteniéndolo, y
sosteniendo su mirada, lo fue hundiendo en ella despacio.
Los dos gimieron al sentirse otra vez.
La tomó por la cadera y otra vez estuvieron perdidos en el otro.
*****
Habían disfrutado del otro y habían dormido cuando les daba sueño de a ratos, abrazados. Ella le había puesto una crema en la espalda con caricias suaves, que lo hacían sentir como en las nubes. Lo estaba cuidando.
Las emociones se le arremolinaban en el pecho y lo superaban. No tenía que hacerse ilusiones al respecto, pero ya era inevitable. No quería seguir insistiendo con el tema.
Primero porque no era su intención que se sintiera incómoda, y segundo porque sentía que él ya había dado el primer paso. Bueno, había dado los primeros trecientos pasos… Y ahora solo tenía que esperar a ver que pasaba con ella..
Sería paciente ahora que sabía que ella algo sentía.
Sonrió y se quedó dormido soñando, por supuesto, con Paula.
Se despertaron tardísimo. Apenas con tiempo para alcanzar su vuelo.
Marcos hacía horas que los esperaba en la puerta con sus valijas.
Se habían cambiado a la velocidad de la luz entre risas, y sin
desayunar abordaron el avión agotados.
El asistente los miraba con furia. Se notaba a la legua que habían pasado la noche juntos, y que juntos habían amanecido. La misma cara de dormidos, las miradas y las risas cómplices, la ausencia de ambos en el bar del desayuno, y ahora el hambre voraz cuando la azafata les ofreció algo para comer.
Trataban de ser discretos en su presencia, porque ella todavía no se sentía cómoda en hacer pública su… no relación.
Un auto los esperaba en el aeropuerto.
Iban a llegar cerca de las tres de la tarde, pero como habían estado tres días de viaje, Paula, dijo que los tres podían tomarse el día para descansar.
Aunque apenas dejaron a Marcos en su casa, ella pidió al chofer que siguiera directamente a la suya y le quedó bastante claro que lo que menos haría ese día sería descansar.
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